martes, 31 de marzo de 2020

UN ESPEJISMO ENTRENADO

El placer palpita con disimulo en las discontinuas áreas de mi piel,
se hace ver en el ensoñado y sutil rubor de mi pecho.
-Una silenciosa tela blanca desprendiéndose de mis manos
y posando en el portal húmedo y salvaje
de unos pies descalzos-.

Un recuerdo demasiado lejano.

Una flecha oscura traspasa mi carne con suavidad,
deja sus manchas negras y bellas
esparcidas en sus roturas.

Las heridas y su belleza
atribuible a lo imperfecto,
a la común idiosincrasia de lo insólito.
Un síndrome de abstinencia,
un ligero confort de dolor,
una sonrisa inclinada
ante la penuria.

El son de lo que no tiene nombre
se descubre al reiterar
la vacua y sutil caricia
que se evoca
de los tiempos perdidos,
de los anhelos soterrados,
del ímpetu que descansa
en ser testigo del sonido.

Y, aunque algún día puede brotarme un vínculo
entre la congelada claridad del pasado
y su futuro imperfecto,
La vida me parecerá casi siempre un espejismo entrenado,
en el que fugazmente se olvidan nuestras convicciones,
y también lo convencidos que estábamos.

La vida extinguirá,
de convulsión en convulsión (como una danza),
todos mis placeres y mis dolores,
y también sus relatos.

1-4-2020