miércoles, 23 de septiembre de 2015

Desbrazar

Soy testigo de los fenómenos
porque dentro de ellos está, fecunda,
la noción de que todo ya ha sucedido antes.

Cuando los contornos se ocluyen
el medio te encierra en una
burbuja oscura.

Las raices flotan en el aire,
viran, entonces,
como cometas pretenciosas.

Los pelos se caen de la cabeza,
duelen los brazos,
las consistencias tiemblan;
provocando y auspiciando terremotos.

Parece que todo se conjuró para elementalizarnos,
para desunir lo que estaba conectado,
lo que decía amarse.

Formamos parte de distintos planos,
pero anehlamos unirnos,
igual que la fe espera encontrar coherencia
con la sobreinformación.

Buscar es entretejer conectores,
percibirte más global
y encontrarse más solo.

La realidad ya conjura la intemporalidad,
los sueños se transcriben en las paredes,
el misterio irrumpe en cada paso,
en cada sospecha de consenso.
Los sueños rompen los constructos,
pero despierta las voces desde lo más hondo,

los ejes se rompen
¿lo sublime está arriba?
¿lo sublime está abajo?
¿Es el grito ensordecedor la última oportunidad
para lograr lo más necesario?
¿O solo el último reclamo de la estancia primigenia
que apunto va a perecer?

Acumular niveles
y a la vez estirarse.
Eso es
enredar la búsqueda en los remos contrapuestos.


No definir un puño es no querer luchar
por una integridad cerrada.
La complejidad aciaga recursos
que no alcanzan el dintel
pero tienen vértigo.

La crisis son las voces,
los mensajes.
La excesiva información.

Todos nos perdemos en todos,
Las inclinaciones rompen el tronco.
Y muchos no aprendemos todavía a vivir en la anomia.

Ser líquido,
ser mutable,
ser inconstante,
a veces parece el único acervo adaptable.

Aunque nos pretendamos superhombres,
las necesidades se filtrarán firmes,
incondicionales,
y si es necesario a través de delirios.

El problema quizás es una cuestión de ritmo.
Ritmo para actualizar un plan de actuación.
Ritmo para cicatrizar,
ritmo para empezar de nuevo.

Mientras la prosperidad se aleja
los salvaguardas se quedan atrás.
Sin poder resistirlo más
prefieren conformarse,
consumir los peldaños en el fuego.
Y quizás eso es lo correcto.

La inquietud es la sugestión devenida del pecado.
El dios de cada uno aguarda para castigar
las insurrencias a la debilidad que cada uno prescribe.
Cerrar círculos.

¡Cerrar círculos!

De las manos pueden surgir vectores
que sepan situar las coordenadas del antes y el después,
que sepan desechar lo acumulado,
filtrar lo nuevo,
no desesperar en el intento de agarrarlo todo.

De los trenes que ya pasaron
se olvida su coyuntura,
los malditos te apresan
en una celda sin tiempo,
con reverberacion de ruido imposible de identificar.

Temblar hiperactivo.
Temblar hiperactivo.

Relajarse.

Apoyar la cabeza en el pecho.
Sentir su tacto,
su respieración.
Es un remedo sordo,
pero es analgésico.

La impronta es a cada uno
el amor en el que depositar la entereza.
La impronta es asir lo que no se puede desunir.
Desbrazar la impronta es humillarse,
romperse a uno mismo,
verse expuesto,
anticipar el hundimiento.

Desprenderse es
olvidar nuestro más importante bálsamo.
Saber mantenerse a flote en el primer tacto con el mar.
En uno mismo quizas está
suplir los desaires de ser humano,
de sucumbir en los reclamos que la naturaleza nos da.
Racionalizarnos es caer en la negación,
descompasarse de lo importante,
olvidar quien llora, quien quier ser dirigido,
quien no quiere un mundo isntrumental.

Poner palabras a lo imposible,
a las manos directivas del siniestro.
Acompañarse.

Ese es un gran pequeño paso.

20/9/15

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