martes, 11 de noviembre de 2014

Penetrar

Cómo escribir y expresar algo
que no entiendes.
Cómo hacerlo sin nombres.

Cómo dejar que el cuerpo te zambulla 
en sensaciones que solo entienden del presente
sin tiempo.

Cómo dejarse penetrar en la circunstancia.
En lo que se vive ahora.
En aquellos que marcan
los tiempos de tu vida.
Y en el recuerdo.

Penetrar en uno 
es escuchar los latidos
que dejan herrumbre en los brazos,
que maceran la frente
y agarran los nervios de los ojos.

Escucharse es dejarse penetrar
en un espacio 
sin ruido.
Donde las casillas de la vida
se deponen, 
-como serpientes que te abrazan-
por diferentes partes del cuerpo.

Cómo hacerlo.
Cómo entregarse a lo que duele,
y darle un drama a lo que evita orden.

Cómo entregarse a lo que te engarrota
en una cruz.

Sea como sea,
el esfuerzo parece neutralizar
un ritmo de por sí natural
que depone las partes
como las rocas se colocan en las montañas.

Consentir el ritmo es consentir
que un crepúsculo sin prisa
vaya dibujando sus estratos,
sus contrastes y sus caricias,
sin rasgaduras.

Sin rasgaduras,
ya que cada color, voluta o figura
forma parte de una partícula
que a la vez se conecta a un todo difuso.

Sin rasgadura,
porque en el baile del conjunto 
está la tensión.
Las partes se encuentran así
-se cortejan distantes-
y se resienten como 
glóbulos que rehúsan coagular.

De la garganta
escapa la necesidad,
brota la expresión deforme
-la síntesis de lo aún no integrado-
y un oscuro,
pero confiable, perro azul
me toca la frente y me pide

que me relaje, que me relaje
que me relaje

11-11-14

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