miércoles, 25 de junio de 2014

Ramas aisladas

Hace años, muchos años,
tú me diste unas extrañas lecciones
-me dijiste lo que era imposible lograr,
lo que no merecía-
y yo consolidé el engranaje
de cómo funciona la vida;
había normas que nunca debían cambiar.

Lo mio era un amor limitante, deformante,
privado e indecible.
Tú reflejabas
el extremo del desengaño y
te convertiste en mi secreto cuenco
para vomitar errores,
en flagelados cultos,
en una penitencia
sin conocimiento de causa.

Lo mio era un amor porque buscaba protección,
por eso me aislé junto a una rama aislada
más allá de batallas y cobijos sociales,
y durante mucho tiempo
sobreviví con estrellas malpegadas al techo,
con neveras sobrecongeladas
y con gargantas que latían podredumbre

Ese era mi cobijo lunar,
mi caseta de árbol,
y tú,
un muñeco de trapo
que tutorizaba al niño perdido.

Desde esa rama, todos los sonidos de adultos
sonaban fieros, a la vez que ajenos;
extraños motivos,
ambiciones locales,
llantos sin razón para alguien
que no se atrevió a convivir con lo mediocre,
para alguien que consintió sus propios dioses residenciales.

Pasó el tiempo y las células seguían desarrollándose,
Y yo seguía ahí, en mi abigarrado entramado
de venas histéricas que chocaban con los muros.
Entre todas ellas, fabricaron un campo sofisticado
de excusas, neurosis y sangre especulada.

Pero, en un momento casi milagroso
-de esos que eclosionan de golpe
y señalan al pasado
con la sensación innatural
de una historia tantos años curtida-
un ojo se entreabrió,
y con solo medio pestañeo
numerosos haces de luz vampiresca
atravesaron mi fábrica,
contrajeron las venas y lloré de terror.

Pero entonces te vi,
y fue glorioso a la vez que absurdo,
darme cuenta de
             que tú necesitabas
absolutamente lo mismo que yo,
aunque lo buscabas en otros lugares
-desde tu propia rama aislada-
             y que yo nunca me atreví a intentar pulir
mis resistencias con caricias,
a buscar la sabia sencillez
de callar el pensamiento.

Con los años, varias veces me acordé de ti
cuando lloré convulsionado
por explosiones de sangre

mientras no dejaba de aprender.

25-6-14

lunes, 9 de junio de 2014

COBIJO LUNAR

De una luna rajada
se desprendió un testigo,
como una gota frutal.
Respiraba por la nariz
un oxígeno desconocido
y lloraba leche desnutrida.
Él no recordaba nunca antes
haber sangrado, ni contemplado
tanta inmensidad.
Nunca jamás había sentido
el vértigo de interrumpir
su relato cerrado.

En el gran espacio,
la luna estaba cada vez más rota
y de sus grietas emanó polvo de yema
que cubrió al testigo por entero.
Él se sentía libre
y descubrió que no era él lo que sangraba,
sino la placenta, que con fuerza,
desgarraba con sus uñas.

Llegaba un nuevo ciclo,
un renovado régimen de luz blanda
y pozos de crema por descubrir.
Un nuevo ciclo, también de oscuridades pasajeras,
de ingenuas huidas,
de resistencia a cimentar un cobijo,
de clavos ardiendo del recuerdo.

Pero esta vez amaba
y se había atrevido a decirlo

9-6-14


martes, 3 de junio de 2014

UNIDAD INTERDEPENDIENTE

Complaciente son de unos oídos sordos,
la paulatina caída de los grandes modelos.
Complaciente son,
e
l de no buscar, el de atribuir
toda emergencia mental
a un asilo de huesos.
Complácete en el no hacer.
No temas las oscuras voces sin eco,
no creas que dejarse llevar es atraparse,
es renunciar a los costados.

Es difícil una felicidad plena,
sin contemplación, sin el pero cabalgando silencioso
por las llanuras de la calma,
donde el corazón lo tonifica todo,
con su mirada testificante,
con el negror discreto de un niño muerto,

Un niño más
en una barbarie estertorosa,
de decapitaciones clandestinas,
de musgo que crece donde no muere la humedad.

Sé que es difícil destensar la frente,
vivir sin narración, sin anuarios,
sin condenar la versión oficial,
sin condescender, sin dejarse llevar con la sospecha
cancerígena de que hay algo mísero que te estás perdiendo.

Por eso créetelo;
Disfruta del ahora,
permítete testificar el desarrollo
de las competencias humanas,
deja que la vagueza mate todo
empeño que te quede.
Vomita sueños, expulsa imágenes psicodélicas,
alcanza la cima de lo inverosímil
y olvida las normas que operan
para andar a tientas hasta la cocina
y sumirte en el protocolo
de preparar un café.

Te estoy señalando con mi dedo fulgurante,
Es lo único de mí que ves,
mi rostro está ensombrecido,
pero
sabes que es horroroso─.
Los rayos saltan en mi uña
como volutas
o gusanos virtuales.
Ya no recuerdo qué es lo que señalo,
pero seguro era algo importante.
Tanto como los millones de otros dedos
que en tu periferia señalan una diferente realidad
con el afán de un paparachi.
La locomotora pasa veloz,
sus tablas de madera tiemblan
como castañuelas.
¿Te preguntas si tiene un objetivo?
Pues no,
No lo tiene, yo tampoco y tú tampoco.
A decir verdad,
l
a locomotora nunca existió,
su humo no llegó a emanar,
pero lo sentiste en el estómago,
y eso es tremendamente gracioso.
Me refiero a que puedas estar aquí
consintiendo ese realidad consensuada
y no salir corriendo de locura.

Cuidado con decir que todo es una mentira,
Puedes elegir no tomártelo enserio,
pero quizás también sospeches de estar
desconectado de ti,
de no permitirte ser en lo mundano, lo sencillo.
No puedes recolorear así,
¿Convertir el humo en arcoiris?.
Disfruta, déjate llevar,
nada importa.
¿Es lo que te aconsejé?
¿Es lo que necesitas?
No me puedes tomar enserio ¿verdad?
¿Y el halo de misterio que me envolvía?,
¿Y el esfuerzo por dotar de significancia a las imágenes?
Lo nuestro es quizás una rebeldía mutua.
La discordia está servida si nuestros esfuerzos
no tienden a aunarse,
y también si tú haces tan complicado vivir.
No quiero darte palabras pomposas
no quiero que aprendas nuevas palabras,
que mercantilices tus competencias,
no quiero instruirte para crear una audiencia objeto.
Tampoco diré que no existe, pero sí te diré,
que tú no puedes complacerlos.
Mírate, me obligaste a ser oscuro
porque te disfrazabas de princesa incesantemente,
ni siquiera sabías lo que significaba
la palabra sodomía.
Pero empezaste a crecer.
No te has dado cuenta, pero nuestras rodillas
son las mismas desde hace tres líneas.
Y sé que ahora quieres bromear,
no te gusta que te atrapen, por eso ahora
soy un muñeco de trapo, me doy golpes de un lado a otro,
pero solo soy eso, un muñeco de trapo.
No sabemos dónde depositar el lenguaje,
no lo dudes (y si tienes que dejar tu carisma con algunos, hazlo),
el lenguaje depende del pensamiento.
Y no tenemos necesidad de pensar de un modo diferente,
y tampoco tenemos capacidad de simplificarlo.
Pero es cierto que de alguna manera somos uno,
aunque eso a veces duele.
Si uno de los dos fuera un catalizador de la conducta,
y el otro el motivador,
ganaríamos eso de la pragmática,
andaríamos con botas que doblegan nuestra talla,
seríamos chocantes y maleantes.
Estaríamos complacidos con el sol,
nos tonificaríamos, y aunque no dejáramos de
considerarlo una vulgar tontería,
aceptaríamos las reglas sin problemas, nos reiríamos,
viviríamos.
Pero hay una coordenada más,
y más cuevas dentro de las cuevas.
Puede que todo pase porque tememos a los fantasmas
o porque vivimos con los vivos
a través de un plasma ocular mortífero.
Anticipamos el fin.
Y no podemos llorar por el simple hecho
de que seamos nosotros
¡Hay tantos! Míralos, huélelos.
Podemos darnos cuenta de cosas,
pero parece tremendamente complicado
meter la mano en ese cableado viscoso,
nido de orugas, y reconfigurarlo todo.
Es como una condición que se dio al nacer,
el ver sin tiempo.
Podemos darnos cuenta de cosas,
y con ello podemos mejorar nuestra imagen o el discurso.
Mueves la cola como un perro,
ahora ya no eres una princesa.
Yo soy la reina del bastón dorado
y tú mi perrito faldero.
No te lo tomes a mal, no buscaba despreciarte.
Es solo que me da la sensación de que
estábamos a punto de hablar de algo importante.
Pero me hiciste sentir ocioso.
Nos esforzamos mucho por no mostrarnos codiciosos
y lo sabes.
Pero no me gusta que seas un perro.
Te victimizas y parece que lo hago yo todo,
que soy el malo.
Y quieres que el mundo te socorra,
solicitar auxilio, y la piedad sea contigo.
Ahora resulta que no hay interdependencia de elementos,
y que tú, ser sumiso y víctima de mi tiranía,
no tienes nada que ver con mi posición,
tú no la refuerzas, ni tan siquiera la facilitas.
Estoy cansado yo también,
porque nunca me escuchas,
y mi locuacidad no sirve de nada

¿Dónde estás? ¿Cuál es tu posición?
¿Te has escondido?
Con tanto lamento me quedé aquí con mi elegía.
¿Y tú pretendes hacer que no tienes nada
que ver con todo esto?
Pobre princesita, tú ya lloras bastante
como para tragar también mis lágrimas de cocodrilo.
No valoras mi condescendencia,
intento llegar a un punto conciliador,
y ahora te apartas.
Me gustaría, sencillamente, saber qué quieres.
Saber por qué nunca podemos descansar plácidos,
disfrutar del sol,
dejar de masticar y no sufrir de hambre.



3-6-14