viernes, 21 de febrero de 2014

En la pasajera orilla...

Inusitado silencio.

Advenido de no sé
que condición.
Me rescatas de mi
abnegada entrega al
ruido de las oficinas.
Me desplazas, me llevas
a la orilla, al vértice
del ruido, donde las
palabras descansan plácidas,
y abrazándose
unas a otras.
Te evocas junto a una
verdad superior,
y las máscaras se evidencian
y se consienten bajo ese valor
inexorable a la vida.
Me acostumbras súbito
a lo innombrable,
a una digestión complaciente
que abraza
los bultos sin masticar.
En la orilla de tí, florecen
esculturas imperfectas
que confunden sus arrugas
con raíces verdes, y que camuflan
su pulcra condición
de ser.
Las contemplo, y ellas más que nadie,
me enseñan a escuchar
las olas...

Silencio inusitado,

Contigo las competencias
 no tienen sentido.
Tú, silencio maternal, que de repente
me protege de la impureza vertida
en prolijos hoyos,
agujeros en dientes,
que se abren por el suelo
como desobedientes farolas.

Haces que ese castigo
parezca demasiado lejano.

Silencio inusitado.
¿Cuánto tiempo tardarás en abandonarme?

21-2-14


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