martes, 16 de julio de 2013

Encontrando presencia en el rio

Había vivido tantas emociones intensas en las últimas horas que la quietud de la que disfrutaba transcurría como lo haría el desagüe del agua tras una tormenta.
En las olas del rio, que contemplaba sentado desde la orilla, el silencio se patentaba sin dejar rastro de los concretos eventos que había presenciado.Tenía ciertas nociones generales de cual era su visión sobre los sucesos, podía incluso apercibirse de los cambios que ya se estaban generando en él.
Quizá para otra persona las últimas horas habrían sido relativamente normales, quizá solamente vivencias intensas que juegan con la relatividad del tiempo, para él era más que eso.
Tampoco estaba seguro de si lo vivido era un precipitante o el reflejo de un cambio de actitud, del cual no sabría situar su origen.
Estaba allí sentado y el silencio era glorioso.
Cada metro cúbico de agua que pasaba por el río ya no volvía, cada pájaro que surcaba por encima de él, sus graznidos y la veloz sombra que los delataba, eran únicos y particulares.
Los colores, brillos y figuras no se hacían notar por su intensa belleza intrínseca, no era algo persuasivo, ni secuestraba la atención, no embelesaba su conciencia, ni le hacía olvidar su historia.
Solamente daba un nuevo tono particular a la manera de operar con cada pensamiento y sensación, situaba al tiempo en una encharcada instancia donde los muros no lo contienen delimitando apresuradamente el pasado o el futuro.
Todo era pausado y cada respiración cargaba las pertinentes ganas, aunque no supiera exactamente de qué.
Las personas y los perros se movían perfectamente sincronizados con lo que les tocaba hacer y decir.
Quizá no se entregaba al cien por cien pero era perfectamente capaz de distinguir donde nunca más quería volver a conformarme.

17 Julio 2013

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