martes, 12 de agosto de 2014

LA CASA DEL GUARDIA

Antes de encenderse las luces de la escena, hay una pequeña cámara de vigilancia en
una pared de lo que sería el comedor, un foco de luz amarilla la alumbra antes de que
la obra empiece
Cuando la obra comienza se encienden las luces del escenario. Es un comedor familiar
convencional. Hay una mesita entre sillones y un sofá más grande a la izquierda.
Tambien hay una puerta a la derecha que da a la cocina (la cocina no se ve, solo se ve
el comedor) a la izquierda está la puerta de entrada a la casa)
Suena el timbre, y una mujer (Ana) sale de la cocina y abre la puerta. Ella lleva un
delantal y un escote muy bajo, por debajo del delantal tiene un vestido rojo, es
atractiva. Tiene una voz aguda y parece un poco ingenua aunque con mucho
desparpajo

Juan – (ha tocado el timbre, lleva un abrigo marrón, una maleta y se nota que lleva
puesto un peluquín. Es gordo y bajo, bastante inseguro y un poco basto al hablar) Hola
(sorprendido al ver a la chica) Que tal, ¿usted es?

Ana- ¡Sí! Encantada (le da la mano) Pasa hombre, que te vas a morir de frio ahí fuera

Juan – No, si voy preparado (vacilando y tocandose el abrigo) (silencio) Pero usted...
¿No podría salir el señor...?

Ana- ¡Pasa hombre! (se rie) (pone los puños cerrados en sus costados) tú eres Juan
¿no?

Juan – Sí, soy Juan (sorprendido y extrañado)

Ana – Pues venga, que te vas a enfriar

Juan – Pero oiga, yo... He quedado con el señor Luis (hablando para si mismo y
desconcertado) Sí, he quedado con el señor Luis.

Ana – Pues claro, has quedado con Luis. Venga, entra

Aparece Luis en escena, llega también desde la cocina. Va muy bien arreglado, es
delgado y apuesto, confiado al hablar.

Luis – Oh, Juan, le estoy esperando toda la tarde ¡Qué gusto verle por fin! (le estrecha
la mano) Esta es Ana, mi esposa.

Juan – Encantado (a Ana)

Ana – Encantada (a Juan)

En toda la obra Luis se dirige a Juan hablándole de usted, pero Ana le tutea. Juan se
dirige a usted a todos los personajes. Ana y Luis se tutean.

Luis – ¿Pero qué hace ahí fuera? Ana, ¿por qué no le hiciste pasar? (Ana no contesta)
Traiga su abrigo, lo pondré en el perchero (le quita el abrigo servilmente) por favor
Juan, siéntese donde quiera.

Juan – Si quiere podemos tomar un café fuera, hay un bar en la esquina

Luis – (le interrumpe) Usted ahora está en mi casa. Además, hace un frío horroroso ¿o
no? ¿Cómo le gusta el café?

Juan – Es muy tarde para café (Ana mira a Luis un poco desconcertada)

Ana – yo traeré algo de picar (va a la cocina)

Luis – Bueno Juan, ya conoce mi casa

Juan – (hablando en voz baja) Creía que íbamos a estar solos

Luis – Y lo estamos, Ana es mi esposa, compartimos todo en nuestra vida

Juan – No sé, no lo esperaba (suspicaz) No sé si debería fiarme de usted

Luis – Pero Juan, por favor, le he invitado a mi casa ¿Cómo puede decir eso?

Juan – Es solo, oh cielos, perdona (se sulfura). Es que esta situación me pone un poco
nervioso. Me lo esperaba de otro modo, aunque reconozco que estaba preparado para
cualquier sorpresa. Y este barrio es desconocido para mí, me he perdido durante
media hora, y las farolas alumbraban tan poco. Además, el silencio, no sé si me hace
sentir un poco mal ¿no le pone nervioso tanto silencio?

Luis – Todo lo contrario, nos encanta el silencio. Toda mi vida residí en ciudades
ruidosas, estudié en Madrid y residí casi veinte años en Bruselas, a penas llevamos aquí
un año. Pero le digo que no he encontrado lugar más reconfortante que esta
residencia

Juan – ¿Entonces son ustedes felices?

Luis – Por supuesto, enormemente

Juan - ¿No piensan tener hijos?

Luis – Oh Juan, por favor, de momento no. Pero dónde están mis modales, ¿había
dicho que se encontraba mal? ¡Ana, trae un vaso de agua! (grita para la cocina). No
entiendo cómo no le puede gustar este barrio. El silencio, bueno…, supongo que no
está acostumbrado, jamás ha habido un altercado en este lugar.

Juan – Ya, supongo que no. Esto, por cierto, ¿Por qué hay una cámara de vigilancia
dentro de la casa? ¿es suya?

Luis – (silencio mientras reflexiona) hay cosas que ni usted ni yo podemos entender de
primeras (dice mientras le ofrece un cigarrillo a Juan, lo rechaza y se enciende el suyo),
pero, por supuesto, claro que es mía.

Juan - ¿A qué se refiere?

Luis – Solo le pido que sea discreto, mi esposa nunca se ha dado cuenta de su
existencia.

Juan - ¿Pero por qué no se lo ha dicho? ¿es una cámara gigante, algún tipo de efecto
tendrá en ustedes?

Luis – (interrumpiendo) He dicho que no le diga nada, es muy importante que no diga
nada en absoluto

Juan – Pero si está a simple luz...es co..(mira a Luis y decide no hacer más preguntas y
cambia de tema) Veo que también tienen contratado un buen servicio de vigilancia,
muy eficiente.

Luis - ¿Por qué lo dice?

Juan – El hombre de la valla, el guardia, es corpulento y tiene aspecto agresivo,
cualquier ladrón se achicaría al verlo, además tiene un ojo muy dotado

Luis – Ya veo ¿Un ojo muy dotado?

Juan – Sí, se dio cuenta de que llevaba peluca y a penas me dirigió la mirada, miraba
abajo mientras yo le hablaba, al escritorio. Sin embargo, en mitad de nuestro breve
diálogo dijo despreocupado: su pelo le queda fatal, debería impedirle el paso, solo por
eso. (Luis se rie ante la anécdota) (Juan sigue hablando y se altera un poco cuando el
discurso avanza) Mi padre decía que en esta vida había que fiarse de la gente honesta,
ese hombre me resultó algo grosero, pero creo que fue honesto. Aunque mi madre,
ella no estaría de acuerdo con él (pausa) ¡era una arpía, una golfa! (pausa) aunque
paradójicamente era ella la que siempre se quejaba de que mi padre escondía cosas y
de que fuera un cobarde. En realidad se quejaba por quejarse, él era un cabrón de
mierda y no iba a cambiar ¿me oyes? (a Luis) él no iba a cambiar, ¡bajo ningún
concepto!…

Ana – (interrumpiendo) Aquí tenéis el agua, es agua natural (entra con una bandeja)
también traje unas pocas fresas y unos arándanos. ¿Os apetece algo más? (Ana y Luis
miran a Juan)

Juan – No, no, gracias. Todo está genial (mira hacia abajo)

Ana - ¿De qué hablaban?

Luis – Juan me decía que le gustaba mucho la casa y también nuestro servicio de
seguridad

Ana – Muchas gracias Juan, la verdad es que vivimos en un sitio idóneo para tener
hijos, por eso lo seleccionamos (coge la mano de Luis que se siente algo incómodo)

Luis – (desviando el tema) eh, bueno, deberíamos empezar a picar algo

Juan – No tengo hambre

Ana – Bueno Juan, deberías comer, cuando estaba en la cocina oí que estuviste
perdido media hora en el barrio, seguro que ahora estás hambriento, y además con
este frío…

Juan- Tengo un buen abrigo, y la verdad, no tengo hambre (silencio breve) pero
gracias.

Ana y Luis comen, Juan mira al suelo y nadie dice nada

Ana - ¿Y bien?

Juan - ¿y bien? ¿Y bien qué?

Ana – Que qué te pasa.

Juan – Pasarme, no sé, no me pasa nada

Ana - ¿Y mis fresas? ¿Por qué no comes mis fresas?

Luis – (le habla suave a Ana) Ana, deberías intentar ser más suave. ¿Qué es lo que
quieres conseguir?

Ana – Yo solo, es que, me preocupa (se pone las manos en la cara) no quiso pasar
cuando tú no estabas, y ahora las fresas. yo solo quiero ser una buena esposa, joder
¡joder! (juan coge una fresa de la fuente y se la mete en la boca intentando complacer
a Ana tardíamente).

Luis- (Le sigue hablando lento) Ana, bueno, ya está bien, ya está bien (pone su mano en
el hombro, se quedan un rato en silencio y ella se calma) Venga, no te preocupes,
ahora levántate y empieza de nuevo, vuelve a la cocina

Ana – (se levanta del sofá y se limpia las lágrimas burdamente con el brazo
desmangado) Vale (coloca las cosas de nuevo en la bandeja, saca también la fresa de
la boca de Juan y vuelve a la cocina)

Juan está nervioso y toca inquieto el respaldo del sillón

Luis – (hacia la cocina) ¡Ana, trae un vaso de agua!. (A Juan) No se preocupe, esta vez
tardará menos que la vez anterior. ¿Qué estaba usted diciendo?

Juan – Esto, yo…pues

Luis – Estábamos hablando del guardia de seguridad. También me habló sobre su
padre y su madre, me resultó muy interesante lo que estaba diciendo. Puede proseguir
si así lo desea.

Juan – Verá, yo solo traigo la maleta con el dinero, con todo lo que me requería por el
servicio

Luis – (muy serio hablando) el servicio, ajam, ¿y qué quiere que hagamos?

Juan – ¿Cómo que qué quiere…? Usted, yo, lo hablamos por internet, ¿no?, aunque no
sabía que tenía una esposa, no sabía tampoco que me iba a encontrar con esto, de
verdad que no. Se nota mucha tensión

Luis - ¿Le molesta mi esposa?

Juan – No, no, en absoluto. Además…

Luis - ¿Además? (Juan no contesta y Luis lo interroga con la mirada) ¿Además qué?

Juan – Nada, nada. Creo que debería irme (se levanta con la maleta)

Luis – (también se levanta y lo increpa inmediatamente) Pero usted ha venido por el
servicio, ¿no?

Juan – (recapacita, y deja de avanzar) Sí, sí, así es

Luis - ¿Y por qué se quiere ir? (Juan no se mueve) ¿Ya no le interesa?

Juan – Sí, claro que sí

Luis – Pues siéntese (Juan le hace caso, él se sienta después). Claro, que va a haber un
problema muy grande si no le gusta mi esposa

Juan – Su esposa sí me agrada, es solo que no la esperaba

Luis - ¿Y eso es malo?

Juan – No es malo. No, en absoluto. Es más…

Luis - ¿Sí?

Juan – Que es una gran sorpresa, la verdad. Ha sido una gran sorpresa (sonríe)

Luis - ¿Entonces sí le gusta? (se acerca a él, como acechándole, pero no deja de sonreir)

Juan - ¿Qué si me gusta? Por supuesto, nada mas verla. (Habla fogoso y termina
hablando embelesado) Tiene unos labios carnosos muy muy dulces, y cuando fue a la
cocina, joder, tiene un culo precioso.

Luis – Vaya, entonces sí que le gusta, Juan (Juan no responde, sigue embelesado). Juan,
Juan, ¡oye! (chasquea con los dedos enfrente suya). Digo que entonces sí que le gusta,
¿eh? (Juan asiente con la cabeza). Pero la va a respetar, ¿no?. ¿Va a respetar a mi
esposa Juan?

Juan – Sí, sí, claro

Luis – Pero Juan, usted había venido por el servicio ¿no?

Juan – Sí

Luis - ¿Sí? ¿Seguro?

Juan – Sí, seguro seguro

Luis – No se habrá arrepentido, ¿no? (mira a Juan fijamente)

Juan – (silencio) No, claro que no.

Luis - ¿Seguro que no? Porque no le veo muy seguro Juan (comienza a hablar más
agresivamente y se acerca a él). usted ha venido aquí porque quería una cosa
concreta, ¿no? ¿Qué es lo que quería? ¿Ya no se acuerda?

Juan – Claro que sí, sí me acuerdo

Luis – Pero se arrepiente. ¿No es verdad? (le coge de la pechera)

Juan – No señor Luis, no me arrepiento en absoluto

Luis – No me gusta que jueguen conmigo Juan, yo le he dado mi confianza (silencio) ¿O
no le doy confianza?

Juan - Sí, sí claro (mira a un lado)

Luis – Y ahora me trata con una condescendencia que no merezco. Si yo respeto sus
cosas usted debes respetar las mías. En ningún momento me he olvidado del servicio,
pero me gustaría ser transparente, enseñarle previamente mis condiciones de vida. Le
he enseñado mi casa, le he presentado a mi esposa, Juan (lo coge de nuevo más
agresivo) ¿Así es como valora mi confianza? ¿Acaso yo no le respeto? ¿Acaso yo quiero
expropiarle algo? Dígamelo ¡Dígalo! (lo zarandea)

Ana vuelve con la bandeja

Ana - (interrumpiendo) Aquí tenéis el agua, es agua natural (inmediatamente Juan y
Luis se serenan y vuelven a sus sitios como si nada hubiera pasado) también traje unas
pocas fresas y unos arándanos. ¿Os apetece algo más? (se acerca a la mesa y pone las
cosas sobre ella. Al dejar la bandeja en la mesa Juan se lanza sobre las fresas y
empieza a comérselas vorazmente de dos en dos).

Ana – Uy uy, sí que estabas hambriento, eso debe de ser por el frio (Silencio) ¿Y de qué
hablábais?

Luis – Juan me estaba diciendo que le encanta el servicio de seguridad, el vecindario y
que le cayó muy bien el guardia

Ana - ¿El guardia?

Luis – Sí, cariño, el guardia, el guardia (silencio) Ángel (aclara susurrando)

Ana – Aaaahhh, ¡Ángel!, sí, (ríe intensamente) le cayó bien ángel (Luis y Ana se rien con
complicidad)

Juan – (Prestando atención súbitamente y vaciando la boca de fresas) ¿Qué pasa?

Ana - ¿Y qué te dijo ángel?

Luis - sí, eso eso, cuéntele lo que le dijo.

Juan – Me dijo… ¿El hombre de la valla no?

Luis – Sí, venga, cuéntele lo que me contó a mí

Ana – Venga, venga (aplaude como una niña, animándole)

Juan – Me dijo que… (se toca la cabeza y habla muy triste) dijo que el peluquín me
quedaba muy mal (Ana y luis rien cruelmente)

Luis – Bueno Ana ¿Qué te parece?

Ana - Graciosísimo, y también bastante ridículo (rie)

Luis – Entonces Juan te cae bien ¿verdad?

Ana – Sí, me cae muy muy bien (riéndose)

Luis – venga, ayúdame a darle su servicio, este es el momento perfecto ¿Me quieres
ayudar? (a Ana)

Ana - Sí, sí claro (da saltitos de alegría)

Luis - vamos, trae los instrumentos (Ana va corriendo a un armario del comedor y
busca en un cajón) y usted (a Juan) pongase aquí (lo lleva al sofá mas grande, lo pone
de rodillas y apoya sus manos en el sofá, lo deja a cuatro patas) No debe preocuparse
en absoluto, no le va a doler, solo relájese, déjese ir ¿Se siente deseoso?

Juan – Sí, mucho, muy deseoso señor Luis.

Luis – Muy bien, muy bien (le acaricia el pelo lascivamente y se empieza a desabrochar
el cinturón)

Ana – Aquí está (saca un bote de lubricante y un látigo). Un lubricante (da saltos de
alegría) ¡Y un látigo! (lo dice más efusiva aún)

Luis – No, no. El látigo no hace falta

Juan - ¿Látigo?

Luis – (le toca la espalda para tranquilizarlo y le habla despacio) No se preocupe, todo
va a ir bien.

Juan - ¿qué coño os habéis creido? Nadie habló de un látigo

Luis – Lo sé, pero no se preocupe, solo fue un error

Juan - ¡Cómo sacáis un látigo, malditos! ¡ilusos! Dije claramente que no quería un
látigo, lo dije claramente

Luis – Claro que lo dijo claramente (A Ana) Ana, lo dijo claramente y yo también lo dije
claramente

Ana se echa a llorar y se arrodilla en el suelo

Luis – Discúlpeme (a Juan) (se acerca a socorrer a Ana, se arrodilla a su lado
consolándola) No pasa nada, Ana. No pasa nada, lo has intentado al menos.

Ana – Lo siento, lo siento mucho.

Luis - ¿Qué ha pasado? (consolándola) te lo dije muy expresamente, hablamos sobre
las consecuencias

Ana – Lo sé, sabía que no tenía que hacerlo, pero...

Luis – ¿Pero qué?

Ana – No lo sé, solo lo saqué. Lo vi y cuando lo vi no lo pensé, era lo que quería.

Luis – Pero lo habíamos hablado. No es la primera vez que te pasa. Siempre tenemos el
mismo problema (sulfurado)

Ana – Lo sé, lo sé. Oh no, soy una esposa horrible, joder ¡Joder!. Siempre estoy
jodiéndolo todo (alterada)

Luis – Venga Ana, (le habla lentamente para clamarla) solo levántate y ve a la cocina,
volvemos a intentarlo, venga.

Ana – (se calma de nuevo y se seca las lágrimas) Vale (se levanta y coge el agua y
coloca las cosas en la bandeja, de nuevo va a la cocina con la bandeja).

Luis – (está en el suelo desde donde ayudó a Ana, Juan sigue arrodillado ante el sofá)
(hacia la cocina) ¡Ana, trae un vaso de agua! (a Juan) Tiene que disculparme, Juan (le
ayuda a levantarse y le coloca bien el traje) ya sabe como son las mujeres, no dan más
que problemas (lo coge del hombro para volver a la mesa y los sillones y le ayuda a
sentarse amablemente) Pero yo sé que usted me entiende. (Va a su sillón y se sienta y
repite el ritual del cigarrillo, le ofrece uno a Juan, Juan lo rechaza y él empieza a fumar)
¿Y usted Juan? ¿está casado? ¿tiene hijos?

Juan empieza a llorar

Luis – ¿Qué le pasa? Dios Santo (saca unos pañuelos y se los pasa)

Juan – No, acabo de divorciarme

Luis – Oh, no. Lo siento mucho ¿Entonces tiene hijos?

Juan – Sí, tengo dos, pero me detestan, su madre ha hecho que me odien.

Luis – Lo entiendo, Juan. Tiene que ser muy duro. Nos gustaría ayudarle

silencio

Juan – Lo están haciendo, creo que lo hacen. A vosotros se os ve tan bien

Luis – Oh, también tenemos nuestros rifirrafes. Pero claro, Juan, no tiene nada que ver

Juan – De verdad, Luis, lo digo de verdad. Tiene una mujer estupenda, un barrio
increíble. Creo que es el hogar de mis sueños. Se os ve tan bien (silencio) no había
apreciado el silencio hasta ahora.

Luis – Gracias, Juan. Gracias, de veras

Juan – Si quisieran tener hijos, ellos serían felices, muy felices. Felices y afortunados
por tener unos padres como ustedes.

Luis - ¿De veras cree que seríamos buenos padres?

Juan – Por supuesto

Luis – Ser padre, ser padre es una idea que no se debe tomar a la ligera, nosotros solo
hemos estado casados treinta años.

Juan - ¿Y por qué no quiere tener hijos?

Luis – No estoy seguro. Estamos bien, no necesitamos ninguno (fuma). Conmigo y con
ella basta (serio), no queremos ningún mocoso.
Juan – Usted (dócil y sensible) usted sería un buen padre

Luis – ¿Por qué no se comió las fresas de mi señora cuando se las ofreció?

Juan – Creía que estaba olvidado, no quisiera que me juzgara por eso. No supe de su
importancia; pero estaban muy buenas. Señor luis, luego me las comí todas (silencio)
No estará enfadado ahora por que me las comí casi todas ¿no?.

Luis – Tenía que habérselas comido cuando se lo dijo ella. Ella es mi esposa, le
pregunté si la respetaba.

Juan – Yo la respeto, se lo juro. Es más, ustedes, ustedes... si fueran mis padres yo os
respetaría mucho (Luis aleja su cigarro y lo escucha atentamente) Es más Luis, ya le he
hablado de mis padres. Usted, yo... me gustaría tener unos padres como ustedes.

Luis – ¿De veras? (súbitamente alegre, aunque inclinándose a la mesa, da la sensación
de que quiere controlar la conversación) Venga, dígame qué es lo que más desea en
este momento, dígame qué desea hacer por encima de cualquier cosa. No disimule,
Juan, hay muchas cosas que todavía no sabe (señala a la cámara de vigilancia); No
estamos aquí para mentir. Solamente dígame; si tuviera la opción de hacer una cosa
sin ningún tipo de censura o restricción ¿qué haría?. Eso que usted piensa en privado y
quizá tenga reparo en decir. Solo dígamelo, dígamelo y seremos amigos para toda la
vida.

Juan – Su mujer, Luis. Su mujer

Luis - ¿Mi mujer?

Juan – Sí señor Luis, ella no se rie de mi peluquín, se ha fijado en él casi toda la noche,
pero siento que me respeta.

Luis- Pero creía que tenía claro cuales eran mis servicios. Creía que estaba claro desde
el principio.

Juan – Y lo está, pero usted me ha preguntado…

Luis - ¿Qué?

Juan – “Dígame ¿Qué es lo que más desea en este mundo?”. Muchas veces creo que
tengo claro qué es lo que quiero (toca su maleta) mi mente me lleva a ello. Por eso le
contraté, por eso vine, y aunque estaba nervioso sabía que tenía que hacer uso del
servicio. Es más, (pensativo) todavía lo deseo desesperadamente. Pero ahora que le
tengo aquí enfrente (reflexiona)... No esperaba a su mujer, Luis. Pero creo que es lo
que más necesito, sabe. Es solo, que mirando más allá, si intento ser honesto conmigo
mismo, su mujer es lo que más deseo, y reconocerlo es lo más sano (se señala el
corazón y le sonríe a Luis).

Luis se levanta dubitativo y se toca el mentón. Mira a la estantería desde donde
sacaron el lubricante y cierra el cajón. Se gira hacia Juan y lo mira
Luis – Pues usted ha venido por un servicio (con agresividad creciente). Es un traidor, y
ahora me va a pagar (se tira a por el maletín y Juan se resiste a soltarlo, ambos
forcejean)

Juan – No, el maletín es mío, maldito cerdo.

Luis – Ha gastado mi tiempo y ha jugado conmigo, ahora me pertenece

Juan - ¡Son mis ahorros!¡es para los estudios de mis hijos! ¡Yo decido qué hacer con
ellos!

Luis – Ya no puede volver atrás, es un maldito cabrón amariconado (se tiran del pelo)
Ana aparece con la bandeja

Ana – (interrumpiendo) Aquí tenéis el agua (entra con una bandeja) también traje unas
pocas fresas y unos arándanos. ¿Os apetece algo más?

Luis y Juan se vuelven a sentar en los sillones como si nada hubiera pasado. Tienen el
pelo y los trajes alborotados

Ana - ¿Qué os ha pasado? ¿Estábais hablando?

Luis – Juan me estaba hablando de la honestidad, considera que el guardia, Ángel
(aclara a Ana), es muy honesto ¿Estás de acuerdo?

Ana – La verdad Luis, no me gustaría seguir hablando de Ángel

Luis – (sorprendido) ¿Por qué?

Ana – Puede ser que Juan no quiera hablar de eso

Juan – Estas fresas están muy buenas (come una fresa delicadamente)

Ana – Muchas gracias, las compré en el mercado esta mañana, están fresquísimas

Luis – (a Ana) ¿Pero tú sabías que Juan piensa que la honestidad es tolerable incluso
cuando se es grosero? (lo ignoran)

Juan – (a Ana) Vaya vaya, me deberías decir qué puesto es, a mí me encanta ir al
mercado, a veces paseo por el rio de camino al mercado de mi casa

Mientras hablan Luis se levanta del sillón y apoya su mano en él.

Luis – (a Ana) ¿Sabías que era su padre el que le dijo que valorara a la gente honesta?
(termina la frase con tono burlón) (lo ignoran)

Ana – Eso es muy bonito, a mí también me encanta pasear. A veces me llevo un libro
(acentúa mucho la palabra libro) y siento la brisa por mi cuerpo mientras disfruto de la
lectura al aire libre (Juan la mira y la observa embobado)
Luis – (a Ana) Su madre era una zorra y su padre un cabrón. Y él es un miserable. Es un
miserable porque finge su victimismo para disimular su ambición, le gusta la
humillación, pero todo es una máscara, ¡una mentira! (ha gritado y Ana y Juan fingen
que no lo oyen, como si hubiera desaparecido).

Juan – (a Ana) está bien disfrutar de ese tipo de cosas. En esta vida hay que ser
especialmente sensible (dice con una fresa en la mano). Insisto, Ana (es la primera vez
que dice su nombre) estas fresas son encantadoras (se la mete en la boca y la goza
lentamente) (Luis mira al suelo y se siente ausente)

Ana – A mí también me gustan. La fruta en general, me encanta el mercado, y los
parques, los rios, los libros

Juan – (coge la mano de ana) ¿Y los animalitos del bosque?

Ana – Por aquí no hay muchos bosques (silencio incómodo) pero sí (con entusiasmo)
me encantan los animalitos del bosque (ruborizada) también me gustan los castillos y
los príncipes (se ríe agúdamente)

Juan – Sí (se toca la peluca) los castillos y los príncipes. Y los caballos y los dragones
tambien, supongo

Suena el teléfono en la cocina

Ana – Sí claro, y las mazmorras, los espejos, los peines dorados (el teléfono sigue
sonando)

Juan – Las luciérnagas, la brisa (se acerca a ella, la huele y la abraza por el hombro)

Ana – ¡la brisa! (rie y suspira hondo)

Juan – La brisa está siempre

Ana – Uyyyy (ríe quisquillosa y Juan empieza a besarle el cuello)

Luis – (levanta la cabeza y le habla a Ana) ¿No vas a ir a por el teléfono?

Ana – (cambiando el tono y un poco agresiva) (a Luis) Sabes que son las seis y media,
solo puede ser para ti. Así que no lo preguntes, vamos, largo (se vuelve a Juan y sigue
besándole los brazos y los labios)

Luis se levanta apesadumbrado. En mitad de camino hacia la cocina se para y se
vuelve. Los mira triste, finalmente se decide y se va
Ana y Juan siguen acariciándose y besándose apasionadamente. Comienzan a hacerlo
cada vez más lentamente, hasta que finalmente dejan de acariciarse y ambos se
quedan quietos mirando hacia el el patio de butacas como si nada hubiera ocurrido

Juan – Oh, tiene usted una casa muy bonita

Ana – (empieza a hablarle de usted por primera vez, habla más seria de lo que hizo
hasta ahora) Muchas gracias

Juan - ¿Se encuentra bien? Le noto algo seria
Ana – Esto..., estoy perfectamente, gracias

Juan – (Juan se fija en la cámara durante un rato y luego mira a Ana) ¿Se ha dado
usted cuenta de...?

Ana – (se gira y le mira) ¿De qué?
Juan – Nada, nada (silencio. Recapacita) Bueno, ¿sabe usted algo de?

Ana - ¿de?

Juan – De algo así como; una cámara de vigilancia

Ana – (silencio) No tengo ni idea de lo que hablas

Juan – Vale, vale (silencio) ¿Quiere algo? ¿necesita algo?
Ana – No

Suena el timbre de la puerta principal. Luis llega muy rápido y abre la puerte. Al abrir la
puerta aparece un hombre corpulento y con aspecto agresivo, va vestido con un traje,
es Ángel

Luis – Hola señor

(Ana y Juan se levantan)

Ana – Oh dios mío, ¡Buenas noches Ángel!

Ángel – (avanzando hacia el centro del comedor) ¿Qué tal estáis? ¿Os ha ido bien?
¿habéis terminado ya?

Ana – Sí, Angel, todo ha ido muy bien

Ángel – Muy bien, muy bien (inspeccionandolos con la mirada y hablando para todos)
Hace un tiempo tuve que hacer frente a algunos problemas. Al principio fue difícil lidiar
con ellos, las soluciones no aparecían y yo estaba completamente convencido, de que
nunca las iba a encontrar. Pero amigos míos, el cambio llegó, además llegó de la
persona más inesperada. De pronto alguien de quien nunca te has percatado
(escenifica dramatizando con las manos) te ofrece su mano, y tu la coges. Y mientras
asciendes a otro plano de conciencia. Esa mano, que no es tuya, se hace un poco tuya y
tú te haces un poco de esa mano...

Juan va a decir algo, pero Ana lo corta y le niega con la cabeza como diciendo: siempre
lo hace, déjalo hablar

Ángel – ...Es muy difícil saber por qué dejarse llevar. Parece que estamos compuestos
de parásitos, que nuestras manos son bocas de serpientes y nuestro cerebro es como un nido de ratas en una cloaca. Pero hay algo de lo que estoy seguro, y precisamente es algo que a veces
olvidamos (es muy histriónico hablando). Somos libres (sonrie compasivo y persuasivo)
somos libres para elegir, somos libres para decidir qué hacer, somos libres para
trascender de las influencias más desnobles. ¡Unámonos!

Ángel levanta las manos y Ana y Luis se acercan para cogerlo, le dan sutiles
instrucciones a Juan para que se una y hacen un círculo con los brazos.

Ángel – Los roles sociales son únicamente instancias transitivas

todos repiten la misma frase y a Juan le cuesta seguir lo que dicen

Ángel – Nada es eterno, únicamente nuestra consciencia, nuestra presencia

Repiten

Ángel – Nada es eterno, pero lo efímero merece nuestro respeto. Debemos entender
que todos somos humanos, todos nacimos del mismo árbol.

Repiten

Ángel – Te adoramos Ángel, te queremos por tu grandeza, encumbramos tu figura
repiten

Ángel - viva nuestra lídel y la estabilidad, viva su carisma y su buena presencia

repiten y se sueltan las manos. Todos, salvo Ángel se empiezan a despedir como si no
se conocieran previamente. Se dan dos besos y se estrechan la mano como si toda la
obra de teatro hubiera formado parte de un ritual asumido tácitamente. Luis va a salir
por la puerta y pasa por enfrente de Ángel. Ángel lo coge del hombro y le habla
confidencialmente

Ángel – Qué pasa cabroncete. Entonces, ¿Cómo está tu esposa?

Luis – Murió hace cuatro años

Ángel – Muy bien, me alegro de que la sigas trayendo con nosotros. (aparte,
asegurándose de que nadie más los oye) Sabes bien de quién es la cámara de vigilancia
¿no? No se te habrá ocurrido jugar con ese tema otra vez ¿verdad? Luego voy a ver la
cinta, sabes que la voy a ver (le aprieta el hombro)

Luis – Sí, sí, claro señor Ángel, todo está muy claro

Ángel – Yo te llamo a las seis y media como siempre me dices. Te he sacado de la
escena, ¿no?

Luis – Sí señor Ángel

Ángel – Bien, y eso es lo que quieres ¿verdad?

Luis – Sí, señor, por supuesto

Ángel – Así me gusta, no lo olvides. Adios Luis, cuídate mucho

Luis baja la cabeza en forma de reverencia y se va. Luis va a salir y pasa por enfrente
de Ángel

Juan – Señor Ángel yo quisiera... (manifesta tener dudas como ya hizo anteriormente
cuando Ana la interrumpió en mitad del discurso)

Ángel – No te preocupes Juan, hoy es tu primer día, pero simplemente déjate llevar,
poco a poco encontrarás respuestas (le pone la mano en el hombro sonriendo)

Juan – Pero yo es que, esto no...(quiere decir algo)

Ángel – (interrumpiendo) grandes respuestas Juan, eso no lo dudes. Tú simplemente,
no olvides a tus padres (Juan hace el amago de irse pero se gira y mira a Ángel
directamente sin entender nada) Los padres, Ángel, los papis (muy elocuente y
persuasivo con las manos)

Juan desaparece algo resignado. Ángel y Ana se quedan solos

Ángel – (baja el tono de su voz, habla de manera más suave y lenta) Hola, Ana
Ana – Hola Ángel

Ángel – Hacía mucho que no te veía

Ana – Y bien, ¿lo has pasado bien?

Ángel – Sí, muy bien, de maravilla

Ana – Me gusta mucho tu casa

Ángel – Muchas gracias, es una casa grandiosa, lo malo es el ruido, siempre hay ruido
en esta casa

Ana – Es curioso, a mi me parece un lugar tranquilo y también silencioso

Ángel – Pues... no te tienes que ir (se insinua y se desliza por el sofá acercándose a
ella)

Ana – Creo que es el momento, sabes que tengo compromisos a estas horas

Ángel – Oh (se va al otro lado de ella) ¿De veras tienes compromisos? ¿Qué tienes que
hacer?

Ana – He quedado con mi jefe, tenemos que hablar de unos asuntos del trabajo
Ángel – Vaya (relajado) no es la primera vez que quedas con ese hombre ¿Quedáis
para cenar?

Ana – Sí

Ángel - ¿Cocina él o vais a un restaurante?

Ana – Vamos a un restaurante

Ángel – Oh (seductor) entonces no le importará que te quedes aquí esta noche, si no es
a vosotros pues otros se comerán el menú del restaurante

Ana – Ya, pero...

Ángel - ¿Qué pasa? (rodeándola con el brazo y ella un poco incómoda) ¿Tenéis cosas
importantes que hablar?

Ana – No, la verdad es que, no demasiado
Ángel - ¡Genial! (dando la victoria por contada) entonces prepararé algo de picar e
iremos a mi dormitorio ¿Qué te parece?

Ana – (lo piensa) está bien, está bien. Ve pasando y ahora voy yo

Juan pasa a la cocina con el proposito de llegar al dormitorio muy contento
Ana se queda sola. Justo cuando Ángel se va al dormitorio coge su bolso del perchero y
saca una cinta, se dirige corriendo a la cámara de seguridad y saca la cinta que hay
dentro, la reemplaza por la cinta que tenía en el bolso y la mete de nuevo en el bolso.
Comienza a recoger el bolso y su abrigo para irse

Ana – Ángel (gritando hacia adentro) he pensado que debería irme, me acabo de
acordar que tengo un importante asunto que tratar con mi jefe, se me había pasado
por entero. Pero te lo aseguro, es sobre algunos gastos injustificados de las últimas
tres semanas. Deberíamos cerrar ese asunto. (hay silencio, no se oye nada. Está en la
puerta y está dispuesta a irse ya) Me voy ya, pero nos vemos pronto. Y... (se para
dubitativa mientras abre la puerta de salida)

Ángel – (desde el otro lado, se le oye poco y seguramente no oyó lo que le dijo Ana) Cariño, cariño, que artículo más interesante. ¿Sabías que el sexo oral a la mujer fue una estrategia primitiva del hombre para facilitar la fidelidad sexual de la hembra? Esto sí que es bueno Ana (se rie)

Ana – Bueno, cariño (es evidente que él no la escucha, pero dice todo esto mientras sale de la casa)
en la cocina hay unas pocas fresas y unos arándanos por si te apetece, también hay agua natural (silencio) Adios (se va un poco taciturna y cierra la puerta)

Se hace el oscuro aunque se queda el foco encendido durante unos segundos
iluminando la cámara de seguridad.


FIN

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