lunes, 27 de octubre de 2014

Reconocer el margen

Ya no importa, se fue lo mediocre.
Se fueron los celos, las interpretaciones neuróticas
y el despecho llano.
Entregarse a las reglas del mundo supuso adulterar toda entrega,
exponerse débil a las asignaturas manidas de la mayoría,
supuso sacar esa parte de mí
que yo anestesio ahora con la grandiosidad del que ve desde los márgenes.
Hacer un instrumento útil a mis palabras podría suponer corregirme,
golpearme los pies vagos, conformarme a las casillas contiguas en las que discurre la vida.
Perder, verse atrás, verse a sí mismo sin saber jugar,
como ese campo de fútbol del recreo cuando niños y yo
sentado en la acera cerca de los baños.
Entregarse a la metafísica y su universo divergente y desorganizado,
una continua expansión compuesta de encuentros y desencuentros,
de rostros en proceso de reflexionar sus gestos
y de carnes emulsionando con levadura,
personas sentadas a los márgenes, que evitan la seguridad de las reglas,
que van al margen, donde todos nos movemos inquietos como en la antesala de la muerte,
hundidos con nuestras inversiones arriesgadas en un fango que computa
nuestros órganos para acelerar el envejecimiento.
Tensando los hilos de las reglas más arraigadas, mientras con la inteligencia y el desprecio al vulgo, aquí alcanzo el éxtasis con los que llegan y te iluminan con su grandiolocuencia imprecisa.
Cada uno empecinado románticamente en una cosa
pero elaborando el disimulo necesario para no mostrarse ni a uno mismo
que lo que se fabrica es un troquelado de esa gran sala.
La que daña, la que miramos al margen, la que por encima de todo se anhela
y cuanto más te tientas a meter la mano más inflama los nudillos
¿Pero cómo reconocerlo?
¿Cómo asumir que eso es nuestra humillación antropológica?
Dentro de las más aceptadas reglas, los gastados a veces se giran y te miran desde sus sillas de ruedas, o cuando se las llevan apretándolas del brazo.
Mírame, aunque yo no sé jugar mejor que tú.
Tanto perdí que por no caer en la instancia de ese rol tan fácil, me vine al margen,
mis pasos rezuman polvo de caridad, la indulgencia a la víctima.
Pero yo no te engaño menos que aquel caprichoso que fracasó en su empeño de amar poseyendo.

(Agosto)

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