la tristeza grita a reclamos en el tronco de mi cuello,
de mi boca sale como polvo iluminado en un teatro vacío,
una pequeña luz que busca una razón para creer.
A veces las reservas se congracian unas con otras
se comprimen por su telón metafísico.
Y entonces creo de verdad ser ese payaso
que canta, baila y grita encima de chinarros,
chinarros que transformo en ilusiones
con núcleo y esencia, en cometas del firmamento.
Pero al despertar, entre mezclas tóxicas
de placer y dolor, que adquirieron la función viscosa
del porvenir de la larva muerta, la función de la abisma
indefinición de la pared blanca que se encuentra
en la intersección entre los inquilinos, (unos que llegan
otros que abandonan).
Entonces, el universo empieza a existir,
y me tambaleo errático por su diversidad,
y me choco como un péndulo que grita ¡loco!
Al campo gravitatorio, y vomito la apreciación
de lo que debería ser plétora, y me hundo entre poros
sobre hasta los que las hormigas saben moverse,
de tan pequeño que me veo.
29/09/10
FRAN ANDREU
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