martes, 15 de octubre de 2013

TRAS EL LABERINTO

Encontrarme en el otro lado. He decidido cederme a mí mismo, abandonarme para encontrarme en el otro lado. Quizás he recibido las consignas de la carne muerta que irradia su último designio. Quizás también ha sido una melodía repetida que translucía una luz desconocida, esperanzada.

Lo cierto es que desde este sillón percibo pasivo cómo el carácter de cada estímulo lucha y se enreda en mi periferia, porque todavía no sabe a qué instancia adherirse; el yo que está o el yo del otro lado.

¿Es acongojante?, más que congoja es emocionante. Convierte cada insignificante sonido, figura, llamada o clamo en una pausa interminable donde los caracoles manifiestan su cortejo. No es letargo, es una profunda avidez por despertar lo dormido, por remover los huesos soterrados, es una profunda esperanza por atisbar mi compacto yo, mi carne unida a mi piel, mis prendas, y mi sonrisa, el reflejo de un todo.

Me apena haberlo escondido. Me alegro de su discreto y expansivo resurgir, del suave y manso imantado viraje de mis girasoles, los que la amistad plantó y que se regaron por el refuerzo constante que las fortuitas circunstancias anclaron en aquel breve momento.

Estaba claro que no podía volver a ser lo mismo, porque ya el hábito tiene un nuevo referente y porque ya se había recorrido el laberinto.

Realmente, en el otro lado ya me estoy esperando

15-10-13

lunes, 14 de octubre de 2013

EL GRAN INSECTO

Ralentizados pasos de los humanos que pese a su parsimonia devienen con el irrisorio objetivo del insecto. El insecto se sitúa en el centro y conecta con todos los seres a través de azules haces energéticos que emanan desde su absorta cabeza. En sus vísceras se aglutina un viscoso y mohoso moco protofuncional, un protector inmunológico que defiende al insecto de bacterias, dicha protofunción no trasciende biológicamente de la misma, sin embargo, el insecto acerca sus manos a su estómago lentamente, hasta rasgarlo como la piel de un pollo y penetrar en él para extraer y hacerse con la aglutinada mucosa. La posee como un diamante en bruto, lo iza como un músico haría bajo el éxtasis de su consagración. Sus inertes e inexpresivos ojos se hacen más llamativos, al descubrirse una mayor profundidad de las cuencas, gracias a la contracción de los músculos colindantes del ojo, muestra de una tensión general expectante de placer, una respuesta preparatoria ante la consumación. Su movimiento continua con un ritmo religioso, imperturbable, cada uno de sus oscuros y lentos pasos denota, gracias precisamente a su discreción, el destemplado marcapasos del destino y el ruidoso hueco fantasmas que despierta desazón en los perros y comezón en los sabios incansables. Su oscura figura se extiende plantada por unas extrañas, vivas y oscuras raíces en el suelo. La habitación se halla opaca y condicionada por la siniestra condición de la intemporal calamidad que la muerte anticipada conlleva. Muerte anticipada, aquello que ocurre en los superfluos seres que enmarcan sus aceptados objetivos en el estúpido egocentrismo de sus respectivas culturas. Estúpidos seres ciegos y determinados por le gran insecto continúan ralentizados, obcecados por sus artificiosas presunciones de lo importante, los contemplo desde aquí, sin el más mínimo ánimo de ayudarlos. Me encuentro frente al hipnótico insecto, y tan solo ejerciendo rol de espectador él consigue elevarme a la más alta cima de los placeres, lo observo como un agente autónomo y discreto, como las cómplices hojas del escondido cadáver. Le grito y le animo, lo hago porque se que da igual lo que haga, el destino está marcado, la partida está terminada. Nuestra relación es meramente burocrático. Yo debía estar conectado a él, debía ser uno más, debía ser un castigado más.
Noto un sorpresivo cambio en mi interior. Quizá ellos no están castigados, quizá yo soy el castigado y esto es el infierno. Supongo que mis actitudes están determinadas por criterios subjetivos de lo bello o abominable. Pero miro el gran insecto, y la pantomima de los seres caminando sonambulizados, creyendo fehacientemente en las consolantes creencias y la fe que emerge frente a ellas y entiendo, en ese momento, por qué no me había gustado. El insecto es el sustrato y ritmo real de la vida, los seres caminantes están engañados, como parte de un todo solo contemplan su propio nodo creyéndose poseedores de lo absoluto, gracias a ese tenaz discurso de palabras inmaculadas o de creencias compartidas, el consenso acrítico al servicio del antojadizo haz azul de energía que el insecto dirige sin aparente arbitrio. ¿Era ese deshumanizado insecto mi imagen de Dios y esta era mi soledad?. Porque si así lo era ya no debía producirme placer ni orgullo, sino todo lo contrario. ¡Oh, Dios mío!. ¿Soy yo acaso tan arrogante que me creo diferente al resto cuando ellos mismos ni siquiera ven el haz azul que les conecta?, quizás solo estoy jugando a reconfigurar las formas del mundo que me han sido ofrecidas, estoy jugando a desvelar los oscuros secretos de la existencia, pero quizá esté tan determinado como ellos y lo que me empuje a inquirir y apercibir no esté menos promovido, que en ellos, por el solemne estabilizador del consuelo, consuelo que tantas historias e identidades ha configurado. ¿Es que no puedo despegarme de mi placenta?¿No puedo gritar y caminar solo como las ratas corren por las celestes cañerías?¿Es que no puedo cambiar las normas rebelándome ante el curtido y magnánimo sistema? El insecto iza la mucosidad hasta su desfigurada boca, y traga su desnutritivo alimento, mientras que las azules antenas que nacen en su cabeza siguen moviéndose fantasmalmente orquestadas. Una sensación nueva aterriza en mí, una repentina angustia que me debilita, y aunque quiero arrodillarme me congela, y aunque quiero vomitar mi garganta se atora y me mantengo posicionado como una estatua obediente, sometida, como una bestia de laboratorio apunto de ser lobotomizada. La angustia crece incipientemente hasta que se empieza a calmar como si el último meteorito apocalíptico hubiera caído en un polvoriento y ya despoblado planeta. Mis pies pierden su densidad y se tornan verdosos y viscosos, lo mismo empieza a ocurrir con mis manos. Debí haber perdido el equilibrio pero me mantengo inmóvil, encajado en una enrarecida y extraña densidad del espacio. La viscosidad verde se extiende a mis brazos y mis piernas, por todo mi cuerpo, mi figura es cada vez más indistinguible. De pronto lo observo, el extraño insecto come con avaricia su mucosidad visceral. Cuando ya estoy casi desintegrado un haz azul se manifiesta en mi campo de visión y alcanza mi cabeza, parece como si siempre hubiera estado ahí, lo noto como parte de mí, una extremidad más que va más allá de mis sentidos. El haz llega hasta la cabeza del insecto. Cada vez siento formar más parte de ese brazo gigantesco. En cuestión de pocos segundos siento que había dejado de ser lo que siempre había considerado que era. Mi conciencia se eleva y es absorbida por ese ambicioso haz, dejando en el pasado espacio fenomenal todos mis miedos y esperanzas, la fe también se queda atrás deconstruida como siempre estuvo, chantajeada, inútil como un manual de instrucciones inservible y desechado.

14-10-13

domingo, 13 de octubre de 2013

CALLAR Y MORIR

Maquetado pretexto en el que mi comportamiento se acomoda.
Invalidez de la irrisoria existencia. engrosamiento del cínico estatus quo.
Anulación de la presión por medio de la acomodaticia ingravidez del ánimo.

Perro sediento que suplica a las piedras. Sol que sofoca mi interior más que mi piel.
Antojadizo engaño de que nada importa. Abandono de uno mismo. Muerte de lo espontáneo.
Reloj de plomo anclado en mi cócix. Indeleble desencadenamiento de decrepitud.
Constructiva delicadeza que atempera el huracán dormido, tal como haría la lejana doncella
sobre la que se construyen falsas historias imaginadas.

Medio de evasión que se diluye en la contemplación del infinito mar.
Compasión de uno. Delimitación de dimensiones. Corrección de atribuciones incuestionadas.
Suave vientre iriscente huntado de crema. Cosquillas que de él emanan, volátiles y dirigidas por
los frescos golpes del viento que yo atraigo con las bocanadas de mi profundo deseo.

Venerada bestia de amor, atrapada de abundante y fina telaraña
que entorpece su espesa acción. Venerada y descomunal bestia,
de descomunal fuerza, que escapa de su depredador para encadenarme
a su marcha y lanzarme ávido al fulgor de los objetos sin escrutinio.

El silencio de mis partes. El estar por estar. El vivir en vivir.
Silencio sin análisis. Ida sin vuelta. Palabras y fantasmas. Emanación sin fundamento,
brote de nada, rabia de nada, y deseo.

Desdeñado hilo conductor. Corrupto vaivén de mi invención.
Catalizadores. Estabilizadores. Pastillas. Personas y palabras.
Medianeras entre las personas. Delimitación del yo y el otro, deseo común y
deseo incompatible. Andar, andar y andar, que andar es caer de tanto andar.

Reconocer el engaño. Engañarse creyéndose sabio. Acumular más y más engaños.
Creerse más y más sincero. Parar. Dejar el miedo a estropear. Sencillamente parar.
Ponerse a un lado. Callarse. Apreciar sin esfuerzo. Callarse de nuevo. Callarse todo el rato.

Empezar de nuevo, siempre se empieza, en verdad, nunca se abandona.
Izar una bandera. No tomarla en serio. No tomar nada en serio. Que se rían. Reírse.
Llorar. Asfixiarse sin palabras. Esconderse. Huir. Suprimir las pistas. No asesorar. No contestar.
Hablar de la vida y la muerte a la par. Tragar arena y vomitar. Volver a tragar arena.

Mear en las personas. Que me rechacen. Que me descrediten. Que haga como si no me afecte.
Que muera por dentro. Que no entienda. Que crea que la felicidad es un suspiro,
una celebración ignorando el escenario del fondo. Asumir el luto entre carcajadas.
Dejar de bromear. Callar de nuevo. Ahora sin bozal. Ahora con desgana. Ahora con mortaja.

Callar y morir.


13-10-13

sábado, 12 de octubre de 2013

7 días

la había deseado (y me había costado), por la potencial sensibilidad que me mostró, por la contumaz deslegitimización que dirigía, sin darse cuenta, a los latentes esquemas que yo proyectaba en las relaciones.

La desee por la sutil manera de curarme, haciéndome saber con sus gestos descargados de injuria que el aprecio, afecto y deseo no son incompatibles con ese invacilante modo de dirigir su presencia, que en ocasiones se asocia con orgullo, con la defensa ante el desapego.

Siento que he jugado a lo que acostumbro  que sea un dañino juego. Siento que esta vez el juego consistía en desdramatizar la partida y en jugar a cambiar las propias normas hasta el punto de que las fichas ya no se dirijan a perder o ganar, solo a disfrutar de los 7 días que hemos compartido.

28-08-13

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Todo depende ahora de mí

             Mi estado está lleno de tristeza. No sé cómo hacer frente a ella. Siento que me aferro mentalmente a las pasadas formas de interactuar con el mundo que estaban antes de que esta reciente felicidad terminara. La intuición de lo que mi memoria registró, en los momentos de más sabia emoción o emotiva sabiduría, son los que me guían. No sé qué quiero o espero conseguir. No sé qué nuevos recursos podrían nacer, pero me reconozco en esta distimia que tantas veces me atrapó en el pasado y siento que la caducidad de ese estado está llegando, y esa reconfortante comodidad empieza a ser más insostenible, más incómoda, y la disonancia crece como lo haría la presión y las burbujas en una olla a presión.
¿A quién quiero hablar desde esta desconocida compuerta? Los hoscos bastidores reclaman lo que estropean con su movimiento de guerras patéticas.
La apatía crece en mí, y encuentra cualquier incisura. ¿Incisura? ¡no hay incisuras! No las hay porque no hay medianeras entre mi ansiedad y mi parte integrada, todo es una compota, y mi clarividencia es la del espectador de un partido de futbolín en un bar de perdedores.
Estoy desmotivado, enfadado y siento que me castigo a mí mismo con la misma estúpica contumacia de siempre, la misma inoperante estrategia.
           Pero el enfado me eleva, me hace querer una revolución, desear un cambio con más ahínco. Cosas han cambiado que son mejoras ahora que nunca, demasiadas, en realidad. Procurarme lo que necesito es lo que me salva, lo único que busco, pero mis hábitos me pueden alejar mientras que mi arrogancia se afrenta con el discernimiento, negando lo evidente como un político corrupto en este sistema parasitario.
            Pero en el fondo sé lo que pasa, claro que lo sé y sé que el equilibro se avecina. Lo se porque no estoy renegando de algo que inmediatemente me haga sufrir, lo hago de una forma de vida atractiva en apariencia pero que posterga a mis más solemnes necesidades, las raíces que se acarician mánsamente con las aguas más profundas. Este enfado reniega de aquellos beneficios que generalmente busco, beneficios que calman, me inyectan paz y placer, pero que con el uso y la experiencia acaban, por su insuficiencia y por mi necesidad, por nutrir al hilo conductor que me lleva a ese emanador de lágrimas entaponadas que reconozco como yo, que tanto más vivo me hace cuanto más muestro en mi mirada, que tanto más me permite amar cuanto yo más lo respeto. A veces se oculta, y deja esa otra parte de mi llevar el control, lo permite, pero esa lujuria acaba por atraparme, y trasciende del fin último, se emancipa y disocia de ese yo escondido,  el cual solo tiene que apretar el botón para silenciarlo todo, para castigar con un terremoto silente que derribe los juguetes que voy creando ¡Qué jovialidad, que gran pasión, qué alegría!. pero qué poco consciente que soy si no me doy cuenta de que este resentimiento es una regulación que viene del último estrato del gran pozo de mi conciencia. Las aguas profundas no se mueven, tampoco hablan,  pero pueden atorar mis músculos y deshidratar mi boca, enmudecerme y mantenerme así, mediante emociones consecuentes que yo mismo genero ante la incompresión de lo que ocurre, surge la verguenza, celos, rabia, envidia... Pero esas emociones son consecuentes que yo mismo genero ante esas condiciones fisiológicas predispuestas por la sabia madre natura que yo llamo yo, y que otros identifican con su común con Dios.
             Acción y reacción. Pero yo gestiono, ahora puedo tomar el mando, como siempre, la diferencia es aprender a hacerlo más y más íntegramente, más sabiamente, tropezarme con más y más piedras. Pongamos nombres a las crisis, archivémosla en el libro, pero no sirve de nada si no entendemos que la naturaleza habló, y lo volverá a hacer si no está satisfecha. Ahora yo decido como me hago fuerte si entiendo cuales son los medios que se acercarían más a mis necesidades, si me decido a ponerlos en práctica, a que responsable atribuyo la culpa dentro de mí  y si quiero tener más y más grados de vitalidad.
            Un enfado, una irritación, es en sí más vida que el silencio. Ese resorte emotivo en mí representa algo y si el medio donde vivo lo permite expresarse ¿por qué no va a contribuir en mí, y no me va a permitir evolucionar?. El aumento de libertad en sí es ineficiente, y se puede tornar depresiva o caótica, si no se acompaña de gestión de uno mismo.
            Crecer no es motivo de orgullo, la conciencia "per se" es satisfactoria, el enfado cuando te has conquistado a tí puede tener rastros en lo que quieres cambiar del mundo, en los demás. Pero hay solo una razón por la que ese enfado te lleva a este punto, tu acción y tu forma de vida se plasma fuera, y si eso no tuviera un sentido evolutivo entonces no existiría y si tiene un motivo evolutivo es porque es lógico y refleja la capacidad de fondo por ser más, por ser más feliz y descubrir nuevas formas más saludables y tranquilas con las que relacionarse con el medio, con las que hacer el medio.
Todo depende ahora de mí

25.9.2013

sábado, 17 de agosto de 2013

¿De dónde viene esa angustia?

Quizás viene de esa pequeña parte de ti
que caprichosamente deniega el natural fluir de tus estados anímicos.
Quizás viene del esforzado intento de presumir qué es lo que a uno le conviene,
sin atender antes a lo que necesita.
Quizás viene de ese podrido precepto que acoge, como las hojas el polvo,
las eperiencias que se presentan, dotándolas del contumaz aserto del sabedolotismo.
Quizás viene de asumir que tus incómodas reacciones
están ligadas con esos apresurados prejuicios, que tanto se legitiman,
se mire donde se mire.

Quizás uno deba dejar de mirar. O mirarse dentro y preguntarse, antes que a los demás:
¿De dónde viene esa angustia?

17 de Agosto de 2013

martes, 16 de julio de 2013

Encontrando presencia en el rio

Había vivido tantas emociones intensas en las últimas horas que la quietud de la que disfrutaba transcurría como lo haría el desagüe del agua tras una tormenta.
En las olas del rio, que contemplaba sentado desde la orilla, el silencio se patentaba sin dejar rastro de los concretos eventos que había presenciado.Tenía ciertas nociones generales de cual era su visión sobre los sucesos, podía incluso apercibirse de los cambios que ya se estaban generando en él.
Quizá para otra persona las últimas horas habrían sido relativamente normales, quizá solamente vivencias intensas que juegan con la relatividad del tiempo, para él era más que eso.
Tampoco estaba seguro de si lo vivido era un precipitante o el reflejo de un cambio de actitud, del cual no sabría situar su origen.
Estaba allí sentado y el silencio era glorioso.
Cada metro cúbico de agua que pasaba por el río ya no volvía, cada pájaro que surcaba por encima de él, sus graznidos y la veloz sombra que los delataba, eran únicos y particulares.
Los colores, brillos y figuras no se hacían notar por su intensa belleza intrínseca, no era algo persuasivo, ni secuestraba la atención, no embelesaba su conciencia, ni le hacía olvidar su historia.
Solamente daba un nuevo tono particular a la manera de operar con cada pensamiento y sensación, situaba al tiempo en una encharcada instancia donde los muros no lo contienen delimitando apresuradamente el pasado o el futuro.
Todo era pausado y cada respiración cargaba las pertinentes ganas, aunque no supiera exactamente de qué.
Las personas y los perros se movían perfectamente sincronizados con lo que les tocaba hacer y decir.
Quizá no se entregaba al cien por cien pero era perfectamente capaz de distinguir donde nunca más quería volver a conformarme.

17 Julio 2013

lunes, 20 de mayo de 2013

EL AMOR BUSCA NACERTE


El amor pretende llegar allá donde la conquista
de la lógica no logra maximizar tu expansión.
El amor se cuela entre los rescoldos de tu expirado habito,
de la costumbre cochambrosa que mantiene al teorico racionalizador
injectándose sus teoremas.

El amor condiciona la electroconducción de tus neuronas,
y se discurre entre ellas de la mano del sufrimiento,
y se cortejan en la danza, como fantasmas de hedones,
hasta nunca acabar de extasiar,
con la atónita y rebelde convulsión,
a tu permanente testarudez.

El amor es la llave a la puerta del cambio paradigmático;
el amor es el grito de la base de tu escala de instancias psíquicas;
el guía mudo que con su irradiante voz de clamos guturales
redirige el devenir de la marcha procesual de tu vida.

El amor se irrita y se inflama
cuando con la energía de los músculos de tu lógica
quieres conducirte al recodo opuesto
del cual él se reconoció en su origen.
Entonces te allanará reblandeciendo tus cimientos infantiles,
y se proyectará en objetos lejanos y básicos,
hacia los cuales, tu narcisismo se resistirá tajantemente a llegar.

Puede que al final te permita empatizar con tu mascota,
hasta que llores la pena que ella nunca tuvo
desde el telón de fondo de aquello, que seguro, defiendes
como el solemne planteamiento de tu defensiva realidad.

Realmente, el amor no es más que tú mismo,
y lo sabrás cuando consientas esa declaración
y todas tus instancias maculadas viren y se arrodillen ante él.

El amor te convencerá para dejarte llevar por su extensiva fe,
una fe sin argumentos, que ni mucho menos,
te salvará más de lo que tus creencias lógicas lo hacen,
pero te mantendrá presente y te otorgará la sensibilidad
necesaria para apreciar la simple sencillez de estar.

Así fue como él nacio.

miércoles, 1 de mayo de 2013

TÁCITOS TESTIGOS


          La mano de un ángel danzaba escondida entre la densidad de las nubes,
inmaculada y suelta mano que experimenta la disociación con su celestialidad,
explorando la metafísica prohibida, se sigue moviendo desnuda y con suavidad, 
jugando con las moléculas de vapor sin ser consciende de su creación, solamente
se deja llevar creando arte de la naturalidad.
         Un ojo amarillo y gigante hace su indulgente parpadeo en los resquicios clarividentes
de la constante corriente de nubes. Restos dispersos y desconectados de un rostro perfecto y angelical, cuya composición solo depende de la expectativa proyectiva del mortal.

Tras la cosmológica catarsis:
El hombre del sofá contempla sus arrugas en su espejo;
la madre se plantea que podría haberlo hecho mejor;
el filósofo expulsas los conceptos por la ventana;
la llorona testifica su despilfarro de quejas.
Perplejos agricultores que contemplan la resistencia pacífica 
del inexorable crecimiento de la hierva,
la madera de los muebles se disloca 
y traga la vajilla y los amuletos con un alienante chisqueo;
las mascotas delinean su categoría y con su más sabia mirada 
relativizan la supremacía natural de sus dueños;
los historiadores abandonan su antropologismo;
Los galardonados equiparan sus trofeos al último peine usado por sus madres.

¿De dónde viene esa mano? ¿Y el gigante guiño?, nunca nadie lo sabrá.

lunes, 22 de abril de 2013

hasta que yo volví a ser yo

           Sucedió cuando abrí la puerta de la cocina y me encontré en medio de una escena que había soñado.
Los objetos se achicaron, los colores cobraron más contraste, el espacio resultaba un habitáculo de dimensiones geométricas perfectas, encajadas en una sobredimensión a penas intuida, como si me encontrara dentro de una casa de muñecas y la vida se ejecutara desde fuera en forma de testigos perdiendo el tiempo.
         En ese panorama ridículo y a la vez tenebroso yo era un elemento más, contagiado por la cariz del trama, poseído por las propiedades de mi entorno. Anduve hasta el fregadero, de tono oscuro y distante, los utensilios de cocina brillaban como dientes de plata en una vieja fosa común. Todo estaba allí, como de costumbre, ni corroído, estropeado o desordenado, tan solo inundado de una extraña siniestralidad imposible de poner en palabras o de concretar su origen, pero manchado de una espectral marca diabólica, que más allá de sentidos tangibles afectaba al discurrir del tiempo y el espacio.
         Pero más allá de los mismos sentidos, esa sensación me arrinconaba en la original raíz de todos los comportamientos, pretextos, objetos y palabras percibidas y ejecutadas. Me recluía en la misma abstracta concepción del tiempo y el espacio, más aún que alterar su progreso; otorgarle una languidez extraña o acelerarlo predregosamente, me vi por encima de ambos. Entonces, la relatividad pasó a ser aun más relativa y la alternativa era el 99% respecto del 1% contemplado hasta el momento. Entonces descubrí la duda del abismal cosmos.
        Sin embargo, la inmanente vida basada en mi inmediatez regresó abruptamente y su insidiosa invasión comenzó donde yo me resistía complacido en los compartimentos más básicos de mi existencia. Entonces, desplazado, como un bebé de sentidos bloqueados, una nueva corteza viscosa se desarrolló en mis perceptores y regresé a una inconfortable y disonante placenta donde la punta de los recuerdos asomaban como pollas de cachorros entre las redes semánticas que implementaban la percepción del fenómeno.
         Poco a poco yo volví a a ser yo. Hasta que regresé a la cocina como si la potente fuerza de un muelle me retrajera. Allí estaba el fregadero, iba a usar los utensilios para cocinar. Me había dejado la puerta abierta el entrar, me dirigí a ella y la cerré para evitar la entrada de corriente. Tenía que coger algo de comida para cocinar, me puse en marcha hacia el frigorífico. Me paré atónito. Había comprendido el suicidio.

22-4-13

viernes, 19 de abril de 2013

o qué se yo

Esa llamada alma que circula entre los rescoldos de mis esfuerzos emprendidos,
debajo de la negra piel cenicienta que antoja y hechiza mis organos vitales
conviertiendo los ojos en piedra y carcoma.
Nudo de exhasperante, y consabido también es que transitoria,
alienación de emociones; sentidos; conceptos; complejos
entresicos de parodia humana y realidades maquetadas ¡o qué se yo!
Amasijo de paja con orina que desde la clóquea adultera los fonos que
deberian llegar a mis oidos. Desesperada y salvaje inclinación humillada
por la asertividad escondida del hombre.
Abismo de golondrinas escanciadas en la garganta de un hosco
mundo de circulos viciosos, de incipientes y silentes lepras,
de simientes echadas a perder por el vicio,
de razas obcecadas en la prisa
de creaciones orgánicas disfuncionales.
¡aleluya por la aberrante creación!.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Convertirse en nada bailando


Alguien cose las fuentes del drama y así aisla su corriente,
neutranlizándola primero, para luego transformarla en la serenidad
que corresponde al origen convergente de toda dispersión del sufrimiento.
Irrisorio y ya anecdótico agobio, debido a la ausencia de esfuerzo de no concatenar
sensaciones con conceptos entendibles.
Reconocer la dictadura a la que se someten las
explosiones de inspiración, su asqueroso círculo
de dependencia, de autorregulación homeostática,
de adicción benigna que zarpa discreta en los chaquetas
de los galanes protegiendo la doblez de sus sonrisas
del umbral de la insostenibilidad.
Reconocer la arbitraria función de los nombres, de lo
universalmente aceptado que pende con metalizado y
ciego hilo de la intrincada e intransferible necesidad
del subsuelo de la existencia, aquella que galopa cómicamente,
escondiéndose intransferible entre los irrelevantes pasos y cortejos
de humanos, que miran obcecados sus objetivos conceptuados,
escondiendo bajo la sutura artificial y maquillada de su piel su naturaleza bestial.
La relatividad de todo ente anula toda conexión arbitraria que da sentido
a una mera identidad, tan descubierta y avergonzada que se niega a eregirse
como piedra angular del sentido de vivir. El discernidor tampoco pretender 
hacer aspirar la omniscencia a una supracategoría celestial que ratifique la paz creada 
con engaño en tierra pagana.
Una erección huída de su objeto erótico crea un agujero negro cuando pretende
eyacular en abstracto, y las vísceras son vísceras, con protofunciones a las cuales
se somenten como testigos silentes, como ojos de gato apabullados por el cambio
del día a la noche.
Un espíritu diferenciado del cuerpo, abrupta separación, decide burlón jugar con la
respetada y paródica linea que los separa, y danza como un conejo seductor
arrastrando imanente les venas del cuerpo, barriendo células muertas y tensando los huesos.
Por lo que más se adolece la acongojante víctima es por la tensión del inentendible evento, por la rasgadura
agresiva de conceptos, doloroso descimiento de nodos centrales de su insignificante pero inflamado sentido.

Placidamente como testigo que danza ya me he convertido en nada.



6-3-13

Ese extraño


Tener dentro de mí un extraño, 
sentir su piel acartonada aislada de la intencionalidad 
de mis terminaciones nerviosas.
Intuir su contrapuesto objetivo al mío, 
sentir sus dedos por la columna vertebral. 
Más inquietante aún es no saber donde se haya escondido. 
Saber que algo entre tú y el mundo se encuentra dislocado,
intuir por telegrama que ese extraño es el responsable. 
Descubrir que comprime la fuente de aquellas formas 
que me componen a como lo que soy.
Exhala el placer, la producción de ideas, el razonamiento, 
mi energía en general. 
Elimina la dimensión subjetiva de mi reflejo en el espejo. 
Me hace sentir a mí también extraño, convierte cada protocolo
en una extranjera angustia, 
lejana pero invasiva y silente.
No me deja recursos para expresarlo a sí mismo; 
no puedo describir la sensación de axfisia y terror 
que germina entre él y yo, o detrás de él, o en mí mismo.

6-3-13

martes, 19 de febrero de 2013

Opaca Serenidad

Mi pensamiento se revela ante la imperenne serenidad,
permanente, pero opaca.
Constante como las olas, por muchas
latas y vidrio que se hallen en el fondo del rio.
Mi juicio transciende del momento y condesciende
con una extraña sensibilidad intelectual.
Serenidad iridiscente, exuberante y falsa,
irrefractaria ante lo más llano y sencillo de la red humana.
Adicción a tornados de ideas, a la concentración
de polvo en las barricadas de la guerra en solitaria,
armas entrenadas hasta la eternidad para aparearse con
su propio casquillo y casarse con la bala; para
al final producir una gelatina indeterminada, una
derretida presencia sin función, un fantasma despechado
que reclama con ridículas y caprichosas apariciones
lo que no supo vivir.

Concentración de ideas, sinónimos, más y más palabras,
engrosamiento del cáncer vital que olvida la función
sostenible de la piel, y la de los pies.

Legitimándome en perspicaz no hago más que erigir
un yo vanidoso que no repara en chafar y amedrentar
a aquellos catalizadores de serenidad e integridad.

En el fondo, todo en su cima tiende a la base,
precipitado de este modo por su extremidad.
No habrá nada que me quite el cansancio hasta que
no desmantele el epicentro, pues si la base es base
y la serenidad imanente a la vida, como así lo es la semilla de
lo nacido, entonces, por mucho que las ramas quieran abarcar la totalidad,
si la serenidad no encuentra la manera de dislocar, al final aparecerá alguna.
Aunque sea proporcionando dolor de origen insospechado,
cansancio, o desgaste incapacitador.

No tengo la sensibilidad, pero sí mi lazarillo

19-02-2013

jueves, 31 de enero de 2013

El almacén del maquinista

    ¡Paren! ¡Paren!. El maquinista  de bata blanca alzaba las manos como un muñeco hinchable de plástico. La terrible maquinaria dejó de funcionar. Los artificios cabezapensantes extinguieron la luz roja de su interruptor. El almacén se inundó de una cortina azulnegro como si el polvo acumulado incandesciera y conviertiera con su paso la carne en materia grisácea. Los cuerpos se quedaron tumefactos y quietos, con la mirada perdida y vacía, una microluna anodina se reflejaba en cada ojo que se proyectaba sobre la indeterminación del espacio, pura ceguera producida por la presión sorpresiva del súbito silencio inusual del local.
    Alguien, nadie sabía quién, había decidido detener súbitamente la implacable maquinaria que llevaba años trabajando. Uno de los operarios, con una gorra negra y desgastada, con acné y filamentos pueriles e inconstante sobre su bigote, un diente torcido en la punta frontal de su picuda boca, un acantilado de noventa grados de desviación que acumulaba mierda marrón en la parte trasera. Esa no era la razón de su acento bulbuceante, su ciceo roñoso, asqueroso como el alga atrapada en la ropa interior de una gorda. La lengua hablaba por el tío, no era el tío el que la utilizaba, o visto de otro modo, hablaba con la pesada carga de una lengua caricaturada que canta y celebra las directrices prohibitivas impuestas por su naturaleza atascada en un hermético estadio de deformidad. Su lengua se levantaba como una masa cortejada por levadura, poseyó al hombre que le daba su elemental función, y como un ama de casa que reclama decencia con el rodillo de cocina y los rulos en el cabello, achicó la poca dignidad del hombre. Los pequeños órganos, incluso orgánulos estaban despertando, esa pequeña maquinaria y su paradójico ruido silenciaba el levantamiento de la vida limitante, circunscrita y estable de estos elementos, así lo hizo durante años. Ahora sobre el silencio y la azulada atmósfera iban reaccionando con una secuencia azarosa pero torrencial. La ama de casa rompió la membrana de lo que antes era una corriente lengua y salió a descubrir el mundo. No era la única de su especie, en la sala se encontraba también un peluquero gordo, con el pelo marrón y la piel facial amarilla, había salido del dedo gordo del pie de otro empleado. Un vendedor de cuadros sonreía con enormes dientes, desproporcionalmente grandes y desproporcionalmente blancos, éste había nacido del pezón de otro empleado. Uno a uno, todas las cortezas de cuerpos que antes tenían un sentido tan claro de su existencia iban pereciendo sobre el suelo del almacén. El vacío del almacén había dejado paso a una nueva dimensión, una generación de vida más animada y alocada. Los nuevos personajes no tenían necesidad de depender del trabajo, no vivían condenados y maniatados a una costosa actividad sin objetivo.
    El maquinista de bata blanca, el que había ordenado la detención de las máquinas, bramaba con una intensa voz desde arriba de la máquina de destilación del producto.
    - ¡Jajajaja!, La nueva generación romperá la alienación, ¡Viva Marx!¡Viva el comunismo!.
    Todos los nuevos seres celebraron estas palabras, pero no reproducieron una respuestas entendible y sincrónica, sencillamente se descubrían unos a otros como gatos que analizan la ofrenda de un turista. Enseguida, la líbido precisa y célebre de cada uno controló la motricidad de los seres. Todos gritaban pavorosos y felices.
    - ¡Dejadmee cocinaaar una buena tortillaaa! - dijo la ama de casa mientras lenvataba la parte delantera de su falda con el rodillo de cocina.
    - Déjame probar a hacerte un buen trabajito – Se acercaba el peluquero a su entrepierna con mirada lasciva y curiosa. - ¡Soy un peluquero intelectual, permíteme! - Todos rieron a la vez mirándose y desquiciando la complicidad de la broma, subiendo unos cabezas sobre otras, alzando la voz más y más, babeando sobre las cabezas de los que se quedaban abajo de la pirámide que apuntaba a ninguna parte. Empezaron a construir una gran pieza uniforme, unos sobre otros con postura de saltamontes. Todos reían lascivos, celebrando esa actividad constructiva y en común, se sentían partícipes de una loca e impenetrable orgía, una religión compuesta de carne y huesos amontonados, unos sobre otros, una gran masa de mocos, cráneos, venas rápidas, virus, células, vida, vida y más vida, vida y destrucción, conquista del planeta. La ambición de los seres hizo de esa masa, con una forma cada vez más picuda, una gran pirámide donde desde el pico se percibia ruido visual producido por el baile alocado de los brazos que querían seguir intentando llegar a la cima. Ninguno sabía por qué lo hacía.
    - ¡Deténganlo, deténganlo, esto no es lo planeado! - el maquinista, libertador de las fieras gritaba despavorido, nadie más podía oírlo, ahora estaba solo.
    La pirámide crecía ya no por la aglutinación y restructuración de los seres, había un crecimiento protoplasmático, se contraría como el corazón de un adolescente, aumentaba en musculatura, aumentaba la presión de los ojos sobre las órbitas de los seres. Las manos, dedos y brazos se colaban por las cisuras de la maquinaria. No cesaba de crecer, poco a poco llegaba al techo del almacén. Un escape de gas.
    El maquinista tenía que pararlo como sea, había comentido un grave error.
    Una gran cara, como el de un blowfish emergió sobre la masa caótica y descumpuesta que habían formados los seres. Abrio la boca, una boca imperfecta, con piernas y utilerias entre sus sangrientas comisuras - ¡Ahora es demasiado tarde, ya no puedes detenerlo!¡Detenerlo!¡Deteneeeerlooooo! -.
    En un último grito la carga de carne explotó, echó sus tripas sobre las máquinas, un brazó se torró colgando en la válvula del escape de gas. El maquinista presenció la explosión, desde una esquina, abriendo la boca y sacando sus ojos de las cuencas, esa explosión se produjo frente a sí mismo desde la impotente esquina en la que se encontraba atrapado. La explosión sucedió en su campo perceptivo y se repitió a cámara lenta en su cerebro mientras la mugriente matería se acercaba a él como balas de cañón, para luego deconstruirlo en nada, descomponerlo como si el blowfish estuviera finalmente compuesto de ácido.
    El almacén se quedó en silencio, pausado. La maquina estaba destrozada y doblada, como un castillo de arena meado. Una masa pastelosa, verde y viscosa se esparcía por toda la habitación como un campo celeste sobre el que ocurrían pequeñas explosiones eléctricas. La microvida murmuraba su constancia sobre ella, un latido gigante de corazón convertido en un constante aleteo de colibrí, como diminutos enanos puestos unos sobre otros  en una cámara de gas. Ahí estaban, en un espacio tan minúsculo que no llegaban al umbral perceptivo, tan solo intuitivo. Ese murmullo constante y eléctrico se fue disipando poco a poco. La sala quedó vacía, destrozada y desolada, esperando en la eternidad un siguiente ciclo de vida, o lo que diantres fuera.      
                                                                                                
    31/1/13

martes, 29 de enero de 2013

DOS MESES Y TRES SEMANAS


Para María González, 13 de Septiembre de 2001
de Felipe Soria.

María:

Me resulta costoso arrancar un discurso en esta carta. Realmente no tengo muy claro qué quiero decirte. Sin embargo, una fuerza impetuosa y profunda me insta a hacerlo lo antes posible y con la mayor honestidad posible.
Soy perfectamente consciente de que hace mucho tiempo que no sabes nada de mí, dos meses y tres semanas para ser exactos, y también puedo sospechar, tras mi brusca marcha, el sumo desconcierto que estas palabras pueden ocasionar en tí.
¡Qué puedo decir!, está plenamente justificado, me esfumé motivado por las extrañas sensaciones que en su momento me invadieron, sabes perfectamente cuales eran, las conocías por su recurrencia. Realmente, siempre lo has sabido todo de mí, tarde o temprano, lo has sabido todo.
A pesar de los días que consumía ensimismado, retirado de toda interacción, abrazando la penuria y la nostalgia, en ocasiones, tu reclamo captaba mi atención y despejaba así mi absorción. Era en esos momentos cuando te contemplaba, en unas ocasiones desde arriba y en otras desde abajo. Pero por muy lejanos que fueran mis viajes, perdido, siempre ha habido una elástica cuerda que me retraía a tí, o tú me retraías a tí misma, o me hacías retraerme a mí mismo. Y así me reconectabas, mostrándome pretextos de gozo, hablándome de la sencilllez, instándome, en ocasiones empujándome, al paseo. Soy perfectamente consciente de que siempre me lo has dado todo, y con cuanta entrega incondicional lo has hecho, aún sin esperanzar más implicación por mi parte, tan solo dabas lo que dabas, por el valor mismo de hacerlo, y si acaso confiabas en que lo apreciara en el fondo, allá donde nunca te atreviste a socavar, donde nunca cuestionabas nada. Hablo de aquello a lo que nunca hacías referencia.
Simplemente era así, esa impasividad, esa anhedonia. Lo tenías aceptado. Así lo fue también para mí durante un largo período, sencillamente tenía que dejarme llevar por mis oscilantes impulsos, por muy allá que me fuera siempre confiaba en que tú estarías allí, encendiendo de nuevo aquellas velas que se apagaban en mis viajes por falta de oxígeno. Ciertamente durante un periodo, estaba plenamente convencido de que todas las partes de mí estaban auténticamente entregadas a tí. No tardé en cuestionar esa realidad, como otras, movido por pensamientos analíticos, análisis de diferentes sistemas de organización de los que infería que el sistema puede ser abigarradamente complejo cuando se trata de preservar el estatus quo del autoengaño, que diferentes parcelas de uno mismo pueden condescender con el todo para no enfrentarse a realidades abyectas, a sentimientos que nos ubicen en la más aparente de las desconcertantes dimensiones, ese oscuro subsuelo de aniquiladores de identidades, esa deshumana dimensión que anula la entidad cognoscible de los objetos. ¡Siempre he tenido tanto miedo a eso!, tanto que a pesar de mi “libre pensamiento” no he tenido más valor que circunscribirme a los guiones determinados del día a día, aquellos que me indicaban desquiciadamente los patrones a seguir para no caer al fondo. Allá donde siempre atrevía a dar unos pasos contando siempre con tu cuerda.
¡Dios santo!, esto es de una tremenda racionalidad, estoy comtemplando vívidamente todo el engranaje del complot que me soportaba a vivir en esa pesada coyuntura, no sé hasta qué punto es devido transmitírtelo completamente. ¡Qué diablos!, me expresaré abieta y llánamente, como enuncié al comienzo de la epístola.
Me gustaría que captaras dos tipos de dimensiones que siempre han estado en mí dramáticamente opuestas. Una es toda aquella que comprende las vivencias que me unen a todos los resortes que tú me has ofrecido en el día a día. Para ser más concreto, me estoy refiriendo a levantarnos por la mañana, tomar el desayuno, salir a pasear (como ya mencioné). Pero también, a aquellos desquiciantes patrones (que antes referí) que tenían la función de no hacerme perder el salvaguardado contacto emanado contigo y que evitaban, no el hecho en sí (es subjetivo), pero sí la imaginada, siempre temida y consolidada alineación de mí mismo; habiendo sido tú, claro está, el vínculo humano más profundo que he tenido nunca (mi cuerda de arenas movedizas). Pero más especificamente también puedo referirmeme a todas aquellas cosas sobre las que no recurría, o sobre las que simplemente no me pronunciaba, como tener que estar tantísimas horas con tus amigos hablando sobre la segura certidumbre del mundo entre elegantes referencias y copas de vino, o condescender con la resolución de que es justo que el mundo sea injusto, ya no que haya una razón que escape a nuestro control y que determina que existen los accidentes y la injusticia, vista ésta de forma natural. Me refiero a esa idea tuya de injusticia que te ha servido para legitimizar tu estatus, aquella que transciende vulgarmente de la estocástica justicia, aquella que es coherente con el derecho divino o por herencia, y que tenía que permitirme asumir que sencillamente “cada uno tiene lo que se merece”, “o que si te gastas todo el puto dinero que tienes en unos zapatos es porque es importante para tí, o lo que es peor, porque te lo mereces”.
Me gustaría que transciendias de juicios, y que percibieras a la vez mis groseras expresiones como proclamos fervientes y tangenciales de una necesidad encubierta no calmada. Esta es la segunda dimensión. Esa otra parte de mí que testifica cuando todas las otras se asientan y conforman. Esa otra parte de mí que jamás avala un autoengaño, por mucho que lo pronuncie, ejecute y refunde. Aquella que aumenta en presión cuando con inocente paso me sumo más y más a mis propias trampas. Aquella que trae flashes en la noche, ideas sin palabras asociadas. Aquella que tiene su propio diario de abordo.
No puedo vivir con tantísimas capas, por eso me fui. Y ahora lo comprendo realmente. No puedo continuar circunscribiendo las operaciones de mi vida a un anclaje cultural, el cual me reconforta inmediatamente pero me obliga mediatamente a fingir que todo lo que no comprendo sencillamente no existe, y derivar todas aquellas pulsiones profundas, esos nubarrones que nacen de nuestra cabeza y que someto a agnosia, a una atribución ajena y estable, que nos preserve de un cambio . ¿Es que acaso esta forma de interpretar todos aquellos e incoherentes impulsos, que me desvían de esa proclamada y limitante función, no está al servició justamente de esa parte de mí que reniega aquello que diverge de esa función?, mi raciocinio depende de un criterio secuestrado por mis miedos más básicos.
Y es que entonces, todo mi alarde, toda mi exhibición, todas mis galardonadas y elucubrantes palabras, no son más que un consuelo directo, una compensación. ¡Como así la chulería del necio, como así el ladrido del perdedor!. Soy consciente de toda la pantomima que siempre he enarbolado, y que también declaro en esta epístola, aunque aquí sentencie refiriéndome a ella misma.
Quiero tomar una respiración y recomponerme. Todo mi sobreesfuerzo y mi evitación es el resultado de no mirar la realidad de frente. Y así no se puede hacer, como no se puede buscar el erotismo explotando más de lo mismo, o como no se puede mejorar una comprensión adosando sinónimos. Todo el bello canto que siempre he trabajado no ha sido más que el grito elaborado en armonía, resultado de mi castración. Todo mi problema, ha sido no tener el valor de ver las cosas por su sencillez. “Engalardonado poeta y reflexivo metafísico aristócrata”, ¿tanto necesitaba diferenciarme de tí?.
Siento haber estado contigo más de la cuenta. Siento haberme autocompadecido como los violines y en otros casos haberte castigado intentando hacerte sombra de mi ego. Siento no haberlo resuélto antes.
Siento haber sido tan cobarde.

sábado, 26 de enero de 2013

La eyaculación es una estupidez


El constructivismo bien puede ser una doctrina que anule toda florecimiento sináptico de individuos que contemplan su vida con cierto rigor metacognitivo. Mejor dicho, la generación de conexiones siempre existe, aun cuando sea para desestimar o relativizar una conexión preexistente. De hecho, los grandes sabios dicen de este desaprendizaje es el auténtico aprendizaje.
¿De dónde viene una eyaculación?, sólo se que la persigo y que me da muchísimo placer. Y que a lo largo de mi experiencia en la cama y con mi particular mano (no tengo otra que no sea particular, pero me refiero así a ella para destacar la connotación de privacidad que estos momentos conllevan), la eyaculación en sí ha dejado de ser un hecho aislado, sino que está asociado a miles y miles de ideas, conceptos, creencias, incluso ligados a mi propio autoconcepto. ¡Pero qué triste no!, que la contemplación de tí mismo se vea influída por la fluencia de una corriente espasmódica que sale en profesión de tu única glándula auténticamente tangible (digo auténticamente, porque solamente para ella existe un motivo expreso y explícito de que sea tangible realmente, es decir, de que te hagan una paja). Es estúpico hablar de la eyaculación, hablemos de otra cosa igualmente estúpida. Bueno, ya que estamos hablando de estupideces realmente da igual de qué hablemos. Eyaculación, contoneo de caderas, vestidos eróticos, figura masoquista. ¿Cuál es el puto sentido de eso?. Realmente no tiene sentido. Si unos marcianos vienen (esto sí que es una estupidez). Si un individuo (si es que es un individuo) con otras condiciones fisio-anatómicas contemplara estos objetos eróticos, os cuales están rodeados de poderosos significados los cuales pesan tanto que hasta podrían anular la vida misma (aún siendo dichos conceptos una mierda de realidad puramente artifical). Lo dicho, si otro individuo los rodeara, ¿creéis que tendría reacciones biofisiológicas tal como las conocemos desde nuestra etérea e universal visión del mundo?. La respuesta la tengo amigos, No, ese individuo no se empalmaría. Es evidente que no lo haría porque solo contemplaría, en el caso de que viera unas caderas contorneándose, pues eso, una puta aglutinación de grasa depositada en el trasero para no se qué o no se cual función filogenética (en el caso de que este individuo tenga nociones evolutivas del homo sapiens). No me apetece explayarme más sobre esta idea.  

jueves, 24 de enero de 2013

DEL EGO AL YO (sin revisión)


El vacío, acuoso y magnánimo concepto que me privo de usar en la mayoría de ocasiones. Sin embargo, en ciertas ocasiones su uso es lo único que puede acercarte al sentimiento derrotista inefable que poseo. Todo en un individuo, un insignificante e irrisorio individuo. Un individuo se siente derrotado, se siente vacío. Se siente vacío porque sus palabras no son escuchadas, porque sus pensamientos no se pronuncian en acciones determinadas y concisas. Porque siente que su entusiasmo se marchita. Vacío es él mismo y su pensamiento es el eco del vacío. Ya ni se preocupa por preservar su cuerpo, por focalizarse en su salud. No aprecia la belleza, no aprecia el presente. Solamente busca reconocimiento inmediato, un consuelo, algo que le permite sentirse importante y motivado para seguir creyendo que en el futuro conseguira todas aquellas cosas sobre las que deposita el sentido de su vida en este momento. Se siente tan atrapado, en engarzado por todoas aquellos constructos sobre los que redujo su sentido que le resulta imposible plantear una alternativa. Completamente imposible. Solo se calla, se acuesta, duerme horas y horas, la mitad del día en ocasiones. Escucha sus músculos quejarse por la inmovilidad, es complice del silente avance del sol tras su inerte ventana. Si el muy cabron riera, tendría agujetas el día siguiente. Sus expresiones faciales pesan, pesan como cemento secándose. Todo le resulta tremendamente costoso, levantarse, apagar la calefacción, encenderla, acerse la comida, bajar las escaleras. ¿Por qué nos ha provisto de metas nuestra naturaleza? ¿Por qué necesito aplicar acciones para conseguir un efecto? Acaso mi vida va a tener más sentido haga lo que haga?, Por muy sublime que sean mis logros, por muy arriba que escale la cima del éxito, la mera distracción de mi existencia será solamente transitoria, nada me apartará de lo evidente, por eso ninguna conducta por muy alto rango que tenga no es más significativa que otra cualquiera, y por eso da igual lo que haga, y por eso no hago nada. Lo único que se es que mi mente aprecia continuamente el futil sentido de cada acto, cada azaroso evento que discurre fuera de mi, lo integro en mi teoría interconectiva de la naturaleza humana. La emoción afecta al pensamiento, el pensamiento a la conducta, la conducta a la emoción y al pensamiento. Lo percibo, lo entiendo, lo veo, lo integro, a veces actúo en consecuencia y a veces no. Pero me requiere tan tremendo esfuerzo implicarme en la descripción de algo que vaya más allá de los placeres básicos. Ni siquiera sé que es lo que percibo. A veces he oido que lo adecuado es desprenderse de esa parte de tí que eventualmente dirige y que solamente busca engrandecerse a sí misma, aquella que se liga con asociar la función de los actos no con un resultado externo sino interno, más allá de lo que resulte fuera, más alla de cual sea el origen de tal motivación, ese ego se apropia de la cosa con despótica criptoamnesia y dice: este soy yo, mi único sentido es agrandarme.
Mientras escribía esto he tenido una revelación. Una como tantas que tengo pero que la mayoría caen al olvido a los pocos segundos de proclamarse. Soy consciente del complot al que yo mismo me someto, soy consciente de la estructura de este juego tan pesado que arrastro tanto tiempo. Soy consciente de la dinámica y con ello de la función que atañe al cansancio, al dolor, y a ese pequeño ojo que a veces no quiere ver, que no quiere pensar, que agarra la energía y me impide consumirla en aquello para lo que lo di todo. Conflicto. Una parte de mí se resiste a conseguir las cosas que la otra desea. Es sencillo. Y el dolor, y todo lo que tiene cariz negativo no tiene porque ser considerado así, es solamente la expresión de la otra parte. ¡De pronto encuentro silencio tras estas palabras!, una tremenda y sincera relajación, aunque el malestar corporal consecuente de mi comportamiento durante largas horas (sin levantarme de la cama), todavía se mantenga. Durante un momento, la estructura de la escritura, el resultado, ha dejado de ser relevante, se relegó a un segundo plano. Al primer plano fue el contenido del mensaje, aquello que se vincula con lo que tiene una relevancia funcional, relacionada con mí mismo, no con lo que el ego quiere de mí.  

miércoles, 23 de enero de 2013

Y VINO LA EXHIBICIÓN


La vida es la reproducción de tensiones no resueltas,
un constante flujo de perder el tiempo
que conduce a una cuenca agujereada.

El lenguaje interno, un partido
con agnosia al marcador y al tiempo,
¿y los intuidores de caminos alternos? ciegos
espectadores gozando como perros.

Teledirigido sistema de intenciones manejado
por el resoluto y carismático buscador
de placeres tempranos e intensos.

¡Y vino la exhibición!

Satisfecho el conectivo ego, soberano y claro,
no queda por un momento ninguna lástima
al descubierto, ningun elemento dispar que allanar.

24-1-2013