jueves, 24 de enero de 2013

DEL EGO AL YO (sin revisión)


El vacío, acuoso y magnánimo concepto que me privo de usar en la mayoría de ocasiones. Sin embargo, en ciertas ocasiones su uso es lo único que puede acercarte al sentimiento derrotista inefable que poseo. Todo en un individuo, un insignificante e irrisorio individuo. Un individuo se siente derrotado, se siente vacío. Se siente vacío porque sus palabras no son escuchadas, porque sus pensamientos no se pronuncian en acciones determinadas y concisas. Porque siente que su entusiasmo se marchita. Vacío es él mismo y su pensamiento es el eco del vacío. Ya ni se preocupa por preservar su cuerpo, por focalizarse en su salud. No aprecia la belleza, no aprecia el presente. Solamente busca reconocimiento inmediato, un consuelo, algo que le permite sentirse importante y motivado para seguir creyendo que en el futuro conseguira todas aquellas cosas sobre las que deposita el sentido de su vida en este momento. Se siente tan atrapado, en engarzado por todoas aquellos constructos sobre los que redujo su sentido que le resulta imposible plantear una alternativa. Completamente imposible. Solo se calla, se acuesta, duerme horas y horas, la mitad del día en ocasiones. Escucha sus músculos quejarse por la inmovilidad, es complice del silente avance del sol tras su inerte ventana. Si el muy cabron riera, tendría agujetas el día siguiente. Sus expresiones faciales pesan, pesan como cemento secándose. Todo le resulta tremendamente costoso, levantarse, apagar la calefacción, encenderla, acerse la comida, bajar las escaleras. ¿Por qué nos ha provisto de metas nuestra naturaleza? ¿Por qué necesito aplicar acciones para conseguir un efecto? Acaso mi vida va a tener más sentido haga lo que haga?, Por muy sublime que sean mis logros, por muy arriba que escale la cima del éxito, la mera distracción de mi existencia será solamente transitoria, nada me apartará de lo evidente, por eso ninguna conducta por muy alto rango que tenga no es más significativa que otra cualquiera, y por eso da igual lo que haga, y por eso no hago nada. Lo único que se es que mi mente aprecia continuamente el futil sentido de cada acto, cada azaroso evento que discurre fuera de mi, lo integro en mi teoría interconectiva de la naturaleza humana. La emoción afecta al pensamiento, el pensamiento a la conducta, la conducta a la emoción y al pensamiento. Lo percibo, lo entiendo, lo veo, lo integro, a veces actúo en consecuencia y a veces no. Pero me requiere tan tremendo esfuerzo implicarme en la descripción de algo que vaya más allá de los placeres básicos. Ni siquiera sé que es lo que percibo. A veces he oido que lo adecuado es desprenderse de esa parte de tí que eventualmente dirige y que solamente busca engrandecerse a sí misma, aquella que se liga con asociar la función de los actos no con un resultado externo sino interno, más allá de lo que resulte fuera, más alla de cual sea el origen de tal motivación, ese ego se apropia de la cosa con despótica criptoamnesia y dice: este soy yo, mi único sentido es agrandarme.
Mientras escribía esto he tenido una revelación. Una como tantas que tengo pero que la mayoría caen al olvido a los pocos segundos de proclamarse. Soy consciente del complot al que yo mismo me someto, soy consciente de la estructura de este juego tan pesado que arrastro tanto tiempo. Soy consciente de la dinámica y con ello de la función que atañe al cansancio, al dolor, y a ese pequeño ojo que a veces no quiere ver, que no quiere pensar, que agarra la energía y me impide consumirla en aquello para lo que lo di todo. Conflicto. Una parte de mí se resiste a conseguir las cosas que la otra desea. Es sencillo. Y el dolor, y todo lo que tiene cariz negativo no tiene porque ser considerado así, es solamente la expresión de la otra parte. ¡De pronto encuentro silencio tras estas palabras!, una tremenda y sincera relajación, aunque el malestar corporal consecuente de mi comportamiento durante largas horas (sin levantarme de la cama), todavía se mantenga. Durante un momento, la estructura de la escritura, el resultado, ha dejado de ser relevante, se relegó a un segundo plano. Al primer plano fue el contenido del mensaje, aquello que se vincula con lo que tiene una relevancia funcional, relacionada con mí mismo, no con lo que el ego quiere de mí.  

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