sábado, 6 de septiembre de 2014

Arrastrar la muerte en los hombros

Arrastrar la muerte en los hombros,

con sus nombres, sus pronunciados proyectos,
con las condenas castas y pueriles de un deseo,
con sus cosquillas vanagloriadas,
con el atento ojo obsesionado por una correspondencia.

Arrastrar la muerte en los hombros,

con el discernimiento amortajado,
con las instrucciones autoimpuestas,
con la obediencia sutil al sinsentido,
con la sobrecarga de la escucha.

Arrastrar la muerte en los hombros,

con el desplazamiento de la esencia,
con la fatiga,
con el sometimiento,
con el reiterado discurso
que nunca terminaste de aceptar.

Se escucha un mueble desperezar sus fijaciones.
                Te das cuenta
que alguien aprieta tus ojos con sus manos.

                Tú no elegiste,
solo velas tras el cristal
y te consagras a una fe lejana.

                  Tú no existes,
pero ahí estás,
desmontando compromisos en la intimidad,
inyectando fealdad en la pulcritud consensuada.
Quejándote.
                                                Sola.

                                                Permitiéndole

                       reducir su vida a ti
                       y arrastrar su muerte en tus hombros.
2-9-14

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