Complaciente
son de unos oídos sordos,
la
paulatina caída de los grandes modelos.
Complaciente
son,
el
de no buscar, el de atribuir
toda
emergencia mental
a
un asilo de huesos.
Complácete
en el no hacer.
No
temas las oscuras voces sin eco,
no
creas que dejarse llevar es atraparse,
es
renunciar a los costados.
Es
difícil una felicidad plena,
sin
contemplación, sin el pero cabalgando silencioso
por
las llanuras de la calma,
donde
el corazón lo tonifica todo,
con
su mirada testificante,
con
el negror discreto de un niño muerto,
Un
niño más
en
una barbarie estertorosa,
de
decapitaciones clandestinas,
de
musgo que crece donde no muere la humedad.
Sé
que es difícil destensar la frente,
vivir
sin narración, sin anuarios,
sin
condenar la versión oficial,
sin
condescender, sin dejarse llevar con la sospecha
cancerígena
de que hay algo mísero que te estás perdiendo.
Por
eso créetelo;
Disfruta
del ahora,
permítete
testificar el desarrollo
de
las competencias humanas,
deja
que la vagueza mate todo
empeño
que te quede.
Vomita
sueños, expulsa imágenes psicodélicas,
alcanza
la cima de lo inverosímil
y
olvida las normas que operan
para
andar a tientas hasta la cocina
y
sumirte en el protocolo
de
preparar un café.
Te
estoy señalando con mi dedo fulgurante,─Es
lo único de mí que ves,
mi rostro está ensombrecido,
pero
sabes que es horroroso─.
Los
rayos saltan en mi uña
como
volutas
o
gusanos virtuales.
Ya
no recuerdo qué es lo que señalo,
pero
seguro era algo importante.
Tanto
como los millones de otros dedos
que
en tu periferia señalan una diferente realidad
con
el afán de un paparachi.
La
locomotora pasa veloz,
sus
tablas de madera tiemblan
como
castañuelas.
¿Te
preguntas si tiene un objetivo?
Pues
no,
No
lo tiene, yo tampoco y tú tampoco.
A
decir verdad,
la
locomotora nunca existió,
su
humo no llegó a emanar,
pero
lo sentiste en el estómago,
y
eso es tremendamente gracioso.
Me
refiero a que puedas estar aquí
consintiendo
ese realidad consensuada
y
no salir corriendo de locura.
Cuidado
con decir que todo es una mentira,
Puedes
elegir no tomártelo enserio,
pero
quizás también sospeches de estar
desconectado
de ti,
de
no permitirte ser en lo mundano, lo sencillo.
No
puedes recolorear así,
¿Convertir
el humo en arcoiris?.
Disfruta,
déjate llevar,
nada
importa.
¿Es
lo que te aconsejé?
¿Es
lo que necesitas?
No
me puedes tomar enserio ¿verdad?
¿Y
el halo de misterio que me envolvía?,
¿Y
el esfuerzo por dotar de significancia a las imágenes?
Lo
nuestro es quizás una rebeldía mutua.
La
discordia está servida si nuestros esfuerzos
no
tienden a aunarse,
y
también si tú haces tan complicado vivir.
No
quiero darte palabras pomposas
no
quiero que aprendas nuevas palabras,
que
mercantilices tus competencias,
no
quiero instruirte para crear una audiencia objeto.
Tampoco
diré que no existe, pero sí te diré,
que
tú no puedes complacerlos.
Mírate,
me obligaste a ser oscuro
porque
te disfrazabas de princesa incesantemente,
ni
siquiera sabías lo que significaba
la
palabra sodomía.
Pero
empezaste a crecer.
No
te has dado cuenta, pero nuestras rodillas
son
las mismas desde hace tres líneas.
Y
sé que ahora quieres bromear,
no
te gusta que te atrapen, por eso ahora
soy
un muñeco de trapo, me doy golpes de un lado a otro,
pero
solo soy eso, un muñeco de trapo.
No
sabemos dónde depositar el lenguaje,
no
lo dudes (y si tienes que dejar tu carisma con algunos, hazlo),
el
lenguaje depende del pensamiento.
Y
no tenemos necesidad de pensar de un modo diferente,
y
tampoco tenemos capacidad de simplificarlo.
Pero
es cierto que de alguna manera somos uno,
aunque
eso a veces duele.
Si
uno de los dos fuera un catalizador de la conducta,
y
el otro el motivador,
ganaríamos
eso de la pragmática,
andaríamos
con botas que doblegan nuestra talla,
seríamos
chocantes y maleantes.
Estaríamos
complacidos con el sol,
nos
tonificaríamos, y aunque no dejáramos de
considerarlo
una vulgar tontería,
aceptaríamos
las reglas sin problemas, nos reiríamos,
viviríamos.
Pero
hay una coordenada más,
y
más cuevas dentro de las cuevas.
Puede
que todo pase porque tememos a los fantasmas
o
porque vivimos con los vivos
a
través de un plasma ocular mortífero.
Anticipamos
el fin.
Y
no podemos llorar por el simple hecho
de
que seamos nosotros
¡Hay
tantos! Míralos, huélelos.
Podemos
darnos cuenta de cosas,
pero
parece tremendamente complicado
meter
la mano en ese cableado viscoso,
nido
de orugas, y reconfigurarlo todo.
Es
como una condición que se dio al nacer,
el
ver sin tiempo.
Podemos
darnos cuenta de cosas,
y
con ello podemos mejorar nuestra imagen o el discurso.Mueves
la cola como un perro,
ahora
ya no eres una princesa.
Yo
soy la reina del bastón dorado
y
tú mi perrito faldero.
No
te lo tomes a mal, no buscaba despreciarte.
Es
solo que me da la sensación de que
estábamos
a punto de hablar de algo importante.
Pero
me hiciste sentir ocioso.
Nos
esforzamos mucho por no mostrarnos codiciosos
y
lo sabes.
Pero
no me gusta que seas un perro.
Te
victimizas y parece que lo hago yo todo,
que
soy el malo.
Y
quieres que el mundo te socorra,
solicitar
auxilio, y la piedad sea contigo.
Ahora
resulta que no hay interdependencia de elementos,
y
que tú, ser sumiso y víctima de mi tiranía,
no
tienes nada que ver con mi posición,
tú
no la refuerzas, ni tan siquiera la facilitas.
Estoy
cansado yo también,
porque
nunca me escuchas,
y
mi locuacidad no sirve de nada
¿Dónde
estás? ¿Cuál es tu posición?
¿Te
has escondido?
Con
tanto lamento me quedé aquí con mi elegía.
¿Y
tú pretendes hacer que no tienes nada
que
ver con todo esto?
Pobre
princesita, tú ya lloras bastante
como
para tragar también mis lágrimas de cocodrilo.
No
valoras mi condescendencia,
intento
llegar a un punto conciliador,
y
ahora te apartas.
Me
gustaría, sencillamente, saber qué quieres.
Saber
por qué nunca podemos descansar plácidos,
disfrutar
del sol,
dejar
de masticar y no sufrir de hambre.
3-6-14