Se cree el poder que puede controlar la materia
Y así llegaron las bombas atómicas, la IA y los derechos
laborales.
No voy a romantizar la esencia humana, al fin y al cambio la
energía es energía y la vida consiste en retener energía.
Nos podemos esforzar en proteger nuestra pureza. Yo por
ejemplo no le dije al ChatGPT que corrigiera este texto. Lo quería impoluto,
imperfectamente auténtico, como la croqueta de una abuela, como el anillo en la
nariz de un indígena, como la Quinoa antes de ser prostituida por el mercado.
Las grandes palabras pueden resultar bonitas y
grandilocuentes: Esencia. amor. democracia. auténtico. YO. TÚ. soledad. esperanza…
Pero cuando el poder trepa va a más revoluciones que el todo.
Lo que prima en la evolución es la aceleración. Ganar la carrera.
Y casi todos estamos en esas.
El sentido de la vida de la mayoría de la gente no se basa
en prosperar, sino en no perder.
Se llama competición. El poder lo sabe.
Es la lógica de la supervivencia que prima (de primate) en el
dios de cada uno y en el tejido que tejen las élites.
Elitismo. Otra palabra prostituida. Debería pertenecer a
los sabios, a las cúspide de los que dirigen. En aquellos en los que deberíamos confiar en un sistema en equilibrio... Pero su dominio (ay)... su aprovechamiento,
su condenación al débil, su regimiento, hace que la palabra elitismo sea una
palabra mala, aunque suene de puta madre. Si estuviéramos bien sonaría bien. ¡Elitismo! Si hubiera salud social sonaría bien. Igual que esencia, igual que amor, igual
que democracia, igual que auténtico, igual que tú, que yo, que soledad, que
esperanza. Igual que selfie, que concubinato, que pareja, que regalo, que
familia.
Tú notas en los conceptos el desajuste del mundo. Porque cuando los conceptos enturbian la esencia de lo que somos algo nos avisa de que los que van primero van a acabar ganando.
Y los que ganan estirpan.
Pero es la rueda de la vida. Y este momento es solo un
fotograma en una cinta cinematográfica infinita. De infinitas sucesiones, de infinitos
finales prometidos.
No hay más esencia que el instante que se escapa entre el
antes y el después.
27-6-25
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