lunes, 9 de octubre de 2017

Nunca la olvidaré

Hace ya tiempo de ello. Bastante diría yo. Tal es la distancia en la línea del tiempo que parece una pieza troquelada de historia que pertenece a otra persona, no a mí. Los aires que me movían eran distintos a los de ahora, aunque la congoja era la misma. En aquel hostel de ambiente distendido, de aparente libertad y aparente relevancia, viví un período ingenuo pero reconfortante. No había proyecto de vida, la gente que venía entraba como imantada por una fuerza tribal, aun quedándose solalmente un par de horas ya sentías que ellos eran parte de ti y tú de ellos. Cuando se marchaban siempre pensaba que me dejaban algo. ¿El qué? con el tiempo desmitifiqué los ideales y atenué la magia que la juventud siempre te hace cree que es compartida. Un día llegó una pareja. Una noche él la cogió a ella y danzaron sobre la alfombra del salón. Él parecía empeñado en querer exaltar su libertad y ambos parecían estar sumamente conectados a algo invisible. Eran como dos personajes de Hermann Hesse. Yo los observaba escandilados. Una noche se bañaron en una fuente de la ciudad, vinieron con dos toallas que a penas cubrían sus genitales. Era invierno. Se metieron en la fuente de una plaza para recoger las monedas que algunos turistas lanzaban. Recopilaron sesenta euros. Pensé; recogen los símbolos de la fe que la gente deponía en el dinero y en el agua estancada (un acto censal religioso, de toda la vida). Ambos tenían un ligero toque déspota (no sé explicar por qué). Querían recorre el mundo entero tal como lo estaban haciendo; danzando. Una de las noches llegué a mi habitación con el objetivo de dormir. Ella estaba en la puerta, me miró y sus ojos relucieron. Su sonrisa me ruborizó, mi estómago reaccionó con una contracción por el exceso de intimidad súbitamente generada. Llevaba largo tiempo rehusando el exceso de contacto con el espacio íntimo entre una pareja que admiro. Una especie de lealtad ante su supuesta lealtad. Envidiaba esa aparente invulnerabilidad entre los dos, esa aparente conexión esencial con la vida. El cuerpo me pedía que me acercara a ella, que no dejara de mirarla. Una de las noches me contó que buscaba danzar porque había perdido mucho, una enfermedad (un ataque de esclerosis múltiple) le produjo una amnesia que tardó un año en recuperar. Por eso decía vivir bailando, también escribía todos los días, relataba cada fenómeno o anécdota digna de recuerdo por si llegaba a olvidarse. En caso de que viviera otra crisis al menos alguien le recordaría que atesoró sus recuerdos recopilados día tras día. Todos nos olvidamos. Cuando morimos olvidamos, aunque nos olvidemos de morir. Ella estaba más cerca de ser consciente de ello, pero el vértigo de la existencia es patrimonio de todos. Han pasado años y en este momento creo que en su momento debí escribir sobre ello, sobre ella. Mi instinto sexual por aquel entonces circulaba en órbitas, ¿Era algo sexual? ¿Era algo espiritual? ¿Eran ambos?. Para ella no lo sé. Cuando se fueron todos los compañeros del hostel rodeamos en círculos a la pareja y los abrazamos. Era una pareja llamativa (algunos comentaron). Cuando se fue ella me agregó a facebook. A los meses me escribió y me dijo que iba a ver las películas que le recomendé. Yo le dije que me alegraba de saber de ella. Ella contestó "no te conozco, pero tengo el sentimiento de que tienes un alma increíble, soy feliz de haber conocido un poco de ti". Mi naturaleza es escéptica. Lo suelo cuestionar casi todo, más aun cuando la gente usa palabras que subliman nuestra condición existencial "Alma, amor, verdad". Quizás lo hacían con todos. Nunca más volví a escribirme con ella. Fue una época ingenua y nunca la olvidaré.

                                                                                                                                         Junio de 2017


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