sábado, 26 de febrero de 2011

GELATINA, CORTEZA...CUALQUIER SIMBOLOGÍA

Mi amor por las cosas se fundió
como un barco engarzado por el petróleo.

La palabra, no es suficiente para expirar
de las garras estrambóticas que me
arrastran hacia el subsuelo.

Las palabras, mis instrumentos de resolución, se
aparearon con nominaciones sinonímicas.
Ebullicieron obsesionadas por su consolidación, hasta
instaurarse en una neurosis autóctona.
¡Que ahora me carcome desde mi auxilio!.

¿A quién acudo?; si mi mejor tabla de salvación
ahora disloca mis iniciativas, retorciéndolas desde su pronunciación,
y apegándolas tenázmente a la distimia de mis pulmones.

Me quedé sin amor. El suelo que piso se lo tragó, y la atención
de mis ojos gestó, con sesgo, esa determinación.

El alma es la amistad coorporativa entre las células,
la radiactividad del trabajo en cadena.
Y subsituado de las proteica palabras, que se
angustian por fundirse con el resto, y condescender entre sí
hasta perder su concepto identitario, me encuentro yo (sin alma,
sin amor. Sólo testigo de esta orgía)

Aquí estoy, contemplando el devenir creciente de la corteza
incuba y viscosa que me destempla del mundo.
Sin más resorte y grito, que mi desnudo; (que atrapado
en su regresiva placenta, lucha
contra la conformidad al claustro primigenio).

En esta instancia, las anginas alucinoides de mi garganta
me hacen notorio el tragar, y mis comisuras se hilvanan con una estética necrofílica,
hasta fundirse en la gelatina; (la que todo lo aliena. Y que invade todo el tránsito, o
proceso mediático, entre el yo y el mundo).

¡Oh, dios!.¡Gelatina!, ¡Corteza!.
Trama de autismo.
Régimen de la bulimia.
Mapa del sol.
Marcapasos.
Resina de los ojos.
Muñones de tumor nacidos de las ramas.
...
Ya no se qué simbología otorgarte.

¿por qué no te contemplas a tí mismo, y me cedes el poder, al menos, de las misivas?.
Al fin y al cabo. En este momento, mi énfasis se está volviendo a atenuar,
y las ruedas de mi minusvalía están un poco más oxidadas que antes.

24/02/11

¿tan importante es el resultado?

Cuando dirijo la atención al punto más céntrico de mi cráneo.

Un imán reactivo me devuelve impetuoso y me plasma en la cáscara del cráneo.


Seguidamente lo vuelvo a intentar.

Me acerco más lentamente, con un transcurso más aberrante.

Pero nuevamente, vuelvo a ser expulsado a la superficie.


Tras varias veces de ese intento frustrado, me doy cuenta de que

el intento por transcribir mis sentimientos al papel, era una técnica artificial,

excesivamente dirigida.


Y el alma. No quiere un notario como confesor,

tampoco un suntuoso testigo que sistematice sus sentimientos,

e intenten crear algo incompleto para su significado

en un poema sin fondo.


Lo intento mirar. Sigo intentándolo. Me devuelve la mirada, ¡con rechazo!.


En algunos momentos, me acomplejo de mi estrategia de reflexión,

¿debería cambiarla?

El problema es que si decidiera cambiarla;

antes tendría que pasar por ninguna.


Y lo asustadizo no es intentarlo y ser rechazado.

Lo asustadizo es desistir incluso de ese intento.

Al menos de mi precario intento se percibe alguna dinámica

(confiero, al menos, este nefasto sentido).

Pues si carezco de estrategia, infiero erróneamente,

carecería también de alma.



16/02/11