El mundo es un lugar de hermosas tragedias,
de historias situadas
en el infinito de este instante.
Los segundos pasan sinuosos,
al son del respirar de una ballena.
El tiempo pide clemencia a este instante.
El tiempo pide clemencia a estar vivo.
Destruir un átomo es destruir el ojo de un final,
consentir el nunca y el vacío,
es dejar de buscar un abrazo hacia delante,
contenerse en la limadura previa a la tragedia,
extender demasiado un susurro,
acceder incondicionalmente al silencio severo,
dejar que la expectación a la vida, y la tragedia,
te pase de soslayo,
como un comandante que otea el horizonte,
que ata sus zapatos y
que permite el centelleo aleatorio del cielo.
Porque el comandante no está en su barco,
está surcando un espíritu de colores y espuma.
Él está lleno de vacío, pero sin acceso a ningún dolor.
25-8-23
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