Esas veces que uno se encuentra
atrincherado en el deseo.
Cuando los sensatos conectores con la
realidad
se emblandecen como mariposas de papel.
Esas veces
que solo ves imagenes fugaces
que te encadenan, mientras bailan,
a los espacios de la sed y la prisión.
Esas veces,
en las que el reloj se
revoluciona,
en las que uno espera en la distimia
que llegue la ocupación;
el escape de todas las
adicciones
(cerrar los ojos y saber
de antemano de donde viene y a donde va
cada cosa)
Esas veces,
que uno se deja abrazar por
un pulpo
que lo eleva a la vez que le roba el
oxígeno,
que lo nutre de endorfina
incondicional
resultado de la altura evasiva.
¡Qué suculento es desimplicarse!
“No pierdas ni un segundo de darte
placer”.
Pero en una de esas veces
uno puede levantarse de golpe,
airearse la cabeza,
y repetirse contundente:
“cúrate” “cúrate” “cúrate”.
Puede escribirlo en las hojas,
"cúrate"
"cúrate"
en las
paredes,
"cúrate"
"cúrate"
en el frigorífico,
"cúrate"
"cúrate"
en las manos
"cúrate".
"cúrate".
Puede salir del encanto de golpe,
y al momento, recordar dónde está,
qué esperaba de esa mañana,
qué quería contarle a su amigo durante el café.
Y si baja las manos,
también puede sentir los frutos en las rodillas,
las metas, los objetivos, lo ya andado,
el cultivo arrendado a la paciencia.
En esas veces
uno puede volver y recordar
que las raíces siempre están debajo de los pies..
6 de Julio de 2015
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