Un abanico de centelleos,
la chispa de unas brasas incaducas.
El corazón se hunde mánsamente
en la resolución de su fondo marino.
Se calman las resistencias
como un globo de agua
que explota a cámara lenta.
En la piel del rostro
se sumergen los anhelos consumados.
Ese yacimiento se entrega,
diluye la acidez en dulzura,
encuentra su belleza
en el estilo de ser y estar.
19-10-23
No hay comentarios:
Publicar un comentario