lunes, 15 de noviembre de 2010

YO (16-10-10)

Me veo, me veo en cada segundo,

me veo tanto, que ya no parezco mi propia conducta;

soy mi objeto de estudio.


Esa disyunción es abismal, y su único vínculo el reproche.

La pantomima se resiste a ejecutarse; y las vendedoras de bolsas

no reciben su cordial saludo con sinceridad.


Un cráneo, disecado con paja. Oxidado.

Una emoción, que discurre a trompicones

como una rata subterránea.

Unos ojos que no determinan;

que sólo ignoran, y únicamente buscan

las alas del restante cuerpo;

“¡Están en el reverso, por eso no las veo!

(sueñan ciegos con la utopía)”


Pero más allá de las descriptivas implementaciones

físicas de mi existencia.

¿Dónde me encuentro tras tanta maquinaria?;

¿soy el conserje que aguarda pasivo el devenir?,

¿soy el ejecutivo que se implica en metas arbitrarias?,

¿o soy el guía que apoyado en su argumento metafísico,

se cuestiona cada paso hasta tergiversarlo; llegando a la composición forzada e histriónica,

y que cada pierna se asigne su distintiva y desarticulada marca patrocinada?

¿soy el rey en su trono manufacturado?

¿soy el historiador?¿el llorón?¿el asesino?


La respuesta la se. Mi yo no es ninguna de ellas.


mi yo es el mecanismo disruptivo que las descongracia a todas ellas,

mi yo es el aspirante que escala hasta la cima de la integración

para después desplomarse en las quejosas e inmaduras redes de la insostenibilidad.


Mi yo es el espíritu del animal que verifica a golpes (sin dar lugar a la constatación o el resigno),

el límite que ocupa la demarcación del hierro que le cerca.


Mi yo es el persistente y hambriento vagabundo insurrecto que grita a las farolas,


El inconmensurable abismo entre la paz y la paz


16.10.10

FRAN ANDREU

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