martes, 11 de diciembre de 2012

Tan cerca...

- Aquí estás, recintada junto a mí; y la valla; indeterminada pero concreta.
Sé que lo estás, me aullento ante tu sospecha y niego la tremenda influencia que tienes en mí;
influencia directamente invertida a tu cercanía. Pero pienso... está bien; concíliate conmigo,
únete, seamos uno y miremos el siguiente y contigüo mundo sin anhelar orgías, ni dulces
empachosos, ni cascadas de leque que llenen el vacío de nuestros estómagos.
- Mira el borde de la mesa del festín, descúbrelo. No huelas, ni busques
complicidad en los invitados. Escucha la telepática y susurrante voz que te llama en tu
espacio más cercano, allá donde por mucho que muestres ningún otro puede ver.
Descubre ese delicado tacto que transciende de cualquier vía sensitiva. No lo llames dios,
ni benigna locura, sencillamente no le pongas nombre. Solamente acógelo en tu cuerpo,
deja que afecte tus movimientos y expresiones, que guía sin que lo controles,
el contenido de tus frases, deja que te asombre con fenómenos que no puedes
explicar en el momento y que otros de fuera correspondan con tu misma mirada,
con tu misma intuición. Tan solo, déjate aprender, a no estar así de sólo,
porque la soledad es producto del contraste, es decir, debe haber un área concreta,
estable e idiosincrásica donde esté esa ausencia, es una alucinación invertida. Yo estoy
justo ahí, pero en el reverso de la luna, quizá el sol no me alumbra, pero es que no puedes verme.
Algún día ni tendrás que luchar por mí

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