martes, 4 de septiembre de 2018

Un agujero


Un agujero,
ciego.

Un agujero que atempera
las mejillas,
que las diseca,
que anula el tiempo
y deja un fantasma
de lo que está sucediendo.
Un agujero,
de prisa descomunal,
de huida tempestuosa,
de palabras que no llenan,
de triste trauma
ante lo que aun no ha sucedido.

De miedo.

Un agujero,
de querer estar solo,
pero no saber estarlo.

un agujero de imanes truncados,
de esperanzas sin aliento,
de carnalidad fulgurante
y a la vez muerta.

Una paz de títulos,
de revestimientos,
de lágrimas olvidadas,
de desesperanzas acumuladas,
de llanuras sin recorrer,
de rincones conocidos
donde se practica el lamento
y la arrogancia.

Un agujero,
que está aunque se ignora,
que tiene armónicos, tonos,
figuras, sombras y una clara instancia.

Un agujero de contenciones,
de pobres dramas,
de caminos de pecho dolorido,
de narrativas conocidas,
de traqueas atrapadas,
de cansancio. Y rebeldía.

Rebeldía.
Rebeldía ante
El dolor ignorado
que empapa paradójico el espacio,
que depone al pensamiento de soslayo,
a la emoción como una anécdota,
a los valores como transcripciones de un libro.

Agujeros que desconectan
del llanto.
Llantos,
que céntricos,
te devuelven el agua y la significancia
al resto.

Permíteme la metáfora de la luz.

4-9-18


No hay comentarios:

Publicar un comentario