viernes, 16 de enero de 2015

CRISTALIZADO

Día tras día, él se va haciendo testigo de su propia dinámica interna.
Casi que él podría afirmar que los problemas que actualmente tiene,
son los mismos que siempre ha tenido.
Sin embargo, él no es capaz de apercibir, de discernir,
que melosas y perniciosos motivos se encuentran detrás del dolor.

A veces le gustaría encontrar un motivo claro:
una precipitación de hormonas, un cambio de clima,
algo que no comió o siempre come, demasiadas horas dormidas.
Pero nunca hay motivos claros. Sin embargo, en ocasiones,
parece que el aire llega, y él puede moverse vitalicio,
puede discurrir campante, y todo parece claro.
Parece incluso que ha aprendido qué es lo importante.

Pero él ha acabado dudando hasta de los prescriptores de la meditación,
y aunque considera que todo es una construcción social,
no admite creer en algo por muy eficiente que él sepa que sea esa creencia.
Lo que él siente es que por mucho empeño que ponga en sus estrategias personales,
por mucho esfuerzo, por mucha claridad inusitada,
al final todo se viene abajo.

No es un naipe lo que se cae,
porque el naipe nunca se mantuvo erguido,
(siempre supo que lo suyo era una interpretación brillante).
Sencillamente se mueve, esa fuerza interior que él ya conoce,
ese agujero en el suelo que se lo traga todo
por muy fuertes que sean los nuevos cimientos.

Al final todo parece un circo, una mentira, una broma.
Y cuando todo se cae,
da igual lo que se diga, lo que se pretenda.
Da igual lo que él tenga
porque siempre le falta algo,
pero no sabe lo que es.

Y mientras él anda, se echa las manos a la cabeza,
cree que los pelos se van a pulvorizar.
Se precipitan,
a su mente se precipitan soluciones desesperadas,
nutrientes del ego, resquicios de un esplendor nunca hallado.
Se vuelve adicto a lo que nunca logró,
mientras que pierde el contacto más básico con su entorno:
todo aburre,
los rostros son lejanos,
los movimientos dan miedo (el vuelo de un pájaro puede parecer
algo artificial, planeado por alguien que quería atacarle),
sus huesos se resienten, se siente viejo aunque sabe que no lo es,
aunque sabe que no lo es y a veces olvide que lo sabe.
Recuerda lo que vive en ese momento,
vive como si el presente fuera un recuerdo y él ya estuviera muerto.
Si todo es tan fugaz
¿Por qué seguir viviendo? ¿Por qué no parar? En absoluto es tan dramático.

Lo llamaban oscuridad.

Y él que tan adicto se ha vuelto a ella, se creyó todo lo que se dijo
en un momento, y no bastaban los contraargumentos que se tropezara.
El amor que recibió era inmenso,
gigante,
pero le costaba hacer otra cosa salvo llorar,
aunque intuía que había algo que se estaba perdiendo.

De pronto él levanto un poco la cabeza,
vio a los demás, esos que tanto subestimó,
los ve moverse en otro terreno, los ve capaces de hacer
lo que él creía que siempre sabía hacer, pero nunca hizo.
Ve la habitación donde siempre ha vivido, y no la reconoce.
Él está buscando algo, lo busco con ahínco.
La ha traicionado porque
"nunca supo confiar en ella",
porque no ha sabido encontrar silencio,
no ha sabido encontrar otra cosa
salvo pruebas, malinterpretaciones, salvo castigos inútiles.
Ese agujero en el suelo, ahora se llena de agua que
emblandece su carne.

Como decía,
él no sabe mirar el conjunto. Llegan los torbellinos,
y como llegan se van, aunque cuando consigue llorar
se siente súbitamente feliz ya que al menos hay algo que sabe que sí le importa.

Él se siente enfadado, y no sabe por qué,
pero yo le podría decir, aunque es evidente,
que está enfadado consigo mismo.
él cree que debería ser más, crecer en parámetros ostentosos,
crecer en músculo, en posesiones, crecer en intelecto, en conocimiento acumulado,
así es como quiere resolver su enfado, pero no ve que solo así consigue ser aún más pequeño.

Pero se siente pequeño,
y eso las posesiones no lo cambian,
tampoco quedarse callado,
parece que a él nada le cambia su condición.
Intenta levantarse herido, poner las manos en el terreno resquebrajado,
alzar su cuerpo con sus músculos sudados y sangrantes.
Pero no sabe cómo.
Cuando intenta escucharse o comprenderse,
solo se hace daño.
Entonces no te estás comprendiendo bien -le dije yo un día-.

Él es así,
supongo que con el tiempo cambiará.
Y ahora que todo está cristalizado
déjame decirte

que te va a echar de menos.


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