Una melodía glaciar
de caracoles.
Un bulto en el pecho
advenido,
como el súbito
activador de un prejuicio.
Un llanto encapsulado
en los manidos fantasmas
emergidos,
en la ligera suavidad
de lo próspero.
Un golpe repentino,
atemperado ante la inercia incrédula,
congelando la espalda
como una muerte en el momento
de lamer
un helado.
Un concentrado y tosco recuerdo
de dolor vehemente
que luego se diluye
como una torre de agua.
Fantasmas que te abnegan
a sus reservadas máscaras.
Golpes seguidos de oxígeno
como un trauma
y un espejismo.
10-12-2020