martes, 8 de noviembre de 2016

¿Podemos estar demasiado bien?


Lo que me genera frustración es poder sentir o querer hablar de cosas contigo,
pero que hablar de ello se haga inviable y que ese sentimiento al final se pase y acabe 
por no dar importancia a aquello que se acompañó de varias punzadas.
En este momento, esto hace que nuestro vínculo distal se torne más como una ilusión,
porque a efectos prácticas cuesta mucho sentir la proximidad a miles de kilómetros.
Cuando sé que quiero hablar contigo, y estas indispuesta, me frustro.
Al final siempre evito transmitirte esto. Me cuesta expresar esto porque me hace sentir
indefenso e inseguro. Quizás nuestras experiencias pasadas han influido en esto,
por aquellas veces en las que no llegamos a arroparnos.
Ahora he hecho cambios y esfuerzos consistentes para saber, que al margen de esa
tendencia mia al desapego, tú estás ahí.
Pero es cierto, ahora mismo me siento un poco indefenso, recogido, y podría decir, desapegado.
Hasta me cuesta coger el blog y transmitirte esto, debido a que una parte de mí lo percibe
como algo inútil.
Ya la distancia es abismal y no siempre consigo ser positivo.
En verdad,
no tengo el objetivo de ser siempre positivo.
Tú siempre estás aparentemente estable, ecuánime, clara, parece que no “necesitas” nada.
¿Lo admiro?. Sí.
Pero se me ha hecho a veces difícil de creer, porque en mi universo eso es algo difícil
y uno extrapola y proyecta según la manera en la que percibe a través de sí mismo. 
Esto es así hasta el punto de que si te noto ausente,
si percibo señales de distancia, una parte de mi empieza a creer y confirmar la teoría de que no todo
es tan estable y bueno como lo maquillas. Eso sucede porque en el fondo me es difícil creer
que esa versión de nosotros sea así de positiva. Es entonces cuando desrealizo lo nuestro, 
desnarro nuestra historia.
Lo hago porque todo es sencillo, fácil y no requiere elaboración.
Y también porque esa ausencia de elaboración en el pasado solo nos conduzco
al neuroticismo y a estar preparados para los avatares de nuestra inestabilidad.
¿Podemos estar demasiado bien?
Sí, necesito hablar, necesito tu oxígeno eventual, necesito tu arropo,
tu calma, y no siempre y solamente tu compresión o la señal de que todo va bien.
No quiero etiquetas, ni juicios ni castigos de omisión.
Solo quiero trasmitirte esta idea acompaña de una petición.
La idea es que detrás de lo sublime y los “presumibles (en ambos sentidos)” valores de nuestra relación
también hay fragilidad, crecimiento imperfecto y dolor.
Y la petición, esa es la misma que tú me hiciste hace unos meses
y que me engarrotó el corazón cuando la hiciste.
Quiero que me cuides, yo también lo necesito.
Quiero que me cuides, que me arropes cuando lo necesito.
Quiero tu abrazo cuando esté solo, quiero tu suspiro cuando tenga miedo,
quiero tu ánimo cuando esté pesimista. Y no quiero este dolor “irracional”
porque quiero sentir que tú también me apoyas y que me estimulas para
que haga lo que se me da bien, que me animes a escribir si te digo que no valgo
quiero que leas mis poemas si te los mando, no quiero que lo delegues
como si no se tratara de mi diamante bruto.
Quiero que saques el tema si te digo que algo es importante.
Quiero que también tengas inquietud por mirar dentro y comprobar si todo está bien.
¿Qué necesito? ¿Qué me falta? ¿Qué se ha deteriorado? ¿Por qué estoy así estos días?
¿Qué debo cambiar para levantarme?.. Nunca te he pedido algo así, supongo que me limito
a rotar entre “ser el fuerte” o “ser la víctima”.
No me gusta y me insatisface que en tu mente solo pueda ser un neurótico
al que le dan bajones eventuales que amenazan con romper el idilio perfecto.
Por eso quiero decirte
que antes que tú y yo,
y antes que ese chico que te gusta
prefiero ser ese neurótico que quiere apoyo y comprensión.
Ambos, tú y yo, hemos sufrido la falta de comprensión
no me gusta pensar que estás en un bienestar flotante que niega que ese hilo de comprensión
requiere renovación constante. No me gusta pensar que no necesitas esa actualizción,
y no me gusta pensar que no entiendes que ese ideal y ese estado de bienestar flotante, puede
suprimir la atención a las aguas profundas y es lo que pone en riesgo que el dolor que diverge se convierta en ruptura o en un agrio conflicto. 
Aunque sé que también son hermosas las aguas superficiales.
Aun así necesito que entiendas que para mí no todo está hecho y nunca va a estar todo hecho.
Si no aceptas esa premisa, no la entiendes, o la olvidas
entonces todo esto, en algún momento, dejará de tener sentido.
Te digo esto porque soy un adulto, pero también un niño,
porque soy un hombre firme en sus principios
pero también un crio confuso.
Porque disfruto y también sufro.
Y porque no hay ninguna parte de mí que esté por encima de la otra
y porque no tengo por motivo desarrollar un paraíso terrenal.
Y muchos menos,
lo que no quiero contigo,
es sentir que quiero ocultarme, tener miedo de ser juzgado,
de expresarme porque no llegues a entenderme y que te apabulles.
Lo que te estoy diciendo no es un disparate,
es lo que todo el mundo necesita, que su dolor sea escuchado,
que sus peticiones más álgidas, y puede que aparentemente infantiles, sean respetadas.
Porque ese es uno de los ingredientes del afecto.
Y sabes qué, esa parte es mucho más nuclear en mí que mis chistes malos
o mis mensajes al whatssap de dos lineas (¿qué tal el dia? ¿Ha llovido mucho?).
Y cuanto menos está formando parte de mi, porque la censuro o niego,
más se convierte el dolor en sufrimiento y más rápido y desesperado intento correr
sobre el mismo círculo.
Nunca voy a dejar que esa parte se aleje de mí,
ya sonría,
llore
o grite,
vea el mundo negro
o blanco.
Porque es fuego,
fuego abrasador
y a la vez pasión.
Y si no vas a dejar que este discurso, que el tuyo, que los dulces ojos sensibles y vírgenes
de esa parte, forme parte de nosotros, entonces seremos una pieza de un puzzle aislada
que se cree entera, un fuego al que el viento lo rebasa y que acabará por extinguirse.
Esto no es una amenaza, es una declaración de alguién que quiere estar vivo,
de una pareja que quiere conexión auténtica y real, y que quiere preservar en renovarse.
Las primeras células, hace miles de millones de años empezaron a desarrollar sensibilidad
a la luz, la selección natural hizo prosperar a éstas porque las que eran capaces de percibir
la luz se posicionaban en las condiciones más óptimas que favorecieran su evolución, el resto,
se extinguieron o se quedaron en un escaño inferior sin desarrollarse más.
Mi declaración es una premisa: todo cambia. 
Y esto, también es poesía. 

8/11/16

No hay comentarios:

Publicar un comentario