lunes, 15 de noviembre de 2010

¡ADIÓS, HORIZONTE! (21/07/08)

Entre el cansancio los dilemas se abren paso sobre mí, los vaivenes de sus contrarias posibilidades crean desasosiego y confusión a las lágrimas que acabo tragándome.

Dudas, dudas y respuestas conflictivas que me hacen regresar a las dudas de nuevo, y a otras más básicas, y así mi angustiosa confusión me va empujando y alejando de las soluciones aparentes que menguan infinitamente pero que siempre están ahí, desapercibidas pero presentes como las estrellas en el día.

Listas para su ataque cuando tan solo me acerco a la armonía, o musito la palabra “claridad”, orgullosas no se alejan de mí, creen que dependo de ellas y que sin tales mi rostro se esfumaría, como arrebatar la sonrisa a un payaso o la compañía ante la adversidad.

Mis metas concretas y múltiples son intactas pero cada vez están más abrumadas, manchadas y humeadas por el miedo a su lejanía y la potencia que se apaga poco a poco como la lámpara del que murió escribiendo sin haber nunca empezado.

Cada vez las olas que me empujan a los lados son más fuertes y malevolentes, cada vez más me exijo ser menos exigente, y voy muriendo como el hambre del muerto de hambre, como la declaración de lo que ya está descubierto y asimilado.

Muero, como los finales que claman un comienzo, como la amplia ambición que se acomodó en lo suficiente. Muero, me voy borrando como las fotos de los cajones, como el que desea la mañana en la noche y la noche en la mañana, como el que empezó a considerar el placer un compromiso marcado por el tiempo.

Muero porque me voy quemando por la lupa que me agranda, lupa que quema mis sueños, y por ello, se desbordan ahora los detalles más irrisorios y desapercibidos ante mi espejo, los complejos florecen ante Narciso.

¡Adiós llama utópica!, iluminabas incluso lo que no alcanzaba a ver y culminaba con mi imaginación, apágate, gracias por tu enseñanza; recuerdo las formas que estoy tocando, tranquila. Ahora déjame avanzar poco a poco, se acabó seguir sintiendo el prado más allá del acantilado, este ahogado ya no nada intentando llegar al fondo. Que tu pulso ya no lleve sangre a las venas de los miembros que no poseo. ¡Sólo me causas sed, sed, sed por la sequía que arrastro y me rodea, por cargar y absorber toda la humedad en mis ilusiones!.

Triste, resignado, escondiendo la mirada y ocultándola en la nada, hoy he descubierto que somos el puñado de ceniza que queda tras apagar nuestros sueños.



FRAN ANDREU 21/07/08

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