miércoles, 29 de octubre de 2014

LA TEXTURA DEL DESEO (Enero)

No hay imagen que me conmueva más
que ver nuestra vida como burbujas que crecen,
eclosionan y donde los colores se mezclan
perdiendo y reencontrando su equilibrio
una y otra vez
más allá de una moral, en la cual,
tras su obviedad -como una luz artificial sobre
la superficie del rio- se encuentra la vida.

Esa iriscente semilla
que se germina en los focos 
de mi mirada,
que siempre eleva coronas,
circos flotantes
que emborrachan el tiempo.

Fiebre que abrasa mi carne,
que libera los esfuerzos
a la belleza; sus coronas a la noche,
donde el espacio y el tiempo 
se emborrachan y todos los enigmas
ya tienen solución,
donde la fiebre se contrae
para luego ecosionar otras tantas veces.

Esa siniestra pero iriscente simiente
que invade los ojbetos.
Los símbolos y su atracción se desprenden
y vuelven a su hogar de origen,
pero la belleza crece y se define
y luego ves que todo es sexo,
la taza, el paso y hasta el sol,
incluso el sol con la nube.

Al final descubres que el propio concepto es la limitación.
Los arcaismos afloran a la vez que se esconden a contraluz,
sin complejos, sin resignación.
A otro lado irán,
a un nuevo horizonte, donde la ruptura - un chasquido
sutil como una mutación genética-
esparza el crepúsculo de un nuevo espacio.

La fantasía entonces convive con el vació 
buscando una nueva oportunidad
en el litigio entre la regeneración y la desesperanza.

La sexualidad confluye con el espacio y el devenir
mientras el esfuerzo se aleja tangencialmente
y la separa de toda retención
y la textura de los símbolos se rompe
y su nominación se contrae
y luego eclosiona.

A veces, un extraño designio la censura
de no se qué origen social o
motivo político abanderado.
Y lo petrifica, bucleándolo entre lo nuevo y lo viejo,
una danza de integridad, donde lo contrapuesto se ama
y la incertidumbre se consiente a si misma
y ella responde con un parsimonio desprendimiento
de física, gotas y hojas.

Se tacha la cúspide del desarrollo 
y se olvida que el todo se forma de partes
y que el ángel anexa sus alas
como la carne al hueso.
Cuesta consentirlo e imposible
es trascender de ello.
La creciente consiliencia no lo anula,
sino que lo hace más complejo.
La tolerancia no es medio, pero sí necesidad,
un resonar, un humo de locomotora,
un acompañante de la fuerzamotriz,
una consecuencia correlativa 
para alcanzar la integración.

La lírica también forma parte de la exactitud
y musa es arte y técnica.

(Enero 2014)

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