lunes, 10 de marzo de 2014

"Deus ex machina"

El peso que cargaba en su espalda se amortiguaba en el cojín adosado de la mochila de montaña que se había comprado en Decathlon. Era la más cara de todas y también la más grande, cabían más cosas de las que había imaginado cuando sopesó su tamaño en la tienda. Solo eran vacaciones de navidad. El tiempo en este paréntesis pasaría fugaz; paréntesis no pragmático, puesto que tenía muchos trabajos que presentar al comienzo de Enero.
¡Qué bien! ¡Qué alegría me da verte! ─se inclinó para darle dos besos. Su aspecto era casi el mismo que hace dos años, aunque estaba más guapa ─¡Te veo muy cambiado! ¿Cómo has cambiado tanto? ─sus mofletes fulguraban rojizos, y ella se tocó la cabeza. Intentó alinear esa melena rebelde y rizada que parecía que descomponía su temple como un ronquido involuntario.
Tú estás muy guapa ─los coches pasaban rugiendo sobre los cinco carriles como recuerdos soterrados que circulan por los sueños. El semáforo cambiaba de verde a rojo, de verde a rojo...
¿Y eso que me has llamado? No me lo esperaba ─Preguntó ella. Antonio acomodó la mochila a la espalda con un pequeño salto. Llevaba horas viajando aunque su cansancio no se transfugaba en los ojos. Estaba feliz, contento, no sabía exactamente por qué de todas las veces que había pasado por la ciudad, no había considerado la opción de llamarla. Pero esta vez lo había hecho, además decidido. Cogió el móvil de la mochila mientras el conductor de “blablacar” explicaba la diferencia entre el cambio de marchas manual y automático, hablaba del mecanismo interno. Ella contestó con una voz insegura que vibró desde un punto al otro de la línea, y que a él le ruborizó instantáneamente, pero que no le hizo infringir el guión de lo que sería su breve conversación. Era lo que sucedía cuando viajaba y tenía un plan bien delimitado de lo que sería el día, así pues no dejaba espacio para los remordimientos por el trabajo sin hacer, y todo lo que hacía se vertía en el espacio como operaciones claras y ordenadas, como el cielo que los cubría más allá del tráfico y los edificios. De verde a rojo, de verde a rojo...
¡Venga, vamos, querrás descansar un rato! ─dijo ella.
Bueno, lo llevo bien, me gusta viajar ¿dónde está tu casa?.
¿Tú todavía no has visto mi casa?
Sí ─pasaron entre un grupo concentrado en las puertas de una apretada capilla. Para Antonio andar con esa mochila era algo teóricamente normal pero todavía no había calibrado el natural contrapeso de su espalda. ¡Claro que había estado en su casa! ¿Acaso ella no lo recordaba?. El mayor esfuerzo era, sin duda, el de fingir que no había implicaciones más allá de cada frase, una simple laguna escondía recuerdos dormidos y aspavientos contenidos. Convertirlo en simple, romper la página y comenzar una conversación en blanco, ya era un enorme esfuerzo.
María abrió la puerta de roble con la llave, estaba recién barnizada, toda su casa olía a barniz. Le enseñó las habitaciones; uno de ellas con un despacho que Antonio no hubiera imaginado que ella tendría; nuevas estanterías en los pasillos y el comedor, el cual tenía dos sofás invadidos por sus tres gatos. Él fue al aseo y escuchó la máquina de café mientras se sorprendió al ver un pequeño Yyakusi que María había instalado en el baño.

María sirvió el café con dos posavasos de cartón y ambos se sentaron en el suelo sobre una mesa acolchada.
¿Qué haces ahora? ─preguntó Antonio
Sigo dando clases
Buff ¿y los niños? ¿no te vuelven loca?
oh, sí, me desesperan. Tenemos problemas internos en el colegio, nadie se hace responsable de nada, Y esos pobres niños... ─abraza una mano con la otra entre el hueco de sus piernas cruzadas. La tarde era calurosa, y el sol seguía luciendo, aunque las bandadas de pájaros ya comenzaban a anunciar el ocaso─ También hago terapia.
Wou, ¿enserio? ─Sonrió con admiración, y sus cejas se levantaron elevando pensamientos que le retrotraían al pasado, ¿Cuándo perdí el hilo de su historia? pensó.
Sí, terminé el máster de arteterapia, lo hago los fines de semana.
Me alegro un montón. ¿Y te gusta? ¿Cuánto tiempo lo llevas haciendo?
nada, si cobro muy poco, llevo dos meses. No sé si lo hago bien, pero mis clientes, sabes, son especiales, muy especiales.
¿Es difícil?
Sabes, es así, como algo natural, no tengo que esforzarme, es como construir con el otro ─movía las manos mientras hablaba como quien profetiza sin que quiere que se descubra su misión─ Pero, me ayuda mucho, personalmente ─ella elevó los ojos como si quisiera ahondar en unos pensamientos que hubiera dispuesto en el techo ─¿Y tú y yo? ¿Por qué dejamos de hablarnos?
Pues, ¿de veras no lo recuerdas? ─casi se había terminado el café y él recuperó espontáneamente una sensación familiar que nacía de la casa, era como si las paredes tuvieran una especial vibración que ya sintió en el pasado “¿Tú todavía no has visto mi casa?” ─ No sé como no lo recuerdas, que mala memoria
Lo que recuerdo ─hurgaba el poso de azúcar de caña con la cucharilla ─es que discutíamos por tonterías.
Sí ─Antonio asintió con una liviana sonrisa, como un cura cuyo confesor verifica la pertinencia de sus lecciones, pero que en el fondo tiene incubada una duda que jamás llegaría a germinar.

Ella arrancaba las hojas de espinacas. Separó el montón en dos mitades y acercó el puñado de su mano izquierda.
Son un regalo ─ Se lo entregó a Antonio sin apartar la mirada del huerto, como si se preocupara por no perder una concentración especial que esa actividad supuestamente requería y que Antonio no llegaba a entender por qué.
¡Son gigantes! No sé qué cocinar con ellas ¿de verdad que no las quieres tú?
Yo tengo este montón, además, debo arrancar las hojas más maduras, solo si las quito la planta puede dar todo de sí.
Antonio miró el manojo de espinacas de su mano
Para ellas no existe el luto, se desprenden para crecer ─ese pensamiento lo había tenido circulando en su cerebro desde hacía un tiempo, y no había encontrado hasta el caso, una metáfora pertinente. Intuía que esa idea la había aprendido de alguien, posiblemente más de una vez, pero había conseguido olvidar el origen, como con tantas cosas sucede. Ella revisaba el estado de las zanahorias, las coles, las acelgas, y toda la parcela ecológica que había alquilado hacia un mes. Sus compañeros del huerto estaban a diez metros a la izquierda. Ella había traído a Antonio a esa comida para que los conociera. Lo cierto es que a penas habló con ellos, tampoco la situación se tornó especialmente favorable para ello. Uno de ellos se hizo un porro que le ofreció a Antonio y él declinó la oferta. Otro bebía mate y todos compartían sus brebajes como en una comunión tribal. Él se sentía a gusto, aunque estaba incubando un constipado y María había insistido varias veces para que se fueran si era lo que él necesitaba “¿Quieres irte? ¿Seguro que no quieres? Si estás mal nos vamos”. Antonio se sentía integrado del mismo modo que cuando solía jugar con los amigos de su hermano mayor cuando era un niño e iban, con toda su familia, de vacaciones al campo.
¿Y los espantapájaros? Están muy chulos
Sí, aunque a mí en realidad no me gustan mucho, pero hacen un concurso local todos los meses. El único que me gusta es aquel ─ ella señaló a uno de ellos. Tenía una enorme cabeza, una sonrisa estridente y unos labios rojos sobrepuestos.
No sé si es un payaso o una prostituta ─una pareja acababa de llegar al huerto de al lado. Antonio se sorprendió puesto que sin mediar palabra desplegaron todas los instrumentos y se pusieron a trabajar, evidentemente habían hecho una repartición previa de tareas, pensó Antonio ─ sea como sea, ambos deben servir para espantar a los pájaros, no creo que ellos lo sometan a juicio
Ya sabía yo que te daban miedo los payasos
¿Sí? ¿Por qué?
Solo lo sé ─volvió con el grupo. Él tenía un vaso de vino tinto, lo cual no era muy bueno para el constipado. Él lo sabía, pero lo bebía y se empezaba a sentir algo atontado.

María solo había bebido medio vaso de vino y consideró que podía conducir sin ningún tipo de problema. Estaban llegando al centro de la ciudad, y el tráfico se volvió repentinamente abundante.
Me siento nostálgico, María ─ Antonio todavía sentía los efectos del vino. De la calma del campo al repentino vaivén de luces y pitidos de los coches no conseguía encontrar una gran diferencia, salvo la evidente.
¿Qué dices? ¿Por qué?
No lo sé, es algo con lo que convivo, y me gusta contártelo ─mira al retrovisor─ confío en ti.
¿Qué te pasa?
Recuerdo todo lo vivido, todos los años que pasaron ¿puede uno acostumbrarse a sepultar su memoria? ─María seguía conduciendo atónita y a la vez con una fingida indiferencia. Evidentemente le hacían gracia esos espontáneos brotes poéticos, que pese a que leyera con detenimiento, no lograba tomar del todo enserio─ tengo una sensación incipiente que últimamente me engarrota, hace que pierda ilusión por casi todo, ya ni me esfuerzo por darle sentido a mi trabajo
Pero te gusta la imprenta ¿no? ─Llegó un semáforo en rojo─ No tenías que haber bebido, ¿Te sientes mareado?
Déjame explicarte la sensación
Sí, claro
Es la sensación de que lo que vivo ya ha pasado, como si mientras sucede ya fuera un recuerdo, y este momento, tú y yo en el coche, lo estuviera contemplando, como una fotografía ─el motor ronroneaba esperando la luz verde ─¿Te ha pasado a ti?
¡Cuánta zozobra ha vivido ella en el pasado! ¡Cuántas vivencias de las que no sacó provecho, o al menos eso pensó! Cuántas voces que se encuentra con las que tiene que esforzarse por dar una firme respuesta. Ella es ahora terapeuta. Ayuda a personas que quieren claridad, un molde donde poder justificar sus incongruencias, una fe en la que el peregrino se pueda apoyar en su ascenso. ¿Qué es la vida?, se preguntaba a menudo, ¿Qué otras opciones había más allá de la planteadas por lo propiamente humano? ¿Acaso su nostalgia desde hacia un tiempo tampoco invadía, en ocasiones, todas las áreas de su vida?. Le hacía gracia, le hacía gracia porque cada vez más tenía la responsabilidad de tutelar, y con el entrenamiento, o los refuerzos sistemáticos de los oyentes pasivos, había llegado a creerse a sí misma. La nostalgia solo era una arista más de toda una condición pasajera a una vida de aceptación. Un escape de presión más de tantos huecos de la identidad, que la mayoría de las personas que tutelaba, se esforzaban fervientemente por construir. Sin sentir que la identidad es íntegra, las personas se empeñan efusivamente en buscarla, y cuando todo es desorden la conciencia se separaba de lo vivido y entonces uno ya no se cree protagonista de su propia vida. Uno se disocia entonces del tema de las reuniones sociales, de la dirección que ese coche perseguía, del sentido de esa conversación más allá del objetivo que cada uno se proponía, y también de ese sutil mensaje indescifrable que mandaba el volitivo sonido de las ruedas en una danza en la que operaban, no siempre explicitamente opuestos, el acelerador y el freno; su pie derecho y su izquierdo. “¿Te ha pasado a ti?”. El semáforo se puso verde y ella apretó el acelerador.
En el libro que me estoy leyendo ─contestó ella─ “adicción al pensamiento”, hay un mensaje muy bueno; reducir las complicaciones humanas a la sencillez no te convierte en vulgar, la sencillez no es simple, sino sabia.
¿Y por qué me dices eso?, lo que yo siento es que tú te olvidas del pasado, te interesa olvidar todo lo que sucede ─en la marcha, estaban encontrando todos los semáforos en verde de ese modo no puedo dar valor a este momento.
Era la primera vez en esos diez días que tuvieron una conversación tan álgida. Al llegar a casa de María, se acostaron e hicieron el amor, fue mejor que las otras tres veces desde que vino de Irlanda, aunque no mucho mejor. Cuando él estaba entrando en el sueño sentía que el día había sido un poco surrealista, y que detrás de lo vivido se escondían cosas que no era capaz de descifrar. Las alucinaciones previas al sueño, le lanzaron a Antonio, fugaces imágenes sosegadoras, que más allá de su relación semántica, facilitaban en él un estado de armonía, que lo sumía, en la inconsciencia de la noche.

No hay una manera correcta de hacer las cosas ─afirmó Antonio.
¿o sí?
Estaban en el enorme parque donde el conductor del “blablacar” vendría a recoger a Antonio. Ese conductor era una minúscula contingencia, tal como la idiosincrasia de una gota o de la dirección de un mosquito. Los pies de ambos tocaban la tierra del parque. El banco era de madera y el cielo llevaba acumulando negror desde hacía un par de horas.
Mejor despedirnos así ─depuso ella. Su camiseta era roja y nueva, y su mirada se proyectaba a la dirección supuesta en la que el coche vendría.
No quiero despedirme ¿Por qué eres tan radical? ─dijo Antonio. Se tocó las gafas de sol con el dedo índice
¿Radical? ¿Radical yo?
Evidentemente, quieres dejar de hablarme, quieres olvidar de nuevo.
Eres tú el que sales de mi vida
Eres tú ─ miró la mochila, esta vez más cargada que en la ida─ la que no me dejas estar; a mi modo.
¿Y ese es mi problema? ¿que no quiera dañarme más?¿que tenga que dejarte estar aquí viendo como me masacras a mi y a ti?
¿Pero cómo te masacro?¿Cómo hago eso?
No aceptando el amor ─ Antonio se apuró, sintió como una ligera incomodidad lo clavaba en el suelo”no hay una manera correcta de hacer las cosas” ¿Qué culpa tenía él? ¿que culpa tenia ella?
La sencillez no es simple, sino sabia. ¿Qué eran los pensamientos? ¿se iban los pensamientos con la emoción cuando ésta desaparecía? Para él, él mismo dejaba de existir sin emoción, y pensar se convertía entonces en un eco del vacío ─el amor no acepta dudas para ti, no puede ser, simplemente, sencillamente.
El amor es entregarte
Entregarse también es renunciar a otra cosa
¿Qué quieres? ¿Quieres follar con otras tías?
No, reconozco que estoy salido ─se tocó los labios, sus trémulas rodillas perdieron aún más fuerza─ pero es algo, es otra cosa. No puedes ir tan dentro diciendo qué está bien y qué está mal.
¿Por qué?
porque entonces no me amas a mí, sino a tu proyecto.
Escondes algo, lo sé ─ella miró profundamente resignada al suelo ─ y no lo sabes, pero vas a sufrir...
Claro que iba a sufrir, Antonio era el primero en saber cuales eran sus tendencias. También rechazaba los dictámenes de María, su intromisión. Aunque consideraba que la palabra “intromisión” evitaba que por su parte sintiera remordimientos para el caso. Esta experiencia influiría enormemente en la conceptualización del amor que, desde el momento, tendería de manera natural y esquiva a verlo como algo estrictamente egoísta. "el amor es mucho más que una lógica condicionada" se repetía, a veces, mientras imaginaba la realización de su utopía, en otras, cuando  simplemente se veía incapaz de sentir cualquier cosa. Sabía que podría aprender de ella, sin que el dulce proclamo de sus consejos se convirtieran en un hiriente intento de colonización. Aunque María no le hablaría nunca más a Antonio. Y lo cierto también es que ella puede que lo quisiera permutar, integrarlo en su particular régimen de vida. Y él ciertamente, hubiera cedido, y hubiera acabado compensando con teorías, y con un romanticismo desmedido, el sacrificio que ese amor conllevaba. Puede que lo suyo, lo de ambos, fuera un puro juego biológico donde conseguían elevarse más allá de la incertidumbre inherente a toda exuberante pasión, y cuyo resultado factorial de sentimientos fuera la suma de fuerzas actanciales que ambos desconocían. Pero lo seguro es que esto es un relato con una tendencia progresivamente abstracta en el que los protagonistas se microscopizan, como una gota o la dirección de un mosquito, y que el texto queda invadido por la completa personalidad manifiesta del narrador, que así lo declara, metadeclara, y metadeclara en exponencial y hasta más allá del término de la narración, figúrense. Y también va a ser que la ruptura del trama por este componente discursivo ha acabado siendo un “Deus Ex Machina”, cuya transgresión mencionada es cuanto menos consciente aunque no alevósica por mi parte, y ahora soy el autor. De lo cual también he advertir, que no es algo absolutamente independiente del acontecer que tiene lugar en la propia historia; intuyan ustedes, sin llegar a obsesionarse, cierta relación entre el contenido y la forma, y ya luego sitúen ustedes donde quieran el cariz de mi ironía. 
Al final, ni el conductor del “blablacar” consigue llegar a las páginas, aunque así hubiera sido preestipulado. Y ruego por ello en el lector una comisión figurada del hecho. Gracias.

10-3-14


1 comentario:

  1. Todo tu bien. Todo nuestro bien.

    https://www.youtube.com/watch?v=yTwzhCKMA7k

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