miércoles, 5 de noviembre de 2014

Nuevo rincón (Septiembre)

Nuevo rincón.
Nuevo rincón de espejos que se miran.
Nunca jamas el prisma desarrolló una lente
teniéndose en cuenta a si mismo
como elemento constituyente de lo observado.
Dejar de apuntar fuera con las astas de la existencia.
Nuestro teatro ya perdió la direción.
Ahora es tal el abismo que pasada la humillación
nos miramos a nosotros y pensamos si en la meta
estábamos equivocados.
Quizás lo interesante es por qué hacemos esto,
al servicio de qué fuerza nos movemos
si conocer no soluciona nada,
ya que los niveles de dios carcomidos
se estratifican para siempre justificar las pretensiones.
¿Qué queda salvo mirar en la insignia ostentosa del nosotros?
En la inmensidad infinita las causas originales se dibujaron
mientras tejíamos nuestra cohesión y la mente que creía
y que moldeaba su mundo exhaustivamente para confirmar la verdad
de nuestra cultura, no dejaba filtros de la duda,
salvo el misterio depuesto en los resquicios de a duda,
los ojos de las ranas y la elucubración de las aguas.
Conocer es la fe,
y si caímos de lleno en la verdad rocosa
resulta normal que las pieles se destensen
y los afectos se inflamen, ya que prescindir de la atención
a nuestro sentido es olvidar el recorrido y reaccionar
con despecho por el error ya andado.
Las figuraciones ilusorias no tienen más remedio que
verse expuestas a la continua cuestión,
al vibrante baila de los que oscilan periféricos con un pie
en cada parcela, resonando en todas ellas y ellas en ellos
-componen una armonía caótica de felicidad injustificada,
histrionismo metafísico, disfraces espontáneos, frases cliché
y modismos que nacen y se extinguen como el plumaje de un pavo real en celo-.
Y si el humano aún busca conceptualizar en su propio estudio
un sentido trascendental a la vivencia es porque no soporta
la constante percepción de lo relativo y la desmantelación sistemática
de cualquier amago de fe funcional.
Por eso espera mediocre, potenciando en lo más que puede,
la sensibilidad hacia lo que recibe,
esperando una guía que el miedo reniega de depositar fuera.
La grandeza despotricó tanto
que crece y nace en la ilusión de uno mismo
donde uno nunca muere mientras consume.
Grata dificultad de separar elementos,
de descompactar la cristalizacion infantil
de la complacencia inmediata, el consuelo
y la protección sin verbo del miedo
que busca su arropo ignorando
el pulso de lo aun no descubierto

Septiembre de 2014

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