jueves, 6 de febrero de 2014

TRASTOCA MI MUNDO

Los gorriones revolotean por debajo de las mesas buscando desperdicios. Algunos dan saltitos encima de las mesas ausentes. El camarero llega a una de las mesas y retira los platos y los vasos usados, espantando a dos de ellos, que dan varias vueltas en el aire hasta que vuelven al suelo con el resto.
Felipe tira un fruto seco donde se encuentran concentrados y observa su reacción; al principio se dispersan para luego examinar la pieza de comida y volver en carrera a conseguir el fruto seco. Siempre es uno el que lo coge, observa, la competición está siempre rendida, aunque el más grisáceo suele ser el ganador.
He comprado una nueva hierva, se llama damiana ─Marta rompe el silencio y Felipe la mira ─Te la recomiendo, está muy rica y es muy saludable.
─ La conozco, es afrodisíaca, no me gusta tomar nada afrodisíaco a no ser que lo necesite expresamente.
Marta lo mira fijamente y Felipe intenta intuir lo que los ojos de ella expresarían detrás de las gafas oscuras, “nunca dirá qué es lo que no le gusta de mi comentario, nunca lo hace”.
─ Si quieres pedir algo más aprovecha ahora ─Felipe señala al camarero, casi termina de cargar la vajilla en sus brazos ─ ¿No querías más frutos secos? a mí con esta cerveza me sobra.
─ Ya se me quitaron las ganas ─dice Marta sin moverse detrás de las gafas de sol.

El día es radiante y espléndido.
Felipe llevaba todo el día fuera, había decidido levantarse por la mañana temprano y no pensar en nada, solamente en dedicarse por entero a sí mismo. Antes de la cita pasó dos horas en el río leyendo un libro de poemas de Arturo Tendero que cogió por azar en una librería de segunda mano. Felipe recuerda el río, el tránsito continuo de las pequeñas olas y se da cuenta de lo rápido que el día estaba pasando.
─ El otro día mi madre se apuntó a clases de yudo ─dice Felipe
─ ¿De yudo? ─ sonríe..
─ Sí, “tu siempre has sido muy pacífica “ le dije, ¿Por qué no otra cosa?. Bueno, resulta que una amiga suya llevaba dos meses yendo y al final ella quiso probarlo.
─ Me alegro por ella ─ Marta coge su vaso de tónica y le da un trago ─¿Por qué querías verme?
Felipe esperaba y no esperaba su pregunta, odiaba que siempre intentara pillarle desprevenido.
¿Y tu madre? ─dice Felipe
─ ¿Mi madre? Muy bien ─ Marta guarda silencio, y de nuevo, fija su mirada oculta en Felipe.
Los pájaros se han dispersado aún más.
Ellos dos son los únicos clientes que quedan en la terraza.
─ Te dije que quería que hablásemos... no hay un motivo concreto
─ Sí que lo hay
─ Quiero saber de ti, saber cómo estás.
─ Pues estoy muy bien.
Felipe recuerda a su compañera de piso. La noche anterior hicieron una sopa de verduras con todo lo que sobraba en el frigorífico.
¿Hay otra persona?
─ Hay muchas ─En realidad no hay otra persona, pero le molesta que ella lo pregunte ─ hay muchas personas además de ti
─ Me gustaría que no hayas quedado conmigo para juzgarme
─ No tengo el más mínimo interés en juzgarte
El camarero se asoma a la terraza después de descargar la vajilla en la cocina.
─ Sabes Felipe ─ Marta pone sus manos en la mesa ─las cosas son muy complejas, todo es tremendamente complicado, pero en realidad no es así, todo es muy sencillo.
─ Creo que estoy de acuerdo
─ Tú siempre lo haces complicado ─ Felipe no entiende a qué se refiere, intenta reflexionarlo, y esa frase “tú siempre lo haces complicado” retumba en su cabeza, pero no sabe qué contestar.
¿Pero por qué lo hago complicado?
─ Pues ─tajantemente─porque no quieres aceptar, lo evitas todo, y huyes, escapas.
Los pájaros siguen paseándose por debajo de las mesas y Felipe ve cómo el camarero los observa mientras dan pequeños saltitos. El camarero le recuerda a cuando él solía trabajar en una discoteca y estaba cada jornada a punto de cerrar. Solo al final de la noche se daba cuenta de que a su alrededor pasaban cosas. Era muy divertido ver a la gente hablar cuando ya estaban borrachos. A veces le parecía que la discoteca se convertía en un teatro que representaba la misma escena noche tras noche . “lo hago todo demasiado complicado”.
─ Todo es complicado, pero en realidad, es sencillo ─Felipe repite su frase, intentando sacar algún punto esclarecedor ─El problema de acabar viéndolo sencillo es que puede que tu sencillez no coincida con la mía.
─ La sencillez es evidente, y hay pruebas de que hay solo una cosa importante, solo una.
Solo una para ti, quizá no la misma que para mí.
Felipe nota una ligera debilidad en su espalda, como si la columna quisiera doblarse, como si repentinamente hubiera perdido la fuerza, o la motivación por mantenerse erguido. Cuando trabajaba nunca se solía cansar, aunque luego caía rendido en la cama nada más volver.
─ Tanta abstracción... Ahora mismo no estamos buscando la sencillez de la que hablas. Me cansa tanta abstracción, o debería decir, imprecisión.
¿Yo soy imprecisa, Felipe? ─Marta cruza los brazos
─ No te digo a ti, digo la conversación.
─ Si no quieres que sea imprecisa dime para qué me has llamado
─ Es que no hay un motivo, no lo hay, de verdad.
Marta se saca un mechero y un cigarro ya liado del bolso de cuero. Lo enciende.
─ ¿Ahora fumas?
─ Sí, pero no se lo digas a nadie ─echa el humo de la primera calada y sonríe, mientras cruza las piernas.
─ Si yo... a veces también lo hago
Felipe recuerda todas las veces que Marta había criticado a sus amigos por fumar, “es una forma tonta y gratuita de asesinarse”. Sus amigos solían bromear en ocasiones sobre su excesiva implicación en el fomento de la salud, le solían decir “la defensora del pueblo”. Ella se solía reír ante el comentario, aunque Felipe siempre pensó que a Marta no le caían bien sus amigos.

Felipe hacía demasiado tiempo que no veía a Jose, Juan y Carlos. Hace cinco meses vinieron a visitarlo y estuvieron cuatro días seguidos de fiesta. Una de esas tardes resacosas, justamente vinieron a esta cafetería en la que Marta y Felipe se encuentra ahora

“─No jodas Felipe, yo creo que hiciste bien, le echaste un par de huevos
─ Pero es que ─Felipe se llevó las manos a la frente de una forma cómica, sobredramatizando por el alcohol ─ La muy zorra trastoca mi mundo y te juro que a veces la mataría, pero cuando estoy con ella...
─ Sí, sí, sí ─dijo Carlos, y le indicó al camarero, que estaba en la barra, con el dedo índice que les pusieran otra ronda ─es una droga que te atrapa
─ Claro Felipe ─Dijo Juan, riéndose y apoyando su mano en el hombre de Felipe ─estás en período de desintoxicación y eso lleva su tiempo ─el camarero trajo unas cuatro nuevas jarras─ y qué mejor para un período de abstinencia que grandes ingestas de una droga un
poco más benigna ─Carlos mueve la cabeza de un lado a otro, buscando la complicidad en todos sus compañeros mientras emite grandes carcajadas
─ Es que, es como una hechicera... ─todos rieron copiosamente
─ Una bruja, Felipe, una bruja ─ dijo Jose
─ Vale, pues una bruja ─ Felipe no se había percatado ni de que habían traído otra ronda ─Es cierto, es como una bruja, quizá le robé la escoba antes de irme y resulta que estaba maldita. Quizá ella me está castigando sin que yo me de cuenta...
─ Eres un hereje, Felipe ─ Carlos levanta la copa, esperando un brindis ─¡Por los traidores, por los condenados!”

─ ¿Sigues teniendo dolores de espalda?
La debilidad de su columna se había incrementado desde que se sentó ahí con ella. Su pregunta le hace sentir desnudo. Ella creía que todo el dolor físico tenía un origen mental; “somatización, somatización, somatización” estaba cansado de oír esa palabra.
No me puedo quejar
─ Ya ─ golpea el cigarrillo y la ceniza cae ─ Siempre evitando.
¿Pero evitando el qué?
─ ¡A ver Felipe! ─ alza el cuerpo diagonalmente en dirección a la mesa ─Todo es somatización, todo!
Felipe se muerde la parte inferior de los labios
¡Ya! Y el destino existe
─ Pues sí, todo está conectado y las señales están ahí, todo el rato, y tú no te enteras y si no las ves es porque estás ciego
─ Esa es tu sencillez ¿verdad?
No, es la de todos, pero no quieres ver, no quieres aceptar

Últimamente Felipe reflexionaba profundamente sobre el concepto de amor. Le suele preguntar a casi todas las personas con las que desarrolla una mínima confianza qué es lo que piensan del amor, especialmente a las parejas que para él son modélicas, cuando habla con ellas siente que aprende mucho más de lo que él mismo es consciente.
─ Sabes algo, me parece que veo, y cada vez además, veo mejor ─dice Felipe, aunque sus palabras se resisten, se expresa con claridad.
Marta se quita las gafas de sol, éste ya no irradiaba tanto. Ella mira fijamente la esquina rota del mantel de la mesa. Juan sigue hablando.
Y hay una cosa que cada vez tengo más clara, que uno llame ciego a otro, como si se creyera poseedor de un sentido único... eso me pone de los nervios.
─ Claro, te pone de los nervios porque estás ciego
─ ¡Me pone de los nervios porque eres una intolerante y una egocéntrica! ─de un movimiento con los brazos tira el vaso de cerveza al suelo, se hace añicos. Los pocos pájaros que quedan se espantan y el camarero despierta de su divagación y los mira con la bandeja plateada colgada del brazo.
Marta tensiona su cuerpo y eleva los hombros como si retuviera un impulso.
─ Para eso me has llamado ─decisiva, recoge su abrigo y su bolso ─ Para faltarme el respeto.
Marta se levanta y se pone las gafas de sol de nuevo, se queda a un metro de la mesa mirando a Felipe
─ Primero me abandonas y ahora me maltratas ─hace un amago de irse, pero se para 
reflexiva un segundo ─ no me vas a volver a ver el pelo nunca más.
Se esfuma, echa a andar por el parque y se pierde entre los pasillos que reticulan los jardines.
El camarero va a la mesa para barrer el vaso roto.
─ Lo siento mucho, fue mi culpa déjeme barrerlo a mí ─dice Felipe.
Felipe forcejea comedidamente con el camarero.
─ Es mi trabajo, no se preocupe.
Al final, tras su persistente empeño, Felipe consigue desprender la escoba de las manos del camarero y comienza a barrer los cristales rotos.
Pasado el espanto, ningún pájaro vuelve a la terraza.

6-1-14

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