martes, 19 de febrero de 2013

Opaca Serenidad

Mi pensamiento se revela ante la imperenne serenidad,
permanente, pero opaca.
Constante como las olas, por muchas
latas y vidrio que se hallen en el fondo del rio.
Mi juicio transciende del momento y condesciende
con una extraña sensibilidad intelectual.
Serenidad iridiscente, exuberante y falsa,
irrefractaria ante lo más llano y sencillo de la red humana.
Adicción a tornados de ideas, a la concentración
de polvo en las barricadas de la guerra en solitaria,
armas entrenadas hasta la eternidad para aparearse con
su propio casquillo y casarse con la bala; para
al final producir una gelatina indeterminada, una
derretida presencia sin función, un fantasma despechado
que reclama con ridículas y caprichosas apariciones
lo que no supo vivir.

Concentración de ideas, sinónimos, más y más palabras,
engrosamiento del cáncer vital que olvida la función
sostenible de la piel, y la de los pies.

Legitimándome en perspicaz no hago más que erigir
un yo vanidoso que no repara en chafar y amedrentar
a aquellos catalizadores de serenidad e integridad.

En el fondo, todo en su cima tiende a la base,
precipitado de este modo por su extremidad.
No habrá nada que me quite el cansancio hasta que
no desmantele el epicentro, pues si la base es base
y la serenidad imanente a la vida, como así lo es la semilla de
lo nacido, entonces, por mucho que las ramas quieran abarcar la totalidad,
si la serenidad no encuentra la manera de dislocar, al final aparecerá alguna.
Aunque sea proporcionando dolor de origen insospechado,
cansancio, o desgaste incapacitador.

No tengo la sensibilidad, pero sí mi lazarillo

19-02-2013

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