lunes, 9 de junio de 2014

COBIJO LUNAR

De una luna rajada
se desprendió un testigo,
como una gota frutal.
Respiraba por la nariz
un oxígeno desconocido
y lloraba leche desnutrida.
Él no recordaba nunca antes
haber sangrado, ni contemplado
tanta inmensidad.
Nunca jamás había sentido
el vértigo de interrumpir
su relato cerrado.

En el gran espacio,
la luna estaba cada vez más rota
y de sus grietas emanó polvo de yema
que cubrió al testigo por entero.
Él se sentía libre
y descubrió que no era él lo que sangraba,
sino la placenta, que con fuerza,
desgarraba con sus uñas.

Llegaba un nuevo ciclo,
un renovado régimen de luz blanda
y pozos de crema por descubrir.
Un nuevo ciclo, también de oscuridades pasajeras,
de ingenuas huidas,
de resistencia a cimentar un cobijo,
de clavos ardiendo del recuerdo.

Pero esta vez amaba
y se había atrevido a decirlo

9-6-14


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