jueves, 10 de diciembre de 2020

RESERVADAS MÁSCARAS

 Una melodía glaciar

de caracoles. 

Un bulto en el pecho 

advenido,

como el súbito 

activador de un prejuicio. 


Un llanto encapsulado

en los manidos fantasmas

emergidos,

en la ligera suavidad

de lo próspero. 


Un golpe repentino,

atemperado ante la inercia incrédula,

congelando la espalda

como una muerte en el momento

de lamer 

un helado. 


Un concentrado y tosco recuerdo

de dolor vehemente

que luego se diluye

como una torre de agua. 


Fantasmas que te abnegan

a sus reservadas máscaras.


Golpes seguidos de oxígeno

como un trauma

y un espejismo. 


10-12-2020

lunes, 12 de octubre de 2020

LLANURAS

 Estoy cansado de esos encuentros fugaces

que concatenan el afecto

a un fondo sin pozo. 


Por eso decidí entregarme

a la romántica fugacidad

de recoger lo auténtico,

aunque se agote...

...se agote. 


La llanura es eterna y fresca,

te ofrece ensayos y escándalos,

fuegos y quietudes,

figuras borrosas, risas iracundas, 

miedos discretos...


La llanura nos da la potestad 

de construir sobre la arena 

donde se mecen 

las lágrimas recurrentes,

donde respondemos suaves

a ese propósito

llamado "amor". 


11 de Octubre 2020. 

(Con Mandi y Jesús).



domingo, 13 de septiembre de 2020

Una semilla libre de ajetreos

Nos regala la vida un camino que hacer
que va hilando hermosamente las hebras
de nuestras motivaciones, 
donde la consumación contrasta intensamente
con los tropiezos del pasado. 

Somos personas, 
seres despiertos que sueñan con bailar
este momento 

y no despertar. 

Una bola eterna se mantiene en mi pecho,
convencida de agarrar la belleza,
perpetuarla en este hermoso regalo 
de poder mirarnos todos
con ojos de niños,
porque todos conectamos con ese vértigo sutil,
desgarrador a la vez que ligero,
como una cosquilla en la médula,
un vertigo que emana de mirar tu ahora
como un recuerdo,
tu recorrido como un cuento
y tu futuro como un color vivo tendido en el infinito. 

No puedo desramar palabras para expresar
la lección tan grande de amor que me dais,
porque así veo nuestra unión:
pulcra, limpia y espontánea,
una semilla libre de ajetreos
construida en el balance de arrojarse a la libertad
y a la vez confiar 
en que solo lo que florece es realmente apto. 

16 Agosto 2020

(por Marina y Lucas)

lunes, 6 de julio de 2020

¿Qué me está pasando?



Esta es la pregunta que me hago. viéndome cabizbajo y apoyando la mano en una mesa.
Más o menos tengo todo lo que consideraba que me gratificaba.
Pero hay un dolor, una sensación constante que me hace preso en el pecho.
Y es en ese punto donde no sé qué maniobras hacer. Pararme, detenerme, meditar, alimentarme, conocer gente nueva, aislarme o dirigirme voraz al exterior...
Dentro de toda esta sensación es curioso que en el fondo note una ligera comodidad, una seguridad sutil de que me estoy escuchando, de que no estoy siendo incoherente.
Sin embargo, lo que noto perpetuado en mi pecho, que se extiende a mis brazos, mi columna vertebral y mi frente es un gran sentimiento, tan elocuente y derrotista como denota su amplia expansión.
Es un sentimiento que no se puede apaciguar, es como si lo tuviera, y ya no pudiera hacer nada con él. Es un sentimiento de fracaso, que obnubila mi percepción con facilidad y me hace fascinarme ante el recuerdo irrecuperable.
Resulta especialmente llamativo que ahora que mis proyectos están surgiendo, ahora que todo está  saliendo como es debido, asome este sentimiento ataviado con constantes argumentos. Brota a borbotones y a veces siento que me atraganta la garganta.
Para mi el diagnostico es sencillo y claro.
Amor.
Es eso lo que no siento desde hace mucho tiempo.
Siento que en mi vida las cosas están configuradas de una manera en la que el amor no puede entrar, creo que lleva mucho tiempo sin hacerlo.
Mientras escribo estas palabras entristezco, la emoción se filtra por mi frente y me entran deseos de llorar.
Pero enseguida se esfuman, como siempre, mis emociones galopan volátiles,
arremeten y se van, asoman el rostro y de pronto vuelven a irse.
Ahora me detengo y observo el escenario de mi vida.
Aprieto el puño fuerte y veo que las cosas me salen bien,
consigo más o menos lo que quiero,
puedo manejarme, conseguir desarrollar proyectos,
alcanzar nuevos escenarios que antes veía imposibles.
Ahí si veo amor, amor en lo que hago, en mi día a día, en mi pasión.
La música, aprender y enseñar, no dejar de cultivarme.
Sin embargo el tiempo acaba por agriar los momentos y me quedo con la misma sensación de siempre
"hay algo que falta, hay algo que estoy haciendo mal".
La belleza es clara y diáfana también. Los síndromes que aparecieron se esfumaron,
los miedos que parecían consolidados se extinguieron.
Todo cambia para hacerse fuerte tras los errores.
Pero esa sensación sigue ahí. Y a veces me consume el pecho.
El reverso de la luz a veces es invisible. Y eso es lo más doloroso.
Que mi dolor es invisible.
Tengo días melancólicos en los que regreso a casa y nadie sabe que estoy así,
ni siquiera la gente con la que comparto ese día piensa que me pasa algo,
simplemente creen que tengo un día donde hago menos tonterías o estoy menos gracioso. Llevo mucho tiempo asumiendo que no lo compartiré nunca con nadie. Recuerdo que antes buscaba compartirlo, me expandía como un pulpo que deseaba encontrar complicidad.
Yo en un ejercicio de evitar el contacto social me convenzo de lo bonito que es el silencio.
Todo el día volcado a los demás, satisfaciéndome pensando y reparando a los demás.
Pero esa sensación que tengo en el pecho sigue y sigue y sigue.
Y obviamente atiende a mis propios errores.
Tras ese dolor se esconde un gran impulso por retraerme, dejar de hacer lo que suelo hacer, querer ver el error, querer guardar atención a lo que sé que hago mal.
A veces vivo sintonizado por la corriente a la que me sumo fuera, mis amigos, sus planes, sus enfoques. A veces pienso "todo el mundo está equivocado, todo el mundo hace algo mal" . Es ahí cuando deseo aislarme y convertir todas esas afirmaciones en mi propia verdad, más allá de una irritación que contrasta con el espíritu sencillo de los demás y que si me expreso solamente me hace sentir incomprendido.
No tengo ningún confidente.
Cuando regreso a este hueco tengo la sensación de que nunca compartiré mi espacio con nadie,
también me doy cuenta de que a penas nadie conoce o tiene idea de que esto existe.
Escucho el eco de las voces de las personas que me importan...
no quiero que me trague la insignificancia, sé que todo esto me llevará a algún punto,
y que de esta sensación sacaré algo, y con bastante convencimiento tengo claro lo que es.
Hace un rato leí una página sobre meditación, se refería a la postura que uno debe ocupar cuando lo hace.
La meditación no debe hacerse con el cuerpo pasivo, derrumbado, sucumbido por tu historia y tus experiencias. Sino que tu propia postura debe dignificarte, la espina erguida, la frente afilada, los ojos serenos y el pensamiento preciso.
A veces hay que ser vehemente para alcanzar la nota que buscas.
A veces uno debe estimular su propia humillación, para trascender el propio orgullo,
saltar acantilados y acabar acariciando la arena del suelo.
Lo que deseo es quitar el ruido que me rodea,
en mi recogimiento es eso lo que busco,
los pretextos del exterior parecen entonces una ensoñación,
pero a la vez estas burbujas que suben por mis brazos parecen más reales que nunca.
Si despejas el ruido encuentras tu voz, lo que te importa, el ritmo de las rocas,
el ronco metal del silencio.
No quiero nada salvo custodiar esa parte de mi, dejar de buscar cualquier cosa sabiendo que
esa pequeña parte de mi está prendida, que se filtra en mi pupila,
que se puede sentir si pones la mano en mi pecho.
Y que más allá de los juegos, las pericias, las historias que crónicamente se repiten una y otra vez
hay un sujeto que atestigua todo lo que ocurre.
Eso soy yo.
Al que grito y reclamo.
Clandestino no duermas,
porque solo encendido
te abrirás camino.

7-7-2020

domingo, 3 de mayo de 2020

Después de tanto tiempo...

Después de tanto tiempo
silenciado y apartado
disimulando tus latidos
escondidos en la frente.

Después de tanto tiempo
brotas espontáneo,
como un primer llanto
desde un dolor sutil.

Después de tanto tiempo
amaneciste acurrucado,
desarropando la carcoma
acumulada en tus historias.

Después de tanto silencio,
como un gélido dedo
que toca lo invisible,
que estremece
con dulzura.

Cierra los ojos y hacia dentro.
Los sismos no hacen daño,
los gatos acarician,
los techos llueven y
emblandecen las rocas
que sigilosas
secan su memoria.

Cierra los ojos tanto tiempo
como haga falta a tus manos
para descifrar los susurros
que se mecen con candor,
para aligerar las grietas
de los falsos fondos,
para capitular
la mentira...
...después de tanto tiempo...

2 de Mayo.
(Tras el llanto)

viernes, 24 de abril de 2020

Delirios evolucionistas

No estamos hechos de una sola dimensión. y no hace falta que elevemos la declaración a un plano metafísico. Nuestro organismo se lleva desarrollando demasiado tiempo y su complejidad y precisión milimétricas han sido programadas mediante un linaje depuesto en millones de años.

Cada peldaño alcanzado permitía que cada función evolutiva desarrollada se congraciara con su anterior.

Hace mucho éramos una célula procariota que, en un tremendo salto evolutivo, desarrolló unas pequeñas aletas para navegar más rápido en el medio. Nuestras membranas aprendieron a detectar la luz, y reforzar con ello, la supervivencia de aquellas células que, con dicha habilidad, se acercaran a dicha luz... calurosa, radiante de energía y marcador de alimento.

Son infinitos, complejos, paralelos y cruzados los recursos que adquirimos y que, como el color de un caleidoscopio, siempre han estado virando a la vez que nosotros caminábamos ajenos ante el vértigo de existir. Nos modificamos. Los habitantes del medio y los retos cambian. El tiempo pasa impasible, aunque siempre relativo.

Y vino nuestra diversificación en lo que llamamos especies, y toda esa expansión de billones de células interconectadas en un mismo ser, coordinadas por sus órganos. Unos encargados de captar oxígeno, otros de procesar nutrientes, otros de asumir la función de desplazar toda la maquinaria (que nos moviéramos)  y otros de captar y elaborar los estímulos externos, convertirlos en señales que en su conjunto generan sentidos y que en última instancia nos otorga una experiencia calmada, unánime, coherente y a veces bella, ante todo el flujo caótico e infinito de sucesos.

Y aquí estamos ahora. Escribiendo compendios algo diluidos, declarando la testificación de esta, en parte, retórica condición de ser mucho y de ser nada.

Si observamos nuestro cerebro veremos irregularidades en las áreas mas primitivas. También veremos patrones más regulares en las áreas más novedosas (corteza). Para entender un poco lo que hay en nuestra sien (y con ello cómo percibimos y entendemos el mundo) hay que entender que ésta es el cúmulo de los recursos gestados hacía miles y millones de años. Dichos recursos conviven entrelazados con los procesos más superiores. Allá donde se atribuye nuestra estimada deliberación, tan sobrevalorada tanto en cuanto somos ciegos al resto. Ese resto inmanente al organismo, primario, troncal, y apremiante a la hora de movilizar nuestros recursos.

Como Ignacio Morgado dice, no existe un "cerebro antiguo" y "uno nuevo", la teoría de los tres cerebros "reptiliano, emociona y racional" se reconoce como limitada. Todas las funciones conviven en una misma habitación y como los muebles viejos y nuevos de una casa, se combinan para crear algo, estética y funcionalmente, nuevo.

Somo nosotros los que limitamos, y delimitamos con nuestra percepción, las áreas que lo componen como si fueran impermeables y locales. Del mismo modo, clasificamos lo que es una emoción, una creencia, un rasgo adquirido o aprendido. Y así con todo. Lo creemos todo simple. Nada existe.

Sin embargo, cada vez estoy más convencido de que todo convive en el mismo caldo.
En casi todas las disciplinas están surgiendo puentes entre las áreas contrapuestas (la epigenética tiende puentes entre el determinismo biológico y el aprendizaje social). Cuando decimos que la emoción está separada de la razón estamos leyendo erróneamente nuestra naturaleza porque todas esas áreas primarias (límbicas), las más antiguas del resto del cerebro, están en interacción constante con las áreas superiores. Su activación está condicionada por el conjunto restante, y al revés. No se ve el bosque, nunca podemos verlo.

Su encaje en el total del cerebro es resultado del acoplamiento, moldeado e interactivo, de las áreas a lo largo de nuestra evolución. Sin la emoción, sin el miedo, sin ansiedad.... No somos nada. Porque dichos recursos son incluso más vitales que nuestros pensamientos. Literalmente, se activan más rápido y dicha activación repercute en unas consecuencias en el organismo más intensas y globales. Su dominio es difícilmente truncable, más cuando se niega desde su importancia e influencia en nuestro comportamiento del día a día, hasta las implicaciones que tiene en los supuestos de nuestra existencia fenomenológica.

semana del 20 al 25 de Abril de 2020.

martes, 31 de marzo de 2020

UN ESPEJISMO ENTRENADO

El placer palpita con disimulo en las discontinuas áreas de mi piel,
se hace ver en el ensoñado y sutil rubor de mi pecho.
-Una silenciosa tela blanca desprendiéndose de mis manos
y posando en el portal húmedo y salvaje
de unos pies descalzos-.

Un recuerdo demasiado lejano.

Una flecha oscura traspasa mi carne con suavidad,
deja sus manchas negras y bellas
esparcidas en sus roturas.

Las heridas y su belleza
atribuible a lo imperfecto,
a la común idiosincrasia de lo insólito.
Un síndrome de abstinencia,
un ligero confort de dolor,
una sonrisa inclinada
ante la penuria.

El son de lo que no tiene nombre
se descubre al reiterar
la vacua y sutil caricia
que se evoca
de los tiempos perdidos,
de los anhelos soterrados,
del ímpetu que descansa
en ser testigo del sonido.

Y, aunque algún día puede brotarme un vínculo
entre la congelada claridad del pasado
y su futuro imperfecto,
La vida me parecerá casi siempre un espejismo entrenado,
en el que fugazmente se olvidan nuestras convicciones,
y también lo convencidos que estábamos.

La vida extinguirá,
de convulsión en convulsión (como una danza),
todos mis placeres y mis dolores,
y también sus relatos.

1-4-2020