lunes, 27 de octubre de 2014

El vago y el doctor

Me dormía el ventilador giraba a un lado y otro el aire rozaba mi cuerpo con intermitencia.
Reducir la robustez de la melancolía a la simpleza de un aspa de ventilador.
Fluyen flamantes las palabras disociadas como cachorros perdidos en el bosque.
El vuelo nocturno de una avioneta condenada a nunca aterrizar,
un vago fue al médico alertado porque creía que tenía necrosis en la mitad del encéfalo "verá usted" dijo con recato "mis formaciones semánticas se diluyen y las palabras resúltenme enclaves insuficientes para soportar este andamiaje"
"¿y cuál es el problema" le respondió el doctor cruzando sus dedos severamente.
"El problema" dijo absorto y contemplativo "es que no soporto la arena ávida de los ríos y la linealidad marcada de los protocolos de conducta"
"verá usted" le respondió el doctor "se queja usted de los entresijos. Mencionó en su monólogo algo así como la robustez de la melancolía, pero tampoco le gustan los ríos secos. El aspa de ventilador le proporcionaba cierta paz, deduzco, cierta tranquilidad súbita debida a la desimplificación. Le gusta la tranquilidad, aunque cree que no la merece porque se olvida de usted mismo. No le gustan los protocolos, pero dígame ¿Cómo espera usted dinamizar el agua del río si no es por el esfuerzo acumulado de un modelo regularizado? ¿Se le ocurre a usted algo mejor?. Deduzco que no porque las soluciones le asfixian. Toda resolución puede resultar reduccionista y usted no quiere perderse nada de valor, anhela los misterios sin asir que vuelan más allá de la atmósfera. No sabe usted cuantos grandes vinieron por aquí. Pero, por favor señor, no se le suba la grandilocuencia a la cabeza"
"No, no, puede usted hablar de Alejandro Magno, Napoleón o incluso de Don Juan Tenorio. Ya me comparé con todos ellos también acudí al cuerpo teórico del psicoanálisis. Créame que ya he barajado todo tipo de posibles represiones y tras una búsqueda pormenorizada e introspectiva -créame que he consumido todo tipo de recursos poéticas para aligerar el acceso a mis anclajes más soterrados- no he conseguido dar con la esencia del asunto. Vengo a hablar con usted porque justamente la indumentaria de la grandeza resulta insuficiente no es que no pueda alcanzar todo lo que quiera, la grandilocuencia sigue resultándome enormemente útil. Es solo que, en fin, hace ya mucho que se habla de virtuosismo, y ya que consideré en antaño que toda virtud es solo el amortiguador del fracaso, pues pensé, no sé, quien sabe quizá la grandeza también lo es de otra cosa. Se trata de invertir la dirección de las relaciones causales. Usted me acusa de anhelar más y más conocimiento inalcanzable, créame que si algo profeso últimamente es el escepticismo, aunque no puedo decir que lo lleve especialmente bien, miro con cierto recelo a los que lo tienen claro. Pero oiga, resúltenme ellos tan pragmáticos, tan felices también, que a veces este complejo me hace batirme entre el convencimiento precoz y el desprecio de todo modelo regularizado, como usted lo llamó. En fin, usted sabe que soy individuo de un solo organismo fisiológico".
"Le entiendo, le entiendo, reniega de la seguridad que le puede proporcionar una inversión focalizada. Tiene  a la vez una tremenda pesadumbre por vivir en el terreno seco de las dudas. No quiere usted obtener nada de la vida a través del autoengaño. Cree usted que se conforma con muy poco. Pero no puedo evitar la sospecha de que espera usted encontrar en su escepticismo una gran recompensa basada en la esperenaza de que todo lo que percibe de usted conseguirá aunarse en la unidad más perfecta y completa de cuanto conoce".
"Entonces, ¿Qué es lo que me pasa? doctor"
"Usted es sencillamente un vago. No tengo claro si como consecuencia de su egocentrismo o al revés, aunque cada vez más defiendo la tesis del interaccionismo"
"Usted se parece mucho a mí"
"Claro, por supuesto. Acaso no pertenecemos ambos a una escena emergente donde dos roles cuajaron de súbito para catalizar la voz que optimiza lo que el conjunto considera lo más relevante de cuanto acontece y así poder poner puntos en común?"
"O al menos cree que los ponemos"
"Exactamente amigo, exactamente. Usted y yo nos entendemos pero no se entusiasme, nuestro papel es tan irrisorio como el cataclismo de las pieles muertas de los pies, o como el fluir de una aspa de ventilador en el que acaban fundiéndose todas las dudas, y confabulándose los engaños, donde los discursos se van moldeando sinuosamente, para al final cercarnos a todos en el terreno miope en el que lo rebelde resulta suma conformación, aunque se entienda como rebeldía para favorecer en la consciencia la necesidad de consistencia...."
El doctor y el vago habían desaparecido ya, y dichas palabras últimas del doctor se desimplementaron de su función. Sus discursos alcanzaron tensiones, y aunque aunaron puntos en común, un resorte latente brotó del cielo para romper la placenta donde la amistad se acunaba, una pequeña chispa derrotista tensionaba los músculos dispuestos a las caricias. La avioneta seguía zumbando en mi cabeza como un mosquito, la corriente del ventilador yendo y viniendo me despertó. Estaba destapado y me había enfriado.

(Agosto)

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