El vacío, acuoso y magnánimo
concepto que me privo de usar en la mayoría de ocasiones. Sin
embargo, en ciertas ocasiones su uso es lo único que puede acercarte
al sentimiento derrotista inefable que poseo. Todo en un individuo,
un insignificante e irrisorio individuo. Un individuo se siente
derrotado, se siente vacío. Se siente vacío porque sus palabras no
son escuchadas, porque sus pensamientos no se pronuncian en acciones
determinadas y concisas. Porque siente que su entusiasmo se marchita.
Vacío es él mismo y su pensamiento es el eco del vacío. Ya ni se
preocupa por preservar su cuerpo, por focalizarse en su salud. No
aprecia la belleza, no aprecia el presente. Solamente busca
reconocimiento inmediato, un consuelo, algo que le permite sentirse
importante y motivado para seguir creyendo que en el futuro
conseguira todas aquellas cosas sobre las que deposita el sentido de
su vida en este momento. Se siente tan atrapado, en engarzado por
todoas aquellos constructos sobre los que redujo su sentido que le
resulta imposible plantear una alternativa. Completamente imposible.
Solo se calla, se acuesta, duerme horas y horas, la mitad del día en
ocasiones. Escucha sus músculos quejarse por la inmovilidad, es
complice del silente avance del sol tras su inerte ventana. Si el muy
cabron riera, tendría agujetas el día siguiente. Sus expresiones
faciales pesan, pesan como cemento secándose. Todo le resulta
tremendamente costoso, levantarse, apagar la calefacción,
encenderla, acerse la comida, bajar las escaleras. ¿Por qué nos ha
provisto de metas nuestra naturaleza? ¿Por qué necesito aplicar
acciones para conseguir un efecto? Acaso mi vida va a tener más
sentido haga lo que haga?, Por muy sublime que sean mis logros, por
muy arriba que escale la cima del éxito, la mera distracción de mi
existencia será solamente transitoria, nada me apartará de lo
evidente, por eso ninguna conducta por muy alto rango que tenga no es
más significativa que otra cualquiera, y por eso da igual lo que
haga, y por eso no hago nada. Lo único que se es que mi mente
aprecia continuamente el futil sentido de cada acto, cada azaroso
evento que discurre fuera de mi, lo integro en mi teoría
interconectiva de la naturaleza humana. La emoción afecta al
pensamiento, el pensamiento a la conducta, la conducta a la emoción
y al pensamiento. Lo percibo, lo entiendo, lo veo, lo integro, a
veces actúo en consecuencia y a veces no. Pero me requiere tan
tremendo esfuerzo implicarme en la descripción de algo que vaya más
allá de los placeres básicos. Ni siquiera sé que es lo que
percibo. A veces he oido que lo adecuado es desprenderse de esa parte
de tí que eventualmente dirige y que solamente busca engrandecerse a
sí misma, aquella que se liga con asociar la función de los actos
no con un resultado externo sino interno, más allá de lo que
resulte fuera, más alla de cual sea el origen de tal motivación,
ese ego se apropia de la cosa con despótica criptoamnesia y dice:
este soy yo, mi único sentido es agrandarme.
Mientras escribía esto he tenido una
revelación. Una como tantas que tengo pero que la mayoría caen al
olvido a los pocos segundos de proclamarse. Soy consciente del
complot al que yo mismo me someto, soy consciente de la estructura de
este juego tan pesado que arrastro tanto tiempo. Soy consciente de la
dinámica y con ello de la función que atañe al cansancio, al
dolor, y a ese pequeño ojo que a veces no quiere ver, que no quiere
pensar, que agarra la energía y me impide consumirla en aquello para
lo que lo di todo. Conflicto. Una parte de mí se resiste a conseguir
las cosas que la otra desea. Es sencillo. Y el dolor, y todo lo que
tiene cariz negativo no tiene porque ser considerado así, es
solamente la expresión de la otra parte. ¡De pronto encuentro
silencio tras estas palabras!, una tremenda y sincera relajación,
aunque el malestar corporal consecuente de mi comportamiento durante
largas horas (sin levantarme de la cama), todavía se mantenga.
Durante un momento, la estructura de la escritura, el resultado, ha
dejado de ser relevante, se relegó a un segundo plano. Al primer
plano fue el contenido del mensaje, aquello que se vincula con lo que
tiene una relevancia funcional, relacionada con mí mismo, no con lo
que el ego quiere de mí.
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