Tener dentro de mí un extraño,
sentir su piel acartonada aislada de la intencionalidad
de mis terminaciones
nerviosas.
Intuir su contrapuesto objetivo al mío,
sentir sus dedos
por la columna vertebral.
Más inquietante aún es no saber donde se
haya escondido.
Saber que algo entre tú y el mundo se encuentra
dislocado,
intuir por telegrama que ese extraño es el responsable.
Descubrir que comprime la fuente de aquellas formas
que me componen a como lo que soy.
Exhala el placer, la producción de ideas, el
razonamiento,
mi energía en general.
Elimina la dimensión subjetiva de mi reflejo en el
espejo.
Me hace sentir a mí también extraño, convierte cada protocolo
en una extranjera angustia,
en una extranjera angustia,
lejana pero invasiva y silente.
No me deja
recursos para expresarlo a sí mismo;
no puedo describir la sensación de axfisia
y terror
que germina entre él y yo, o detrás de él, o en mí
mismo.
6-3-13
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