De pronto todo se descubre con una claridad diáfana.
Yo participo del bienestar de la relación y debo hacerme
cargo de mi parte. Elijo hacerme cargo.
Esta angustia en el pecho parece eterna y perpétua. Es una
defensa, una desconfianza, legítima pero boicoteadora. Servible y útil, pero no
con el poder de poder engarrotarte el alma eternamente.
Lo que deseo con mi edad, este momento; es poder encontrar
inspiración, calma… Y eso lo debo hallar dentro, hayar y construir.
Tiendo a evadir mi responsabilidad. Quiero encontrar esa luz,
esa vigía, esa inspiración para seguir construyendo. Me agarro a los elementos
destructivos y me regodeo en ellos.
Como leí en aquel libro; esa frase repetida y manida: cuando
dos neurosis se rozan la pareja no funciona. Esto ese una oportunidad para
parar mi neurosis. Mi necesidad constante de aceptación y confirmación.
La marea. La mareo sobre manera y ella tiene paciencia. Mis
palabras innaturales ya han perdido esencia, ni ella cree en mí, ni yo creo en
mí. Me agarro a la desdicho que generó el agravio y busco el agravio con
desespero, para tener una ofensa que señalar como un cascarrabias, un ogro con
el espíritu embarronado.
En realidad siempre he sido así.
20-9-25
(sin revisión)
No hay comentarios:
Publicar un comentario