viernes, 24 de abril de 2020

Delirios evolucionistas

No estamos hechos de una sola dimensión. y no hace falta que elevemos la declaración a un plano metafísico. Nuestro organismo se lleva desarrollando demasiado tiempo y su complejidad y precisión milimétricas han sido programadas mediante un linaje depuesto en millones de años.

Cada peldaño alcanzado permitía que cada función evolutiva desarrollada se congraciara con su anterior.

Hace mucho éramos una célula procariota que, en un tremendo salto evolutivo, desarrolló unas pequeñas aletas para navegar más rápido en el medio. Nuestras membranas aprendieron a detectar la luz, y reforzar con ello, la supervivencia de aquellas células que, con dicha habilidad, se acercaran a dicha luz... calurosa, radiante de energía y marcador de alimento.

Son infinitos, complejos, paralelos y cruzados los recursos que adquirimos y que, como el color de un caleidoscopio, siempre han estado virando a la vez que nosotros caminábamos ajenos ante el vértigo de existir. Nos modificamos. Los habitantes del medio y los retos cambian. El tiempo pasa impasible, aunque siempre relativo.

Y vino nuestra diversificación en lo que llamamos especies, y toda esa expansión de billones de células interconectadas en un mismo ser, coordinadas por sus órganos. Unos encargados de captar oxígeno, otros de procesar nutrientes, otros de asumir la función de desplazar toda la maquinaria (que nos moviéramos)  y otros de captar y elaborar los estímulos externos, convertirlos en señales que en su conjunto generan sentidos y que en última instancia nos otorga una experiencia calmada, unánime, coherente y a veces bella, ante todo el flujo caótico e infinito de sucesos.

Y aquí estamos ahora. Escribiendo compendios algo diluidos, declarando la testificación de esta, en parte, retórica condición de ser mucho y de ser nada.

Si observamos nuestro cerebro veremos irregularidades en las áreas mas primitivas. También veremos patrones más regulares en las áreas más novedosas (corteza). Para entender un poco lo que hay en nuestra sien (y con ello cómo percibimos y entendemos el mundo) hay que entender que ésta es el cúmulo de los recursos gestados hacía miles y millones de años. Dichos recursos conviven entrelazados con los procesos más superiores. Allá donde se atribuye nuestra estimada deliberación, tan sobrevalorada tanto en cuanto somos ciegos al resto. Ese resto inmanente al organismo, primario, troncal, y apremiante a la hora de movilizar nuestros recursos.

Como Ignacio Morgado dice, no existe un "cerebro antiguo" y "uno nuevo", la teoría de los tres cerebros "reptiliano, emociona y racional" se reconoce como limitada. Todas las funciones conviven en una misma habitación y como los muebles viejos y nuevos de una casa, se combinan para crear algo, estética y funcionalmente, nuevo.

Somo nosotros los que limitamos, y delimitamos con nuestra percepción, las áreas que lo componen como si fueran impermeables y locales. Del mismo modo, clasificamos lo que es una emoción, una creencia, un rasgo adquirido o aprendido. Y así con todo. Lo creemos todo simple. Nada existe.

Sin embargo, cada vez estoy más convencido de que todo convive en el mismo caldo.
En casi todas las disciplinas están surgiendo puentes entre las áreas contrapuestas (la epigenética tiende puentes entre el determinismo biológico y el aprendizaje social). Cuando decimos que la emoción está separada de la razón estamos leyendo erróneamente nuestra naturaleza porque todas esas áreas primarias (límbicas), las más antiguas del resto del cerebro, están en interacción constante con las áreas superiores. Su activación está condicionada por el conjunto restante, y al revés. No se ve el bosque, nunca podemos verlo.

Su encaje en el total del cerebro es resultado del acoplamiento, moldeado e interactivo, de las áreas a lo largo de nuestra evolución. Sin la emoción, sin el miedo, sin ansiedad.... No somos nada. Porque dichos recursos son incluso más vitales que nuestros pensamientos. Literalmente, se activan más rápido y dicha activación repercute en unas consecuencias en el organismo más intensas y globales. Su dominio es difícilmente truncable, más cuando se niega desde su importancia e influencia en nuestro comportamiento del día a día, hasta las implicaciones que tiene en los supuestos de nuestra existencia fenomenológica.

semana del 20 al 25 de Abril de 2020.