viernes, 19 de febrero de 2016

Sueños

Los sueños que galopan en la periferia,
tiran del suelo y entorpecen la irrigación sanguinea.

Los sueños,
toda la vida han seducido,
toda la vida prometen
y toda la vida te estirpan
del terreno que detestas.

Pero a veces,
cuando empiezas a desear
que tu latir se tiña de rojo,
tu sonrisa se vuelva genuina
y tu llanto vulnerable;
Los sueños entorpecen,
se revelan como remedos lejanos,
alternativos, de la realidad.

Yo siempre fui un experto en consagrarme a los sueños,
en mantener la ilusión por lo imposible.

Al diluirse los sueños
el nombre vuelve al pronombre;
los argumentos tenaces que atoran tu espalda
se diluyen también.
Te quedas como una marioneta abandonada.

"Nada te permitirá escapar de las condiciones
en las que vives"

Entregarse
supone un profundo trabajo de dilucidar,
resignarse, aceptar,
de encontrar lo sublime en lo pequeño.

También de perderse en preguntas,
de cuesiotar el origen de los deseos,
de tirar el mapa,
de soportar la inacción,
de dejar que los engranajes se muevan,
se dilaten, se descubran,
de temer que no vayan a ningún lado,
que no haya síntesis,
coherencia,
que el insomnio desvele que todo principio es una excusa,
un resorte emergente e hipnótico de esperanza,
de anhelo de esperanza.

Romper los sueños supone
quebrantar la ciclotimia,
cambiar las reglas del hambre y la sed.

Romper los sueños exige recogimiento,
absorver información despacio,
exige indulgencia,
intentar convivir con lo que nunca contaste,
lo que no sabes, no conoces,
lo que los demás hacen con facilidad.

Entregarse a las espesura,
al infinito,
a lo intemporal,
a lo pequeño,
exige gritar de débil,
de insignificante,
de temor.

Cuando los sueño se destruyen
cada sonido parece un patrón errático y
la realidad sigue operando,
ajena,
pero el corazón la desdibuja.

Cuando mueren los sueños
solo queda la esperanza de un renacer.

15 de Febrero 2016

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