martes, 11 de noviembre de 2014

Penetrar

Cómo escribir y expresar algo
que no entiendes.
Cómo hacerlo sin nombres.

Cómo dejar que el cuerpo te zambulla 
en sensaciones que solo entienden del presente
sin tiempo.

Cómo dejarse penetrar en la circunstancia.
En lo que se vive ahora.
En aquellos que marcan
los tiempos de tu vida.
Y en el recuerdo.

Penetrar en uno 
es escuchar los latidos
que dejan herrumbre en los brazos,
que maceran la frente
y agarran los nervios de los ojos.

Escucharse es dejarse penetrar
en un espacio 
sin ruido.
Donde las casillas de la vida
se deponen, 
-como serpientes que te abrazan-
por diferentes partes del cuerpo.

Cómo hacerlo.
Cómo entregarse a lo que duele,
y darle un drama a lo que evita orden.

Cómo entregarse a lo que te engarrota
en una cruz.

Sea como sea,
el esfuerzo parece neutralizar
un ritmo de por sí natural
que depone las partes
como las rocas se colocan en las montañas.

Consentir el ritmo es consentir
que un crepúsculo sin prisa
vaya dibujando sus estratos,
sus contrastes y sus caricias,
sin rasgaduras.

Sin rasgaduras,
ya que cada color, voluta o figura
forma parte de una partícula
que a la vez se conecta a un todo difuso.

Sin rasgadura,
porque en el baile del conjunto 
está la tensión.
Las partes se encuentran así
-se cortejan distantes-
y se resienten como 
glóbulos que rehúsan coagular.

De la garganta
escapa la necesidad,
brota la expresión deforme
-la síntesis de lo aún no integrado-
y un oscuro,
pero confiable, perro azul
me toca la frente y me pide

que me relaje, que me relaje
que me relaje

11-11-14

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Nuevo rincón (Septiembre)

Nuevo rincón.
Nuevo rincón de espejos que se miran.
Nunca jamas el prisma desarrolló una lente
teniéndose en cuenta a si mismo
como elemento constituyente de lo observado.
Dejar de apuntar fuera con las astas de la existencia.
Nuestro teatro ya perdió la direción.
Ahora es tal el abismo que pasada la humillación
nos miramos a nosotros y pensamos si en la meta
estábamos equivocados.
Quizás lo interesante es por qué hacemos esto,
al servicio de qué fuerza nos movemos
si conocer no soluciona nada,
ya que los niveles de dios carcomidos
se estratifican para siempre justificar las pretensiones.
¿Qué queda salvo mirar en la insignia ostentosa del nosotros?
En la inmensidad infinita las causas originales se dibujaron
mientras tejíamos nuestra cohesión y la mente que creía
y que moldeaba su mundo exhaustivamente para confirmar la verdad
de nuestra cultura, no dejaba filtros de la duda,
salvo el misterio depuesto en los resquicios de a duda,
los ojos de las ranas y la elucubración de las aguas.
Conocer es la fe,
y si caímos de lleno en la verdad rocosa
resulta normal que las pieles se destensen
y los afectos se inflamen, ya que prescindir de la atención
a nuestro sentido es olvidar el recorrido y reaccionar
con despecho por el error ya andado.
Las figuraciones ilusorias no tienen más remedio que
verse expuestas a la continua cuestión,
al vibrante baila de los que oscilan periféricos con un pie
en cada parcela, resonando en todas ellas y ellas en ellos
-componen una armonía caótica de felicidad injustificada,
histrionismo metafísico, disfraces espontáneos, frases cliché
y modismos que nacen y se extinguen como el plumaje de un pavo real en celo-.
Y si el humano aún busca conceptualizar en su propio estudio
un sentido trascendental a la vivencia es porque no soporta
la constante percepción de lo relativo y la desmantelación sistemática
de cualquier amago de fe funcional.
Por eso espera mediocre, potenciando en lo más que puede,
la sensibilidad hacia lo que recibe,
esperando una guía que el miedo reniega de depositar fuera.
La grandeza despotricó tanto
que crece y nace en la ilusión de uno mismo
donde uno nunca muere mientras consume.
Grata dificultad de separar elementos,
de descompactar la cristalizacion infantil
de la complacencia inmediata, el consuelo
y la protección sin verbo del miedo
que busca su arropo ignorando
el pulso de lo aun no descubierto

Septiembre de 2014

martes, 4 de noviembre de 2014

Y dale con Dios (Diciembre 2013)

Y dale con Dios.
¿Alguien le ha preguntado cuantas veces intenta predecir
e interesadamente se olvida de sus actos?
No.
Encuentra esa ocasión fortuita de inexplicable acierto con su estocástica
suerte y lo llama destino o dios. 
Y automáticamente convierte todas las voces del resto de doctrinas en 
secundarias y rudimentarias. Ya no escucha y refuta
sin elaborar la información no congruente.
Y entonces se aferra afectivamente a su creencia y no quiere huir de ella,
porque esa creencia representa sus miedos y esperanzas,
le da fuerzas para pensar que no todo depende de ella, supone una confianza incondicional y flotante en el sentido de la vida,
una señal anhelada desde lo más hondo por completar su ser,
por aceptar todo lo que pasó, todo lo injusto.
Y de pronto el mismo azar con voz de destino secuestra todas esa incertidumbre y le da un sentido inmediato a todo,
y tu organismo se predispone a ello y se crispa y chirría y Dios vuelve a la humanidad como tantas veces la razón intento echarlo.
Esta vez vuelve a ser una vez, ser con más la cohesión, más estabilidad.
La necesidad de entender, irrumpe en ti y tu inteligencia se va al carajo sin más resistencia para soportar tanta duda.

Y vuelta al ciclo y parece que cuanto más duda
más razones tiene ahora uno para defender a su Dios
eximido del dolor, de su culpa, en la conformidad del saber primitivo.

16 de Diciembre de 2013

Las palabras me arrastran (Diciembre 2013)

Las palabras me arrastran
 -canciones antes de dormir-
 a un mundo de sentidos,
de anómicas pero precisas intuiciones,
de misterio,
donde campos semánticos 
bailan como fantasmas. 

Todo vacila en ese instante,
desde la gramática que compone
la frase enunciada, hasta el sonido 
asociado a cada letra.

Y en ese dilatado procesamiento del lenguaje, 
mi alma se encuentra,
gracias precisamente
a esa imprecisión.

16 de Diciembre de 2013

TEORÍA FLOTANTE (Diciembre 2013)

Recabar suficiente información como para verse a si mismo en perspectiva.
Descubrirse como individuo indeterminado,  producto del azar. Se descarta información que explica esa situación y se mantiene cerrilmente la idea con consonancia de que hay agentes externos que operan en mi, por mi importancia. 
El ego, la inseguridad, ese el fondo, la necesidad de sentir que discurrimos bajo cierta preprogamación que nos supedita. Para ello no nos permitimos trascender de nuestros propios procesos mentales nos escandilamos ante la ligereza de ideas y no vemos que todo gesto y movimiento mental está en función de la gestión que hacemos de la información, está en función de cosas como nuestro estado, expectativas o amenaza percibida, estrés, sustancias endógenas...
Nos enamoras del pensamiento y nos atamos a su atractiva voz sin saber desligarnos incluso del objeto que le pensamiento quiere defender como verdad.
Entender constantemente que nuestra opinión de las cosas es perfectamente relativa, perfectamente imperfecta. 
Tanscender con una explicación imprecisa, pero real de las cosas que trascurren en nosotros. Aprender a desconfiar sin recelo salvo de lo verificado una, dos , tres y novecientas veces, aquello que más nos acerca a la realidad inmediata de las cosas, que nos permite intervenir en nuestros problemas reales.
Las creencias que mantienen nuestra supervivencia te desligan de la sencillez de lo relevante, te hacen someter tu comportamiento a una teoría flotante y consolante que lo que hace es impedirte ver la realidad de tus condiciones, unas mas tristes que otras, unas con más resistencia a querer exponerse y enfrentarse a esas reacciones tan legitimadas por su propio sistema de ideas, como la culpa, el ridículo, la indignidad. 
En ese sistema flotante uno acaba flotando con ello y espera que todo se aliene en su justa medida sin entender por qué debiera ser así, sin atisbar las razones de un compromiso que nos acerque a una vida más adaptativa. 
Que la fe no caduque puede incluso llegar a ser e motivo per se de la propia verdad cuando no hay ni una más que se quiso mirar, cuando ella es la única que se mantiene erguida, sin cimientos en el vacuo espacio del entendimiento.
Al final solo es evitación de esa verdad tildada de cruel que desde pequeños nos metieron en el culo, maquetaron nuestra jerarquía de preferencias y prioridades, nos dejaron caer en consuelos colectivos. A veces intuimos que ese temor es lo que mantiene estas teorías; si la humanidad viviera en la constante epifania de esa verdad, quiza se extinguiria. 
Estar preparado para ver la vida como real, no como una ficción que nuestro pensamiento desdibuja. 
Alejando la desgracia, eternizando el instante en un objeto material vacuo. La identidad ideología, cultura, todo depende de estar verdad subyacente, la verdad cruel que la vanguardia grita, la verdad cruel que el psicoanálisis no consigue precisar, la que los científicos sacan y el pueblo asume con una venda en los ojos, como una verdad de fondo que jamas llega a trasformarse en la profunda noción de los seres. 
Que hipócrita tendencia al gregarismo, que hipócrita tendencia a pensar libremente.
Esa gran verdad flotante. La única verdad, que solo se soporta bajo la construcción, tu construcción

21 de Diciembre de 2013


CAE EL TONO

Se precipitan las tensiones de los brazos,
cae el tono,
se anula la consistencia de los tejidos
y las ganas de vivir.

Toda motivación se mantiene a la fuerza,
en un impulso perpetuado para nunca consagrarse.
Las traqueas acumulan un negror
que no previene un porvenir,
que solo lanza desalmadas piedras
al techo de mi cuarto,
allá arriba,
donde rehuyen los encantos encargados
a los proveedores,
donde se prescriben los límites
de la felicidad,
donde se censuran las razones subyacentes
de la condena a lo que no es igual,
donde no flota más afecto
que un triste amor propio
desposeído de mí.

La traquea negra,
que reniega del teatro,
de los constructos,
que se consuela en orgías clandestinas
a la imaginación,
allá donde la carne se sublima,
donde dioses se reproducen con perros,
y donde a veces,
un pequeño resuello,
un raijo de esperanza
moviliza mis instancias y
me calma por dentro
-como un sonajero
y la sonrisa de una madre-.

Consentir no pensar
pensando,
hacerse el sordo o taponar
la fuente de las voces,
olvidando con ello
el doloroso trotar
impuesto en las condiciones
en las que a uno le instruyeron
merece la pena seguir viviendo.

28-10-14