Engarzada la tráquea por
tumultos extendidos
desde los pesados párpados.
El tiempo inasible y diluido
y el pecho oxidado por la ocupación.
El día es una reiteración sin lamento,
intempestivo e impasible
como el ecuánime desprendimiento
de la piel de las serpientes.
No hay ambages para la luz.
Y aunque tus corrosivos recuerdos
o las ruinas de otros similares embates
te asedien,
la luz no tiene ambages.
Respira, vira y mira,
más allá de los ciclos arcaicos
y sus ecos,
más allá del constante y sufrido
ímpetu
por lograr
lo que ya está hecho.
(Deja algo de energía para el cuidado)
1 de Marzo de 2018.
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