(José María Toro - La sabiduría de vivir)
Son
muchos los pensamientos que vienen a mi mente. Bueno, no diría
demasiados, ya que todos nacen de la misma coherencia, de un único
punto de vista en el cual todo tiene un sentido fulgurante, ya que
todos nacen del más llano silencio y parecen perfectamente
fabricados a partir de él.
Agradecer
es desprenderse, y esto supone dejar atrás muchos años de
demostraciones y esfuerzo por mantener algo que solamente suponía
autoenaltecerse. Los nombres siempre han estado secuestrados por esa
doctrina, y yo me comportaba mimentizándome con esa planta invisible
que se escondía detrás de las visibles flores. No todo lo que es
oro reluce, y con esto se evidencia el valor relativo de la belleza,
en las flores se enclaustraban los rígidos conceptos como abejas en
un vaso. En esa danza cerrada es donde se reducía la realidad, mi
realidad, creía que no, pero evitaba los más profundos
cuestionamientos. Y ahora entiendo que las preguntas en realidad
parecían congeniar con esa moral, con ese benigno baluarte. Y ahora
ya desconfío de todos los niveles de la duda.
No
hay valor asociado, no hay ira ni deseo, no hay rebeldía. En
realidad esos resortes resultan de esa coyuntura petrificada en una
identidad multicolor, no lo neguemos, gratificante, tanto que me
posicionaba con una claridad incuestionable. Pero no todo lo que es
claro tiene en cuenta lo más necesario.
Lo
oscuridad no es mala y la luz no es buena. Solo son posiciones
relativas. ¿Pero y el amor, el arte y los esfuerzos de una sociedad?
¿No deberían tender a la búsqueda de una infinita síntesis nunca
lograda, en la cual todo se asume como operativo y las voces
reverberan su eco en la ecuanimidad?
¿Por
qué te cuento todo esto? Ahora ni siquiera yo mismo tengo claro el
motivo. Te recuerdo, todavía puedo mirarte. Tú, y tu pronombre
atávico, que eleva en mi un romanticismo legítimo, pero que con el
tiempo también he aprendido a desprender.
No
te creas que estoy triste. Estoy agradecido. Lo desprendo por una
sola razón. Y aunque en mi delirio tus rasgos más platónicos se
desarticulan en la debilidad de esa teoría mía; esa teoría que
persiste en el intento de perpetuar ese amor que tu tildaste de
inmutable, en realidad ahora lo veo de otro modo. Ahora el desespero de ese amor se desnutre en esas
redes verdes integrativas, que poco a poco deconstruyen esa imagen
idílica por la que tanto te esforzaste, la que te permitía disimular el sutil
chantaje. Pero no te alarmes, mi nuevo modo de verlo también elimina mi rencor y también aprendo a ver de otro modo aquello que fue nuestro encuentro. Lo
hago por una sola razón, déjame explicártelo, aunque quizás no lo
comprendas. No creo que seas la única oportunidad, el último tren,
no creo que deba prestar atención a tu urgencia ni a tus procesos
infundados, y no creo que haciéndolo facilite que escuches mi
mensaje: "paciencia, paciencia, paciencia"
Paciencia,
porque el amor tiene niveles y yo llevo toda una vida en el mismo, y
en el crédito de mi nivel he evitado ver más allá y mi ascenso no
depende de ti, porque no hay miedo detrás. Bueno, claro que lo hay,
no nos engañemos, pero es en sus postulados donde se dilata la
sensibilidad que me permiter ampliar la frontera de mi mirada,
conmocionarme con la diversidad del mundo y achicar mi voz, un poco
más, un poco más...
No
te creas que soy insensible porque me haya hecho fuerte con el
tiempo, y porque haya comprendido tantos mensajes contradictorios, y
porque ahora descanse en este banco donde únicamente espero más y
más preguntas; preguntas que dan nuevas coordenadas a la noche, que
extienden mi actitud y comportamiento en el medio que habito, que me
convierte en un homúnculo diluido como la humedad en el aire, y que
me enseña a soplar sobre la desesperación que procede de aquellos;
mis amigos, mis amantes, tanto los falsos sonrientes como los tristes
compadecientes, aquellos que se aprietan en sí mismos, sin apercibir
la frágil burbuja que los hermetiza. Los miro y mi mirada absorbe su
condena alimentada de tantas y tantas teorías que minan sus salidas.
Agradecer
es desprenderse, desprenderse de ideas, de actitudes, de mecanismos,
de emociones. Agradecer es desprenderse elemento a elemento de un
todo interconectado que tras descamparse solo asoma, en su resquicio,
esa luz que espera más allá del régimen nocturno. La luz no es
buena, la oscuridad no es mala.
Desprenderse
es sucumbir en esa pluralidad que posiblemente requiera más
ferocidad al principio, para luego asumirlo todo en un sin-sentido
consistente, donde afirmar arroja más y más dudas, pero estas
vuelan alrededor de lo aseverado, como satélites palomas, que buscan
cooperativas sus migajas.
Como
podría explicarte, que sin que todo sea perfecto, encuentro cierta
perfección en este campo, mi campo, donde certeza e incertidumbre se tocan con
el dedo de Miguel Ángel. Donde el misterio busca placer en la
sorpresa y los sables de la contumacia se desvían de mi, con cada
vez más facilidad, hasta que los microfascistas vierten sobre si
mismos la carga de su seguridad.
Fascismo,
fascismo, fascismo. Y comunismo ya de paso. Capitalismo. Dios y los
arcángeles. Maltrato, género. Muerte... ¿Cuánto tiempo tú
querrás arrastrar el trauma que se cargó en las palabras?¿Cuánto
tardarás en comprender que ese trauma retiene la atención y que hay
nuevas formas de posesión, nuevas formas de mitificación, nuevas
formas de tiranía, y que todas ellas son complacientes? ¿Es que no ves que todo lo que temes crece por debajo? ¿Cuando querrás ver que en la burbuja...?
Claro... todos nos protegemos, yo también estoy en mi burbuja. Pero
una burbuja que no se delimita por muros de acero, sino por
gradientes, donde los teoremas muertos y sus ecos vivos, tienen una
cavidad imperturbadora. Una burbuja que no cierra puertas sino que se
consagra más y más con la exploración, una burbuja sin centinelas,
y con una indignación latente que hace ya mucho dejó atrás la
inmovilidad férrea de la condena.
Una
burbuja que trasluce y que al moverse cambia paulativamente la
posición de sus colores, que nunca los retiene y toda cohesión malformante acaba por desprenderse.
2-3-14
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