Desentrañados buitres,
que vuelan con aspavientos y
desorientados.
Un huracán rojo y absorbente
descoordina sus alas.
El medio se diluye
como un cuadro mojado
―y
el amarillo de sus ojos mancha
el
resto de su cara―
El corazón, a veces,
vomita agrios pulsos
―las
primeras burbujas de un puchero―
Esos buitres diluidos
aún gravitan como fantasmas
sobre un núcleo congestionado y frío
―la
estela sonora y eléctrica
de
diez moscas ausentes―
La
vida está bien.
La
realidad continúa.
Felicidad.
Control.
La
desazón se concentra
en
el manantial cancerígeno
de
lo invisible.
8-1-15
No hay comentarios:
Publicar un comentario