miércoles, 1 de mayo de 2013

TÁCITOS TESTIGOS


          La mano de un ángel danzaba escondida entre la densidad de las nubes,
inmaculada y suelta mano que experimenta la disociación con su celestialidad,
explorando la metafísica prohibida, se sigue moviendo desnuda y con suavidad, 
jugando con las moléculas de vapor sin ser consciende de su creación, solamente
se deja llevar creando arte de la naturalidad.
         Un ojo amarillo y gigante hace su indulgente parpadeo en los resquicios clarividentes
de la constante corriente de nubes. Restos dispersos y desconectados de un rostro perfecto y angelical, cuya composición solo depende de la expectativa proyectiva del mortal.

Tras la cosmológica catarsis:
El hombre del sofá contempla sus arrugas en su espejo;
la madre se plantea que podría haberlo hecho mejor;
el filósofo expulsas los conceptos por la ventana;
la llorona testifica su despilfarro de quejas.
Perplejos agricultores que contemplan la resistencia pacífica 
del inexorable crecimiento de la hierva,
la madera de los muebles se disloca 
y traga la vajilla y los amuletos con un alienante chisqueo;
las mascotas delinean su categoría y con su más sabia mirada 
relativizan la supremacía natural de sus dueños;
los historiadores abandonan su antropologismo;
Los galardonados equiparan sus trofeos al último peine usado por sus madres.

¿De dónde viene esa mano? ¿Y el gigante guiño?, nunca nadie lo sabrá.

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