De pronto todo se descubre con una claridad diáfana.
Yo participo del bienestar de la relación y debo hacerme
cargo de mi parte. Elijo hacerme cargo.
Esta angustia en el pecho parece eterna y perpétua. Es una
defensa, una desconfianza, legítima pero boicoteadora. Servible y útil, pero no
con el poder de poder engarrotarte el alma eternamente.
Lo que deseo con mi edad, este momento; es poder encontrar
inspiración, calma… Y eso lo debo hallar dentro, hayar y construir.
Tiendo a evadir mi responsabilidad. Quiero encontrar esa luz,
esa vigía, esa inspiración para seguir construyendo. Me agarro a los elementos
destructivos y me regodeo en ellos.
Como leí en aquel libro; esa frase repetida y manida: cuando
dos neurosis se rozan la pareja no funciona. Esto ese una oportunidad para
parar mi neurosis. Mi necesidad constante de aceptación y confirmación.
La marea. La mareo sobre manera y ella tiene paciencia. Mis
palabras innaturales ya han perdido esencia, ni ella cree en mí, ni yo creo en
mí. Me agarro a la desdicho que generó el agravio y busco el agravio con
desespero, para tener una ofensa que señalar como un cascarrabias, un ogro con
el espíritu embarronado.
Y así llegaron las bombas atómicas, la IA y los derechos
laborales.
No voy a romantizar la esencia humana, al fin y al cambio la
energía es energía y la vida consiste en retener energía.
Nos podemos esforzar en proteger nuestra pureza. Yo por
ejemplo no le dije al ChatGPT que corrigiera este texto. Lo quería impoluto,
imperfectamente auténtico, como la croqueta de una abuela, como el anillo en la
nariz de un indígena, como la Quinoa antes de ser prostituida por el mercado.
Las grandes palabras pueden resultar bonitas y
grandilocuentes: Esencia. amor. democracia. auténtico. YO. TÚ. soledad. esperanza…
Pero cuando el poder trepa va a más revoluciones que el
todo.
Lo que prima en la evolución es la aceleración. Ganar la carrera.
Y casi todos estamos en esas.
El sentido de la vida de la mayoría de la gente no se basa
en prosperar, sino en no perder.
Se llama competición. El poder lo sabe.
Es la lógica de la supervivencia que prima (de primate) en el
dios de cada uno y en el tejido que tejen las élites.
Elitismo. Otra palabra prostituida. Debería pertenecer a
los sabios, a las cúspide de los que dirigen. En aquellos en los que deberíamos confiar en un sistema en equilibrio... Pero su dominio (ay)... su aprovechamiento,
su condenación al débil, su regimiento, hace que la palabra elitismo sea una
palabra mala, aunque suene de puta madre. Si estuviéramos bien sonaría bien. ¡Elitismo! Si hubiera salud social sonaría bien. Igual que esencia, igual que amor, igual
que democracia, igual que auténtico, igual que tú, que yo, que soledad, que
esperanza. Igual que selfie, que concubinato, que pareja, que regalo, que
familia.
Tú notas en los conceptos el desajuste del mundo. Porque
cuando los conceptos enturbian la esencia de lo que somos algo nos avisa de que
los que van primero van a acabar ganando.
Y los que ganan estirpan.
Pero es la rueda de la vida. Y este momento es solo un
fotograma en una cinta cinematográfica infinita. De infinitas sucesiones, de infinitos
finales prometidos.
No hay más esencia que el instante que se escapa entre el
antes y el después.
¿Pueden las promesas con uno mismo nacer de una fuente
auténticamente espiritual? ¿Pueden las promesas ayudarte a crecer y amar?
¿O suelen las promesas más bien nacer del dolor? ¿De la
corrección del dolor?
Uno busca ser auténtico.
Pero esto es solo un concepto que vaga en el intelecto, una
molécula lanzada entre la materia y la nada.
Las promesas deben nacer de la verdad.
Y la verdad es aquello que sigue existiendo aunque deje de
mirarse y mencionarse.
Las promesas que a mí me convienen solo se las debo a la
verdad.
Y la verdad puede abrazarse naturalmente, o pueden arroparse
con ayuda de otros, o pueden negarse, o pueden trasformarse en el opuesto, no
hay nada peor que una verdad invertida. Que no es una mentira, sino una
afirmación muy parecida a la verdad, que no es verdad. Se solía decir que el
diablo se parece más a dios que el mismo dios.
Ese diablo: es ostentoso, presume de virtud, o se calla cuando hay que
hacerlo y es indistinguible si hay dolor en tu mirada.
El dolor te aleja de la verdad.
Pero no el dolor en sentido amplio. El dolor restaura,
es el caos que da forma al orden, es el llanto de un bebé que da lugar al reclamo
de la atención de un padre o una madre. La mayor parte del dolor te cura.
Me refiero al dolor que permanece, que de tan presente se
hizo inapreciable, sibilino, constante, magullante y distraído; como una fibromialgia,
como un dolor de estómago, como una jaqueca que tú sabes que se debe a algo que te tormenta.
Me refiero al dolor que no quieres mirar.
Ese dolor te aleja
de la verdad.
El dolor perenne (a veces escondido) no mira la verdad. Te
hace mirar a otro lado. Quizá su opuesto camuflado o su cercano amigable.
Ese dolor se camufla a si mismo y te camufla a ti
Cuidado con las promesas
Cuidado con las promesas en nombre de la verdad
Cuidado con el dolor que sustenta la verdad.
(Quizá los arropos nocturnos no deberían sustituir los descuidos durante el día)
Esto no es una poesía de Gloria Fuertes, ni una agrupación
de mensajes infantiles que te consuelen (si es que yo pudiera tener tal
potestad).
Prevengo que mi retórica, mi rítmica, mi prosodia y mi
musicalidad (a veces masticada) y posiblemente mi pedantería resultarán erráticas
porque errática es la inspiración. Porque errática es la energía de donde nace
el orden y el compromiso verdadero.
Pedónenme. Vuelvo a repetir. Errática es la energía de donde
nace el orden y el compromiso verdadero. El orden que nace del caos. Claro. En
su origen el orden nace del caos. Pero eso no quiere decir que tengas que hacer apología
del caos, que niegues tu derecho a identificarte con algo.
Eso no quiere decir que prohíbas
un YO NECESITO, YO SOY, YO PUEDO!. El orden nace del caos pero no por
obsesionarte por proteger el caos vas a llegar al orden. No por faltarte azafrán a la paella te va a quedar sosa!
Despierta; ¡Esa alma que entrega su esencia a la individualidad,
a la exhibición!
¡Y ahora parezco un cura previniendo del pecado!
Esa figura tan escuchada en antaño. O un clérigo. O un
subnormal. Yo tampoco sé muy bien donde situarme en esta declamación pedante.
Pero sí se lo que es la destrucción (sin ánimos de censurarla, se destruye lo que tiene que destruirse, honestamente)
La conducta destructiva, verás...… vuelve este cura arropador de la
estética. El moralista que peca debajo de la túnica. Que lleva a la tangente su
sexualidad. El represor que vemos como restrictivo, como el malo. Como el enemigo que inhibe todos nuestras impulsos y nuestro instinto.
El cura no tiene la culpa. El caos no tiene la culpa. El
cura solo ostenta y protege la moral. La moral es mala cuando no duda. El caos
es malo cuando tras un tiempo sin construir tampoco duda.
El orden que nace del caos puede ser revertido.
El empuje del
caos se beneficia del orden. ¡También!
Y la disciplina bebe de la creatividad
y
la creatividad disfruta con la disciplina.
El título de esto es: “conductas destructivas”.
Y en eso
estoy.
En muchos hombres: las conductas “mal llamadas destructivas”
garantizan que puedas esfumarte cuando te plazca, garantizan que haya libertad, que no estés preso, que no haya el más mínimo atisbo de opresión. Y
ya de paso pones a prueba los cimientos.
....
La parte bonita:
Puedes tener una mujer que apuesta por ti, te cuida, que
muestra flexibilidad, que ambos habéis visto las partes respectivas más
oscuras, y habéis convergido para (aun en la atrocidad) hacer por buscar el
abrazo. Parecía un bucle infinito de horror, pero no lo era. Era amor de él por
ella y de ella por él, era amor propio si puede resumirse. ¡En resumidas
cuentas era amor propio! Pero la conducta destructiva te da garantías de que
puedes irte, de que aun hay esa proclamada libertad, de que no estás preso.
¡Antes de que me echen yo dimito! Yo dimito de esta miseria asfixiante, por
supuesto. Así se ve cuando estás mal. Cuando te estás precipitando al
aprendizaje. Que puede ser mandar a la mierda a esa persona (o drogarte en el
nicho de tu amor hasta las trancas, o agredir la suavidad que te acaricia),
puedes hacer eso o seguir con ella si muestra una belleza suficiente en el
puente para permanecer. Porque lo que te hace mantenerte es la belleza en el
puente (suficientemente sólido como para soportar tus desaires. Existe tal puente?).
Y dejarla o quedarte.
Ambas opciones son orden.
Y el caos llegará
haciendo que repitas el mismo atrocinio hasta que aceptes al cura, hasta que el
cura abrace la destrución, hasta que el caos bese al orden.
Es complicado. Es complicado tomar consciencia más allá de
discursos. Que no juegue a los videojuegos, que no sea celoso, que consienta
una relación abierta, que sea alto, que hable con confianza a otros hombres,
que me escuche cuando le hablo de política, que no se queje de mis pedos. Etc.
Es complicado cuando absorbes mensajes individualistas (ycada vez más personalizados) que te dicen lo mucho
que tú vales, lo mucho que tú mereces, como ente especial y elegido, hijo de su
madre!.
Se te olvida que tu portas energía porque eres parte del todo! Sal del
ensimismamiento! ¡Sal de ti! Mensajes que también te dicen que depongas el sentido del
sacrificio en el suelo, en el fango. Que no merece la pena sufrir por nadie.
Psicólogos a mansalva enalteciéndote para que les pagues; que te dicen lo que
tú vales, lo que tú mereces….que te ensalzan tanto la dignidad que acabas confundiéndola con orgullo.
La confundimos genéricamente con orgullo.
Y hablo en primera
personal del plural porque le damos ahínco al ego! Que bien se defiende, y qué
buenas y finas estrategias tiene para proclamarse. Y sí, yo soy psicólogo,
psicólogo que critica a otros psicólogos. Aquí estamos rizando el rizo y
cagándonos en todo.
Ese ego no puede ser de otro modo y no se le puede pedir otra cosa, tampoco se le puede pedir otra cosa al caos, ni al cura, ni a el político que te cae mal, ni a perico el de los palotes, ni a tu puta madre.
Todo está donde tiene que estar si lo
miras (ajustando el iris) ni demasiado lejos ni demasiado cerca. Solo en el
punto donde el juicio no entra en la vaguedad ni se anticipa, justo ahí, uno se
da cuenta que está todo donde tiene que estar.
Eso de vivir consiste en transitar una sucesión de escenarios.
Una variedad total de escenarios.
Se incluyen noches inestables, donde uno se balancea entre la travesura y la torpeza.
Hasta días de supuesto cuidado, donde se procura preservar los tejidos y hacer un acto de fe en la longevidad, con la esperanza de que las dudas inmanentes se despejen.
También pueden surgir días en los que uno intenta tirar del bagaje
para proyectar narrativas variopintas en sucesos irrisorios, con tal de simpatizar con el instante.
O también se puede proponer un juego: el de inventar una vida, una pose,
una identidad que despeje, en un ligero amago,
esas piedras que de repente me veo obligado a soportar.
en un momento prolongado casi hasta lo atemporal...
...allá donde se fraguan las ideas más completas,
allí donde las manos suaves y sinuosas dan forma a la arcilla;
esa arcilla que deja de ser una parte elemental del todo,
que la prisa y el arrojo te hace defender con arrogante extenuación.
Esa arcilla se expande, más allá del blanco y el negro,
más allá de los juicios impetuosos,
de las defensas ordinarias ante lo distinto,
Esa arcilla se expande para abrazar el todo,
y cuanto más se expande menos sólido se vuelve su núcleo,
menos obsesión soportas por abrazar las verdades,
y más consiente la incertidumbre.
La sabiduría es abrazarlo todo
sin buscar respuestas,
solo disponiendo un dulce ánimo
para que éstas emanen naturales;
como las ranas que abren sus ojos de súbito
para contemplar el húmedo bosque y el misterio de la luna.
Sumérgete ahí.
Y no digas nada,
salvo lo que ya esté dicho antes de que la palabra
sea formulada en tu mente.
Y ahora acoge el pecho,
abraza la esencia indecible.
Acoge el espejismo de la linealidad del tiempo,
naturaliza el fin tanto como los comienzos,
contempla el ciclo natural de todo cuanto existe
"hola" "adios"
Puede que una cubierta te arrope y te calme,
pero no viene del exterior, no viene de ningún lado,
una película de que hay una verdad más allá de lo que ves,
piensas o escuchas. Esa película ofrece candor y una serenidad infinita.
Si se cultiva, y toma presencia, puede que atempere los estertores periféricos,
tal como un tierno fuego puede aclimatarte y evaporar la escharcha.
Puede que esos problemas tan irrenunciables, categóricos y obsesivos
acaben por desdibujarse, o redibujarse, o dibujar una sonrisa sutil
detrás de la inexpresión de la melancolía,
puede que las soluciones emanen tal como el sueño de la noche, el que es esperado y merecido.
Todo es todo. No se deja ni un resquicio. No hay ni una pieza que merezca discriminación, que no requiera contemplación. Incluso el odio puede acogerse con compasión.
Ese vapor cultivado que nace en un lugar, pero en ningún lugar,
que muere y se extingue, pero nunca deja de estar presente.