Juguetes que presumen su inocencia.
Movimientos sutiles
que saltan por el pecho.
Un escenario
de quietud y de esparcimiento.
Los
monstruos se acallan y duermen plácidos,
embadurnando el
cielo con el tierno sueño de un bebé.
Anaranjados son
los horizontes
y rosácea es
la neblina que los permite,
y claro es
el ojo que lo observa,
y despejada
es la consciencia y su sonrisa.
Un baile
puede ser un contoneo sutil,
aunque en el
pecho galopen las sensaciones
y las
escenas imaginadas.
Hay momentos
en que se escapa
(entre los
optimistas dedos):
el tenue son
de lo vivo;
el ritmo y
el ciclo de respirar;
el amago de
la consciencia
que se
arropa en sí misma.
3-6-24
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