miércoles, 19 de marzo de 2014

la madre le habla mientras su universo se vuelca

Las hordas de silenciados andan de un lugar a otro, van agrupados pero no saben de la comitiva. Ellos tan solo disienten de un extraño eco que repite una y otra vez el sentido negativo de los discursos, el oscuro vaivén de la palabra. Las hordas acalladas, se mueven cada vez más vagas, intentando negar la clara apercepción del cordel que los une, de ese planeta fotografiado en la primicia de su explosión. Las lágrimas de todos aguardan consintiendo el linaje que el falso tiempo dibuja en los días. Ya no son sensibles, han olvidado mirarse unos a otros, han perdido su otro, y la obcecación es la nueva orden. No te preocupes,  ni te pierdas por el léxico o la gramática, o cualquier elemento lingüístico en general. ¿Has olvidado que ya estás muerto? ¿Has olvidado que toda elaboración ya resultó. y que todo momento ya consumió hasta el polvo de su estela?. Puedo entender que quieras sencillamente afianzar la poca cohesión que queda tras ese torbellino que irrumpe todo intento de asir una representación. Puedo entender que ya no sientas asco por los retretes, y que tú mismo sobrelleves, sin esfuerzo, el encuentro con los riesgos que rebasan tus límites. Puedo entender la desesperanza tácita, que con disimulo, consiente la construcción de esta realidad, de esta torre de cristal perpetuada en el daño. Puedo entender el doble sentido que la exención de nominaciones deja entre cama y cama, al igual que noto la humedad en el asfalto por tus noches de regreso. ¡Mira!, la imagen se escapa de la horda, se les escapa, y el automatismo de sus calcetines se seca como el cemento. La dulce ausencia de la gana acaricia la pelvis de los que buscan la simbología repetida de las calles. Se ha secuestrado, hasta tu más puro sentido estético está secuestrado, por esa generación bella y adulterada que levanta el clamor del séquito y que decide a los leones embestir. Perdóname por no hablar, perdóname por buscar la perfección, por querer maquetar todo lo que me preocupa, deponerlo como la caja de un regalo, atarlo con el lazo contencioso y bello de las teorías. Es que no quiero que sufras, me da miedo que saltes de ese balcón y que no te salgan alas. Yo te infundí la duda, pero también te doy la claridad, la que religiosamente ostentas para conseguir aquello que tú más aprecias, ¿necesitas algo más? ¿sabes de qué hablo, no?. Yo he estado esta noche en tus sueños, plegada como un cojín para las piernas, he hurgado como un benévolo gusano y te he dado el rostro que no eres capaz de sacralizar pero que ahora tienes que vomitar como si te perdieras en el desierto. No te doy brújula, lo sé, y hago tu mapa abigarrado, ¡está lleno de recodos obsesionados por atajar!. Ahora los árboles tararean como loros y adulan una y otra vez el nuevo cableado. El bosque es tan sofisticado. Un dios sin tiempo emerge del horizonte, está relajado y se deja flotar como un cuerpo inspirado que deja atrás el cortejo. La mañana aclara y descampa, delimita de nuevo las leyes naturales, refractando el celo y ocasionando la resolución de las contiendas de sangre y evolución.
Sus caricias son como golpes y ahora solo te quiero solo.




19-4-14

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