martes, 22 de marzo de 2016

Ella




Ella lagrimeaba sin cuencas,

Golpeaba con su mano gélida
el sacral contorno del amor falso.

Ella gritaba en silencio,

buscando con la razón los desperfectos,
acariciando los arreglos,
azotando el arte desmayado
que esconde una sonrisa sin fondo.

Ella prolongaba el diálogo,

ayudándome a mudar las pieles,
haciéndose cómplice del vértice
que custodia mi sombra,
aprendiendo a creer en el empeño
de que al comprender se puede tener más control,
de que se puede destripar la ley al caos
y dar vida a la madera.

Ella esperaba con esperanza,

resistiéndose a ver que la perfecta magia
de sus pueriles dedos
se atiene solo a los límites de si misma,
que está indefensa,
que no puede provocar lo que escapó
de sus más tiernas reservas de anhelo.

Ella se partía,

pero fingía que se doblaba a propósito para ver mejor.
Su angustia fungía escondida
en una eterna moratoria sin revelación.

Ella amparaba mis pequeñas muestras,
las unía bajo el frío de un puzzle de engaños,
se arropaba en un repertorio de harapos
de olor a ceniza,
sin carne,
sin respiración.

Ella fingía que no tenía fe absoluta,
en los anulables dictámenes del corazón
y sus condicionales.

12 de Marzo de 2016





martes, 1 de marzo de 2016

Ruedas

Una repentina actitud vehemente
parece dar perspicacia al ojo,
parece volver locuaces los brazos,
neutralizar los miedos
y coordinar la acción,
como una maquinaria perfecta.

Si se diamantara lo que se anhela,
si se guardara con seguridad
lo que se valora,
no habría recelo al agarrar muestras legítimas,
no habría viajes errantes,
ni olas que volatilizaran las palabras.

Si no se fuera de una sala a otra,
las rodillas levitarían
y no se reclamaría ser creído con tanta urgencia.

Si no se fuera solo el plástico de las ruedas
las desavenencias no liquidarían la firmeza de los pasos,
la contradicción no sería una bandera,
y uno sería menos su enfermedad,
y más su propia incoherencia tolerada.

Si se fuera vigía,
la retórica declamaría el doble sabor de lo insulso
la risa despertaría ante la forzada precisión de la prisa.

Si no nos tomáramos a nosotros mismos en serio
las quemaduras pasarían a ser
fragancias fragantes y ecuánimes

Si ningún tono provisional fuera ontológico,
si lo pasajero trascendiera en lo eterno,
si se confiara en el caos;
no habría aguijón en los dictámenes,
deuda en las promesas,
ni fraude en las caricias.

Si se supiera esperar,
el instante no amenazaría
con hacer más grande la rueda al rodar...

...y nunca explotaría.


1/3/16