La hiperactividad nerviosa
genera un trance sin diálogo.
Se trata de pequeñas muecas que vibran
entre las neuronas.
Sé que hay dolor, sé que hay martirio, oscuridad…duda
y todo eso se convierte en una caricatura poliédrica.
Un payaso de muchas formas. Un terror silente.
Un llanto extinguido en la letanía de un horizonte.
Una mirada inocua, presente,
sin palabras ni narrativa,
sin justificación, subtexto o misión:
¡Solo él está!: La mirada y su ojo perenne.
Ese trance sórdido de disociarte de la historia,
de las implicaciones con el aquí y ahora,
de permitirte otro lugar donde no te queda más remedio que ir:
dadas las incoherencias evidentes de esta realidad,
dadas las refinadas pesquisas de la materia y sus
imposiciones.
La espiritualidad de lo infinito es el motor de la esencia (o algo así).
Pero,
una espiritualidad sostenida en lo infinito,
constituye una dilución difícilmente utilizable
-el yo se destruye-.
...
Por escapar, puedes escapar de toda la jerarquía de Maslow.
Por ser, puedes sumergirte en la oscuridad óntica
(más allá de si misma, donde se desvelan las máscaras)
para encontrarte con Nietzsche
y
hacerte una paja muy sentida con él.
¿A qué estoy jugando querido espíritu santo? ¿A qué espiral fractal estoy sometido?
¿Qué rito inevitable que va constantemente en contra de la promesa es éste?
Vuelta a la estética (el payaso cerrando la puerta):
Un pasillo, una pared marrón,
una mirada lasciva, un
destemplado juego de barbarie,
una pausa para procesar lo complejo,
un diente dolido, un sueño inacabado y atrapado en si mismo,
una voz…..que vela y desvela.
29-5-25