sábado, 23 de febrero de 2019

El desprendido cortijo del afecto


De repente, todo se vislumbra como un ciclo infinito
donde me entrego incondicional
al sabor amargo del error,
a su desapercibida sombra.

Cristales finos que aparecieron, repentinos,
en el trayecto que creías impoluto.
Trascendentes palabras que reflejaban, contumaces,
la firme resolución de mi afecto.

¿En qué momento la soledad corrió ecuánime de la mano de la norma?

Pero…
…no hay nada malo en ello.

La consciencia precaria también sabe danzar.
Los que acompasan los féretros también pueden sonreír 
ante el tacto de la madera.

El referente del paraíso es malo cuando colapso y fijo la mirada
en un trasfondo congelado, 
en el hondo subsuelo de mareas
donde avanzan los grandes pasos.
Donde yo
no estoy...

Lo dejo…
…dejo que asome ese dibujo amarillo,
que recubra de azúcar las ensoñaciones
y los humildes trámites.

Dejo que asome con presencia y sin nostalgia,
emblandeciendo como cera, las endebles máscaras del día a día,
que, irrelevantes y sin juicio,
se me deshacen en las manos.

Dejo que asome la potencia del afecto
y que sus olvidados ojos se entreabran.

Lo escucho caminar, sin meta,
pero siempre en recorrido,
mientras lidia con el recuerdo
y la sorpresa.





23/02/19