Dragón que viene a posar
su puño en mi pecho.
Un chasquido gélido
que se suele colar
en los sueños marinos.
Existe el sí y el no,
la proa y la popa.
El dragón levanta ingrávido su párpado,
su mirada petrifica el alma,
paraliza la luz y su corriente,
secuestra transitoriamente los anhelos.
Ese dragón se traslada
como un misterioso emisario
de un fondo
que nunca se acaba.
Ahí el eco retumba en el infinito
llevando a cabo su glacial cortejo
con el silencio.
Ojo que se abre, ojo que se cierra,
puño que en mi pecho dispersa una energía
que se diluye como el agua
al romperse en una presa.
Me da un sí y un no,
me da un sino,
un recuerdo de la subyacente tragedia
que nunca se olvida,
pero que vela
detrás la cortina
y del tiempo que discurre por su tela.
21-1-24
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