la había deseado (y me había costado), por la potencial sensibilidad que me mostró, por la contumaz deslegitimización que dirigía, sin darse cuenta, a los latentes esquemas que yo proyectaba en las relaciones.
La desee por la sutil manera de curarme, haciéndome saber con sus gestos descargados de injuria que el aprecio, afecto y deseo no son incompatibles con ese invacilante modo de dirigir su presencia, que en ocasiones se asocia con orgullo, con la defensa ante el desapego.
Siento que he jugado a lo que acostumbro que sea un dañino juego. Siento que esta vez el juego consistía en desdramatizar la partida y en jugar a cambiar las propias normas hasta el punto de que las fichas ya no se dirijan a perder o ganar, solo a disfrutar de los 7 días que hemos compartido.
28-08-13
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